lunes, 22 de enero de 2018

Educar en la Paz es Educar en la Diversidad

Se aproxima la celebración del Día Escolar de la No Violencia y la Paz, una de esas efemérides que solemos conmemorar en nuestros centros educativos, pero que, desde luego, no puede quedarse sólo en una serie de deseos o de buenas intenciones, sino que, de manera diaria y constante, tenemos que trabajar por llevar a la acción.

Y es que, en los tiempos que corren, parece de vital importancia seguir insistiendo en la necesaria responsabilidad que todos y todas nosotras debemos asumir para abordar de manera activa un demandado cambio en nuestra sociedad.

En primer lugar, porque todavía existen muchas barreras que derribar y muchos prejuicios y actitudes que superar, y, en segundo lugar, porque en nuestra mano está formar a las personas que conformarán la sociedad del mañana, y el mañana empieza hoy.


Es por ello que no se trata de ser sujetos pasivos a la espera de que la paz llegue algún día a nuestro mundo así sin más, sino de construirla día tras día y en los ámbitos en los que tengamos la posibilidad de aportar. Como ya decían Falsalarma y Frank-T en su canción, "pon tu granito de arena en tu tierra por la paz". 

Todo esto se concreta en tomar conciencia de los males cotidianos que, a diario, observamos en nuestro entorno más cercano, y darnos cuenta de cómo podemos influir para promover un cambio que nos ayude a todos a alcanzar un mayor estado de paz.

Un buen ejemplo de ello viene de la mano de un tema por desgracia demasiado candente últimamente, y es esa actitud machista que permite barbaridades intolerables contra la mujer. Educar en la paz, por tanto, es también educar al género masculino en el respeto y en la igualdad respecto a nuestras compañeras, al igual que educar a la mujer en el empoderamiento de su persona y de su colectivo, todo ello bajo un enfoque feminista que condene cualquier tipo de acoso, abuso u otro tipo de violencia por razón de sexo y que sirva de modelo para alcanzar una nueva sociedad más justa y segura.

Otro ejemplo podría ser - siguiendo con el tema del respeto, la aceptación, la justicia y la seguridad - el que no se ejerza la violencia de ningún tipo contra aquellas personas cuya preferencia o identidad sexual sea distinta a lo que cotidianamente se nos ha establecido, educando en la diversidad de formas de amar y de formas de ser, rompiendo prejuicios y evitando situaciones de acoso o rechazo.

Lo mismo pasa también cuando el motivo de rechazo es una cuestión racial o religiosa, o cuando se menosprecia a otra persona simplemente, por considerar que es diferente y, por lo tanto, menos que nosotros.

Y es que, por desgracia, vivimos hoy día en un entorno donde la violencia se ha vuelto algo demasiado cotidiano. Nos hemos acostumbrado a no escandalizarnos ante las barbaridades que salen en televisión (ya sea en los noticiarios o en los programas basura), y vemos normal el odio que se genera ante un encuentro deportivo, llegando incluso a desembocar en asesinatos o actos violentos. Lo peor es que, no contentos con eso, trasladamos ese comportamiento a los partidos de fútbol de nuestros hijos e hijas, propiciando insultos indiscriminados contra entrenadores, árbitros o incluso contra los propios jugadores, sin importar que se encuentren en plena niñez. ¿En serio es este el mundo que queremos?

Por lo tanto, aprender a no callar ante las injusticias y a tomar conciencia de qué puedo hacer yo ante esta realidad es ya gran un gran paso alcanzado hacia el camino de la paz.


En este sentido, nosotros y nosotras, como docentes, tenemos una gran responsabilidad, puesto que no sólo enseñamos contenidos a nuestro alumnado, sino que también nos convertimos en un modelo de persona a seguir, y nuestra actitud en este caso será fundamental, ya no sólo hacia situaciones violentas o injustas donde debamos tomar partido e intervenir, sino también en el día a día a la hora de enfocar la realidad.

Y es que, educar en la paz es en realidad mucho más sencillo de lo que pensamos. Se trata de establecer un ambiente sano y de cordialidad, de tratar con respeto y educación a las personas que nos rodean, sean alumnos o no - ¿por qué ellos y ellas tendrían que ser menos? -, enseñando y ejerciendo el uso del "buenos días", así como también la utilización de las palabras mágicas: "gracias", "lo siento" y "por favor", y extendiendo la utilización de la sonrisa en aulas, recreos y pasillos con una actitud positiva y asertiva, como ya reflejábamos hace un año aproximadamente cuando hablábamos de "tiempo y clima".

Otra cuestión a destacar, si queremos educar en la paz, es enseñar a nuestro alumnado a resolver conflictos. De nada sirve el obligar a que un determinado alumno o alumna pida perdón de manera forzada por el adulto sin realmente sentirlo. Enseñar a resolver conflictos es enseñar a entender y gestionar las propias emociones, a ponerse en el lugar del otro, a exponer argumentos y buscar soluciones que sean justas y no vaya en detrimento de ninguna de las partes implicadas si ambas partes están colaborando por solucionarlo, aprendiendo el valor del diálogo, la empatía y la cooperación.



Es más, incluso si queremos que nuestros actos cotidianos tengan un repercusión que vaya más allá de nuestro entorno inmediato, basta con educar para un mundo sostenible, tomando conciencia sobre la necesidad del reciclaje o de llevar un estilo de vida que maltrate lo menos posible al planeta que nos alberga, además de buscar conformar una sociedad que garantice una vida de calidad para sus habitantes, ya que la paz no sólo es la ausencia de guerra, también es garantizar un estado del bienestar accesible para todas y todos.

Por último, no podemos hablar de paz mientras sigamos usando nuestras pantallas móviles como escudo para acosar o atormentar a quién nos apetezca o nos caiga mal. Educar en la paz también es educar en la responsabilidad del uso de las TIC, buscando comprender que lo que se haga en la red tiene repercusiones y consecuencias en la vida real, y que nadie, por ningún motivo, se merece estar bajo el yugo del acoso escolar y/o virtual.

Y es que, como bien dicta el título del presente post, educar en la paz es educar en la diversidad, y debemos remarcar que diversidad no es sinónimo único y exclusivo de persona con discapacidad, de las cuales no hemos hablado de forma directa y concreta en este post, pero para las que también debemos garantizar una sociedad del bienestar desde el respeto y la accesibilidad.

Porque cuando aceptamos que somos diferentes, y que es eso mismo lo que nos hace iguales, es cuando podemos construir entre todos y todas, aportando nuestros granos de arena, un mundo de paz.


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