lunes, 30 de octubre de 2017

Hacer visible lo invisible. Hacer invisible lo visible.

La tradición academicista de la escuela ha hecho que se hayan generado ciertas creencias bien ancladas en todo lo que a este ámbito respecta, como por ejemplo el hecho de que sólo tiene validez aquello que se pueda cuantificar. Eso ha provocado que una amplia cantidad de aspectos necesarios para el desarrollo de la persona humana hayan quedado relevados a un segundo plano, e incluso a menudo invisibilizados, en detrimento de una productividad más basada en la cantidad de contenidos dados que en la calidad de aprendizajes generados. 

Así pues, se produce la falacia de que en la escuela sólo se están haciendo bien las cosas cuando hay un trabajo que se pueda mostrar o un examen que se pueda puntuar. Recuerdo una vez en la que ejercía como especialista en Pedagogía Terapéutica en la etapa de Educación Infantil cuando se me dijo que "estaba perdiendo el tiempo en lugar de hacer fichas que enseñar a las familias". Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Como diría el viejo y sabio Rafiki, "mira más allá de lo que ves". Es decir, esta persona sólo estaba entendiendo la función docente como generadora de trabajos tangibles, cuando lo realmente importante es todo lo que hay detrás de la producción de esos trabajos, que tienen que ser el resultado de un proceso arduo y concienzudo de verdadero aprendizaje, no el objetivo a cumplir en sí.

Existe toda una serie de procesos cognitivos básicos a trabajar de manera previa para poder afrontar con éxito ese tipo de tareas. Existe, además, un proceso madurativo necesario que abordar para el correcto desarrollo y evolución de cualquier persona. Es por ello que el trabajo que llevamos a cabo al respecto merece ser visibilizado y valorado más allá de cualquier producción física y tangible acotada dentro de un Sistema Educativo desbordado por la imposibilidad de atender tal masificación de contenidos.



En este sentido, debemos recordar que, a veces, menos es más. Es decir, no por más trabajos, más deberes o más exámenes el aprendizaje es mayor si no se dedica tiempo y espacio a establecer las bases y el entendimiento necesario para una ejecución de los mismos más comprensiva que mecánica. Seguro que muchos de nosotros y nosotras recuerda haber hecho ejercicios en clase o en casa sin tener realmente una noción de que es lo que hacían o para que servía, sólo porque el profe o la profe de turno nos lo había ordenado y porque teníamos a alguien que, a unas malas, nos guiaba a la hora de realizarlos para poderlos entregar, aunque realmente no hubieramos comprendido nada. ¿Es ese el modelo que queremos? De cara a la galería quizás pueda dar el pego, pero debemos superar ya esa presión que tenemos como colectivo de contentar a la opinión pública para que se deje de poner en entredicho nuestra profesión.

Cierto es que nunca llueve a gusto de todo, pero si en algo debe destacar nuestra labor es en estar por y para nuestro alumnado. Estoy cansado de ver a chicos y chicas estrellarse contra el muro de la frustración al no ser capaz de llegar al nivel y ritmo exigido, o por ser talentoso en otras habilidades que no son las predominante en nuestros sistema escolar, siendo estas a menudo rechazadas o reducidas a lo insignificante, con todo el daño que a su persona ello conlleva. 


Nuestra misión debe ser la de darle respuesta y cabida a todos y cada uno de ellos, independientemente de que presenten o no alguna necesidad educativa, ya que, si por un lado queremos hacer visible aquello que tendemos a olvidar, igualmente tenemos que eliminar las connotaciones, estereotipos y prejuicios que nacen de una mala gestión de la atención a la diversidad.

Es por ello que también es tarea nuestra invisibilizar las barreras que a menudo nuestra propia percepción y desinformación crean, haciendo de la filosofía inclusiva una realidad y no sólo un ideal a alcanzar. Porque no sólo es diversa aquella persona que presenta diversidad funcional, valga la redundancia, sino que debemos entender la diversidad como una característica innegable de la especie humana, y dentro de esa diversidad, prestar especial atención a aquellas personas o aquellos colectivos que, por determinadas circunstancias, aún no gozan de una total aceptación, hasta el punto que no sea necesario volverlo a abordar porque se haya aceptado de tal manera que todos y todas podamos entender la diferencia como "normal".


Es en estos casos cuando, en lugar de hacer visible lo invisible, tenemos que hacer invisible lo visible, aunque este visible sólo esté en nuestra percepción. Es por eso que tenemos el privilegio de desarrollar una profesión capaz de transformar la realidad, y, aunque a menudo no seamos totalmente conscientes de ello, debemos procurar con nuestro trabajo y ejemplo dar sentido a nuestro discurso y saber otorgar o restar importancia a las diferentes variables que, con total certeza, intentarán influirnos de manera directa o indirecta a nuestro alrededor, rompiendo mitos, derribando muros y procurando hacer de nuestro mundo un lugar mejor.