lunes, 17 de noviembre de 2025

Noviembre no es Navidad

En estos tiempos compulsivos donde todo lleva un ritmo demasiado frenético, y las necesidades del mercado parecen condicionar nuestras vidas y nuestros calendarios, creo que es importante reivindicar la pausa y saber poner freno. 

Y es que basta con pararse en ver como, desde unos años para acá, festividades como la Navidad cada vez se adelanta más y más en el tiempo, llegando a convivir en supermercados en el mes de octubre los turrones, los melones y las calabazas. 

Que todo esté mezclado, fuera de su fecha o impulsado de manera totalmente premeditada desde el consumo sin medida es algo que, desde las familias y desde la escuela, debemos pararnos a cuestionar y entender que, efectivamente, Noviembre no es Navidad, aunque desde diversos frentes se empeñen en ello.

Y es que, más allá del carácter religioso -aunque de origen pagano- de esta festividad, la Navidad es un fenómeno social que salpica y atañe a nuestras vidas a través de la cultura audiovisual y a través de anuncios, decoraciones, escaparates...

Sin embargo, esa presión por anticiparla cada vez más y más nos arrastra a una vorágine que, desde mi punto de vista, hace que nos perdamos el verdadero presente por estar ya adelantando el mañana. 

Entre septiembre y diciembre hay mucho tiempo, tiempo para ver que todo tiene un proceso, tiempo para trabajar la paciencia y saber valorar las cosas cuando llegan, tiempo para despedir el verano, dar la bienvenida al otoño, disfrutar de esta estación, y poder darle cabida a otros eventos, como ha sido el auge de Halloween en nuestra sociedad, sin esa prisa desmedida donde todo confluye y se vuelve superficial. 

Esto está muy ligado a nuestra forma de vivir hoy en día, a esa era de la inmediatez donde todo es fugaz y no hay tiempo para la atención plena y para un disfrute profundo y real.

A menudo lo achacamos a la ilusión de la infancia, y sucumbimos rápidamente a ofrecer satisfacción, como cuando usamos el móvil como vía de escape para que se calmen. 

Lo malo de estas dinámicas es que tienen una tendencia natural a la aceleración, y en nuestra manos está flexionar sobre ello y decidir que tipo de personas y que tipo de sociedad queremos ser. 

jueves, 30 de octubre de 2025

Hipocresía

Llevo ya un tiempo pensando en los temas que vengo a tratar en este post, y no quería dejar pasar el mes de octubre sin ordenar esos pensamientos y poder plasmarlos en este blog.

Este curso empezó con una clara y fuerte conciencia del personal educativo sobre el importante papel que tiene la escuela como institución que debe defender los derechos humanos y promover valores como son la solidaridad o la justicia. 

Sin embargo, la hipocresía de quienes hace un tiempo tenían el mismo discurso de defensa de la paz ante la invasión de Ucrania, hoy nos acusa de sectarismo, impone censura -curiosamente en nombre de la libertad- y nos somete a sanciones por reivindicar lo mismo para Palestina ante un escenario aún mucho peor como es un genocidio. 

Sin embargo, por suerte, la población mundial ha demostrado su compromiso con esta causa y con la terrible situación que se está viviendo, a pesar del doble rasero de nuestros representantes políticos y su inacción manifiesta.

Pero la hipocresía no queda aquí.

En otro orden de cosas, hay mucha hipocresía también en un tema que resulta bastante sensible y con el que no quiero frivolizar, pero si que me vale para poner el dedo en la llaga de una sociedad que se escandaliza y que muestra su pena ante casos como el de la chica de 14 años que se quitó la vida por sufrir acoso escolar, pero que a la vez, la mayoría de las veces, mira hacia otro lado cuando se encuentra con un caso cercano, lo minimiza o incluso lo perpetua. 

Es triste decirlo, pero al final estos casos generan su impacto inicial, pero finalmente pasan al olvido y poco se hace de cara a la prevención. Y ojo, no sólo hablo prevención desde el propio centro escolar. Las mecánicas que rigen el abuso y el acoso tiene lugar en diferentes ámbitos y a diferentes edades, por lo que se trata de un mal que está demasiado asentado y, por desgracia, demasiado normalizado en nuestra estructura social.

Un ejemplo claro está en el tipo de personas que estamos llevando al poder, que no dejan de ser los típicos matones de turno. 

Es más, incluso si nos paramos a pensar, y volviendo al punto inicial del post, lo que el Estado de Israel está reproduciendo a gran escala no es mas que un ejemplo de abuso permitido y normalizado -incluso aplaudido- por quienes tienen el poder de evitar el daño. 

Es en casos así, que me duele demasiado el mundo.

Sin embargo, ahí seguimos, como el pequeño colibrí, haciendo siempre nuestra parte.

Menos es nada.

Y ojalá se pudiera hacer más...


sábado, 20 de septiembre de 2025

Recuerdos de un Naufragio



 Y, de repente, todo explotó.


Fue una sacudida tan violenta e inesperada que costó volver a ubicarse en la realidad.


Con la pregunta de qué había pasado.


Sin entender nada.


Sin comprender nada.


Sin saber cómo, cuándo ni por qué.


Me pilló con la guardia baja.


Me había permitido el lujo de relajarme.


Pero, por desgracia, el mal nunca descansa.


El buque que tanto tiempo me costó construir hacía agua por los cuatro costados.


Las brújulas ya no mostraban ninguna dirección viable.


El plácido mar en calma se tornó río salvaje.


Y a mí me tocaba, de nuevo, sobrevivir.


Un año ha pasado desde aquel desagradable incidente.


Mas nunca hubo penas para quienes perpetraron el delito.


La rueda avanza - siempre avanza - y no iba a pararse por esta causa.


Aún a día de hoy soy consciente de las secuelas de aquel cruel abordaje que me dejó náufrago.


He vuelto a salir a navegar, aunque temeroso ante la idea de que en el océano no cabemos todos.


Mi barca ahora se halla más vacía.


Hay nuevos rumbos aún por descubrir.


Hay nuevos horizontes aún por alcanzar.


viernes, 27 de junio de 2025

Kintsugi

Si hace un año fue un vocablo de la cultura japonesa lo que dio título a mi post de final de curso, en este caso la casualidad ha querido que también se repita este hecho, aunque en este caso se trate de un concepto bastante distinto. 

Y es que a principios de este mes, gracias a una muy buena amiga y compañera del Grupo de Atención a la Diversidad de Acción Educativa, descubrí un precioso libro ilustrado sin texto pero con una potente narrativa que me cautivó y cuyo título da nombre a este post: Kintsugi


Originalmente se trata de un arte japonés que consiste en reparar piezas de cerámica rota, pero realzando las grietas porque se considera que son parte importante de la historia del objeto y que contribuyen a su belleza.

Esta idea ha transcendido su sentido original y ha alcanzado un enfoque mucho más filosófico asociado a la resilencia y a la importancia de transformarnos, abrazando nuestras cicatrices y aceptando nuestras imperfecciones. 

Y quizás sea eso lo que a mi me ha tocado hacer a lo largo de este curso, un curso que empezó viniendo yo de un estado pleno de ikigai, es decir, sintiendo que  había alcanzado el equilibrio que se encuentra entre lo que haces bien, lo que amas, lo que puedes hacer para ganarte la vida y lo que puedes hacer para hacer de este mundo un lugar mejor.

Es normal entender que, cuando vienes de esa plenitud, el hecho de que te rompan por completo en mil pedazos y desmonten de manera violenta todo el mundo que habías construido con tanto esfuerzo y cariño puede ser demoledor.

Esto ocasiona tal nivel de impacto que resulta más que lógico que necesites apartarte, en primer lugar, para intentar comprender qué es lo que ha ocurrido y, en segundo lugar, para poder realizar un complejo pero necesario proceso de sanación y aceptación que se simboliza a través del kintsugi. 

Hubiera obviamente deseado no tener que pasar por este evento injusto y traumático, pero una vez que el daño está hecho, aferrarse a lo que podría haber sido o intentar volver al punto previo a ello es un anhelo muy humano, pero también un planteamiento erróneo. 


Llegados a ese punto, sólo nos queda recoger todos nuestros trozos, volver a reconstruirnos como mejor podamos y seguir caminando hacia delante. 

Es por ello que ahora doy cierre a una etapa de mi vida que para mí ha sido realmente significativa, y he decidido hacerlo con la dignidad que mi persona se merece, con la cabeza alta, y con el orgullo y la satisfacción de haber dado siempre lo mejor de mí.

Sólo queda esperar y desear que todo lo nuevo que venga sea siempre mejor. 

lunes, 19 de mayo de 2025

¿Cómo como?

Justo el día después de publicar mi anterior entrada en este blog, saltó a los medios la noticia de los tratos vejatorios grabados en una escuela infantil de Torrejón de Ardoz durante el momento de la comida.

Este hecho tan desagradable, aparte de dejarnos muy mal cuerpo, se ha acabado convirtiendo en otro ladrillo que añadir a ese muro de injusticias que veníamos denunciando en ese mismo post

Es por ello que, a raíz de lo ocurrido, resulta cada vez más necesario abordar el debate sobre cómo contemplamos el momento de la alimentación en los entornos educativos. 

A pesar de ser una cuestión que ha tenido ya algún planteamiento a nivel político, creo no basta sólo con decir que se van a limitar los alimentos insanos en los menús escolares, sino que habría que afrontar el problema desde un enfoque mucho más profundo.

Para ello, sería necesario partir sobre todo de cómo el tema de los comedores escolares se ha convertido en un lucrativo negocios para grandes empresas externas cuya principal motivación va a ser, ante todo, la de obtener beneficios, aunque ello implique reducir la calidad de los alimentos que se ofrecen o que su forma de prepararlos no se corresponda para nada con esos "maravillosos menús" que se venden a las familias, ofreciendo en demasiadas ocasiones platos que nadie querríamos. 

También ocurre que, al tratarse de empresas privadas, no ofrecen buenas condiciones laborales a las personas que van a estar en los comedores escolares con nuestro alumnado, lo que conlleva que, a menudo, haya mucha precariedad con unas ratios muy elevadas que atender y a veces con pocos recursos para ello.

Por último, pero no por ello menos importante, también decir que los tiempos y los espacios son otro aspecto importante que resaltar.

Por lo general, el momento del comedor se lleva a cabo en grandes espacios con una acústica que no hace más que potenciar el altísimo nivel de ruido que se genera, haciendo a menudo del momento de comer un momento bastante desagradable, y eso se suma a los tiempos tan medidos que tenemos para comer, sobre todo cuando se establecen diferentes turnos para todo el centro. 

Todo estos aspectos forman un coctel explosivo donde se juntan prisas y estrés con emociones incómodas y complicadas de gestionar, convirtiendo para muchos niños y niñas el momento del comedor en un auténtico infierno. 

Recuperar la dignidad del momento del comedor y convertirlo en un entorno seguro y con una alimentación realmente de calidad, que no se quede sólo en un menú cuya redacción resulte muy vistosa en el panfleto, es una tarea pendiente de las administraciones publicas que han hecho una gran dejación de funciones en esta materia al delegarlo en empresas externas. 

Al fin y al cabo, el momento de la alimentación no deja de ser también un momento educativo donde aprendemos sobre hábitos y alimentación, un espacio donde se condiciona mucho la relación que chicos y chicas van a tener con la comida, y velar tanto por su calidad real como por el bienestar de las personitas que están bajo nuestra tutela debe ser fundamental. 

jueves, 10 de abril de 2025

¿Y tú?

Hace no tanto, aunque a veces pueda parecernos algo ya lejano, recuerdo que nos repetíamos mucho aquello de "saldremos mejores".

Hoy, 5 años después, me temo que no podíamos estar más equivocados.

A gran escala podríamos confirmar que el mundo parece estar sumido en un proceso de retroceso acelerado. 

Estamos viviendo un genocidio en directo que se está llevando a cabo con la pasividad y la complicidad de la comunidad internacional, la misma que se da golpes de pecho y resalta unos supuestos valores ante otros conflictos mundiales, aplicando de manera descarada una doble vara de medir que le resta toda la credibilidad. 

También vemos como cada vez buscan hacer resonar con más fuerza el miedo a una posible guerra, y líderes tiranos llegan al poder aupados por la ignorancia y la malicia, llevando a cabo actuaciones infames y poniendo en jaque el equilibrio internacional. 

En todo este caos, la escuela tiene la obligación de seguir funcionando, aunque parece que a pequeña escala los males también tienen, por desgracia, cabida.

Ejemplo de ello es el reciente y desagradable caso de acoso escolar que nos puso a todos los pelos de punta y el grito en el cielo. Me refiero a los estudiantes de un instituto de Santander que estuvieron maltratando a un compañero de clase con parálasis cerebral. 

De esto nos hicimos eco porque lo vimos en telediarios y en redes sociales, pero... ¿cuánto tiempo llevaba esto pasando sin que nadie hiciera nada al respecto? 

Una vez más, vemos como el sistema falla, y tengamos por seguro que esto no se trata de un caso aislado.

¿En cuántos centros escolares se producen diariamente situaciones similares sin que tengan mayor transcendencia? ¿Cuántas personas se sienten solas y desprotegidas en espacios educativos y/o laborales?

Este caso, además, tiene una connotación específica que lo hace aún más condenable si cabe, y es la situación de indefensión y vulnerabilidad de la que parte la víctima. 

Este es el factor que hizo que se nos saltaran todas las alarmas. Sin embargo, tras este suceso hay años y años de abandono institucional a su profesorado, de carencia de recursos para atender como se merece la diversidad, de falta de formación y de motivación, de discursos políticos y mediáticos que promueven el odio y el rechazo a lo diferente, de ausencia de políticas educativas que fomenten una inclusión real, de elevadas ratios y, en general, de desprestigio hacia la labor educativa. 

Es por ello que quedarnos sólo en el dedo que nos señala y evidencia un problema estructural es ignorar todos los factores que de manera entrelazada y compleja influyen en lo sucedido. 

Si no actuamos frente a quienes oprimen, acosan o abusan, somos cómplices de su acción.

Si los centros educativos no son espacios seguros, hemos fracasado como sociedad. 

Si de la pandemia no fuimos capaces de salir mejores de manera global, espero que al menos cada persona, en nuestra parcela de vida, algo podamos aportar.

Yo, al igual que el pequeño colibrí, voy a hacer mi parte.

¿Y tú? 



sábado, 1 de marzo de 2025

Feminismo y Educación

Comienza el mes de marzo, un mes muy importante en lo que a la lucha feminista se refiere. Una lucha que, de manera preocupante, parece volver a hacer más falta que nunca por los diferentes movimientos reaccionarios que se están dando en contrapartida y por algunas situaciones injustas e injustificables que se continúan dando en nuestra realidad.

Y es que creo fundamental que nosotros, los hombres, nos posicionemos en este movimiento y reivindiquemos el feminismo como algo que también nos atañe e incluso que nos beneficia.

Antes de continuar quiero aclarar que no es mi intención, ni mucho menos, hacer sombra a la lucha de tantas mujeres y tampoco apropiarme de un espacio que les es propio. Al contrario: mi idea es abrir nuestra mirada y poder contrarrestar todos aquellos discursos de odio que provienen de las fuerzas políticas ultras y de toda la manosfera

Y es que, como persona que se identifica como hombre heterosexual pero que no cumple los patrones de la masculinidad hegemónica que tan dañinamente se nos impone - fruto del machismo imperante de nuestra sociedad -, creo que el feminismo es un espacio que también nos ayuda a entender que hay otras posibles masculinidades que son plenamente válidas. 

Por desgracia, no ha sido hasta bien adulto que he podido ir tomando conciencia de esto, pues todo ello se convirtieron en motivos de burla, acoso y rechazo en tiempos de colegio e instituto, conllevando sus crisis de identidad y de autoestima.

Quizás ahora, que estamos en otro rol, sea buen momento para recapacitar y poder tanto prevenir que dichas situaciones se repitan, como trabajar también esta diversidad en nuestras aulas y nuestros entornos sociales: Hay muchas formas de ser y de estar en el mundo. 

Creo que cuanta mayor sea la información y el acompañamiento que demos a nuestro alumnado más podremos evitar que sean otros agentes los que les adoctrinen o les lleven por caminos muchos más nocivos, pues cabe recordar que el sentimiento de pertenencia y de reafirmación es un fuerte motor de búsqueda que puede encontrar respuestas erróneas e incluso dañinas si no lo sabemos guiar. 

Por eso es importante seguir trabajando en igualdad en las aulas y en prevención de conductas sexistas, desmontando roles de género y fomentando una educación afectivo-sexual sin censuras y sin tabús, ya que son las herramientas que les ayudará a prevenir abusos y a saber tanto establecer como respetar los límites interpersonales. 

En este sentido es fundamental que no dejemos la realidad fuera de las aulas, que reflexionemos con ellas y ellos sobre cuestiones presentes en su día a día, como ha sido todo lo que ocurrió con Jenni Hermoso y la Real Federación Española de Fútbol tras el beso no consentido de Luis Rubiales o la repugnante actitud del Juez Carretero en el interrogatorio a Elisa Mouliaá.

Cabe recordar que, además de estos eventos de rabiosa actualidad, en nuestro día a día se producen una serie de micromachismos que se manifiestan de una forma más sutil, y que tanto hombres como mujeres podemos caer en ellos por la cultura patriarcal en la que hemos crecido.

Será, por tanto, necesario hacer un enorme ejercicio de tomar conciencia sobre ello y cambiar nuestra mirada, para de esta forma poder desaprender, romper las cadenas que se reproducen y alzar la voz ante lo que no se puede ni debe tolerar. 

Del mismo modo, tocará dedicar tiempos y espacios para desmontar mitos sobre la hombría, fomentar la sororidad y concienciar sobre la importancia del respeto y del consentimiento. 

Para finalizar sólo decir que, como cada año, otro 8 de marzo más nos sobran los motivos para salir a las calles, pero no debemos olvidar que todos y cada uno de los diferentes días del año son igualmente importante para seguir educando y trabajando por la igualdad.