En estos tiempos compulsivos donde todo lleva un ritmo demasiado frenético, y las necesidades del mercado parecen condicionar nuestras vidas y nuestros calendarios, creo que es importante reivindicar la pausa y saber poner freno.
Y es que basta con pararse en ver como, desde unos años para acá, festividades como la Navidad cada vez se adelanta más y más en el tiempo, llegando a convivir en supermercados en el mes de octubre los turrones, los melones y las calabazas.
Que todo esté mezclado, fuera de su fecha o impulsado de manera totalmente premeditada desde el consumo sin medida es algo que, desde las familias y desde la escuela, debemos pararnos a cuestionar y entender que, efectivamente, Noviembre no es Navidad, aunque desde diversos frentes se empeñen en ello.
Y es que, más allá del carácter religioso -aunque de origen pagano- de esta festividad, la Navidad es un fenómeno social que salpica y atañe a nuestras vidas a través de la cultura audiovisual y a través de anuncios, decoraciones, escaparates...
Sin embargo, esa presión por anticiparla cada vez más y más nos arrastra a una vorágine que, desde mi punto de vista, hace que nos perdamos el verdadero presente por estar ya adelantando el mañana.
Entre septiembre y diciembre hay mucho tiempo, tiempo para ver que todo tiene un proceso, tiempo para trabajar la paciencia y saber valorar las cosas cuando llegan, tiempo para despedir el verano, dar la bienvenida al otoño, disfrutar de esta estación, y poder darle cabida a otros eventos, como ha sido el auge de Halloween en nuestra sociedad, sin esa prisa desmedida donde todo confluye y se vuelve superficial.
Esto está muy ligado a nuestra forma de vivir hoy en día, a esa era de la inmediatez donde todo es fugaz y no hay tiempo para la atención plena y para un disfrute profundo y real.
A menudo lo achacamos a la ilusión de la infancia, y sucumbimos rápidamente a ofrecer satisfacción, como cuando usamos el móvil como vía de escape para que se calmen.
Lo malo de estas dinámicas es que tienen una tendencia natural a la aceleración, y en nuestra manos está flexionar sobre ello y decidir que tipo de personas y que tipo de sociedad queremos ser.






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