martes, 18 de junio de 2024

IKIGAI

Ya son casi 10 años desde que empecé mi andadura como maestro especialista de Pedagogía Terapéutica en la Comunidad de Madrid. Ya son 7 años desde que aprobé la oposición y saqué mi plaza. Pero pese a ello una cosa tengo clara: nunca dejo de aprender, y qué gran suerte que así sea.

Durante este curso asumimos un nuevo reto: poner en marcha un aula desde cero con peques que empezaban su primer año de escolarización directamente en una colegio de Educación Especial.

Creo que es importante, antes de continuar, hacer un inciso en este punto sobre el hecho de que niños y niñas de 3 años empiecen su escolaridad directamente en Educación Especial cuando no han agotado todas las vías posibles ni se les ha brindado la oportunidad, por dejadez o por mala fe, de poder cursar la etapa de Educación Infantil en un colegio ordinario con los recursos necesarios para ello.

El hecho es que es la administración quien toma las decisiones, y nosotros y nosotras, profesionales que estamos en las aulas a las que no se nos escucha, las personas encargadas de darles a nuestro alumnado la mejor acogida y la mejor educación posible. 

Así pues, llegados a este punto y teniendo clara la misión, ha tocado ponerse manos a la obra con la gran fortuna de contar con todo un equipo de magnificas personas y excelente profesionales que ha estado este año caminado a mi lado, tanto dentro como fuera del centro. 

Porque, no os voy a mentir, ha habido mucho tambaleo emocional y mucho autocuestionamiento sobre la mejor forma de abordar nuestro trabajo, siempre con afán de crecimiento y mejora profesional. La autoexigencia es lo que tiene.

Pero más allá de todo eso, también ha habido mucho logro conseguido, mucho vínculo sano establecido y mucha satisfacción por mi parte, sobre todo ahora que estamos a final de curso y podemos ver con perspectiva todo el gran trabajo que hemos realizado. 

Es, llegado este momento, donde entra en juego el vocablo que da título a este post, y es que en un post de Instagram pude descubrir la existencia de este concepto y su definición, y me parece de lo más acertado para definir el buen sabor de boca con el que acabo este curso, pues hace referencia al equilibrio que se encuentra entre lo que haces bien, lo que amas, lo que puedes hacer para ganarte la vida y lo que puedes hacer para hacer de este mundo un lugar mejor:

Por todo ello, doy las gracias a mis peques de este curso 23-24 por ayudarme a reafirmar mi Ikigai, y gracias a todas las personas que me han acompañado durante todo ese proceso. 

Espero y deseo que tú, querida lectora o querido lector, encuentres también tu Ikigai.

De momento no puedo más que desearos un feliz y merecido verano.

¡Volveremos en septiembre! 

1 comentario:

  1. "IKIGAI"bonita palabra y gran significado, me gusta. A ver si tu reflexión llega al ministerio y hacen algo, por el bien de los niños y niñas afectados

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