Hablamos a menudo que la escuela tiene el deber de adaptarse para dar respuestas a la realidad en la que vive su alumnado, y en muchos de los casos así lo hacemos quienes estamos comprometidos con nuestra vocación docente, pero hay veces en las que, por defecto, tendemos a continuar con costumbres y tradiciones que arrastramos ya desde antaño.
Hace pocos días hemos festejado el "Día de la Madre", una celebración que, como el "Día del Padre", está bien arraigada en nuestra sociedad. Cuando llegan esos días, en las escuelas hacemos que los alumnos preparen trabajos manuales a modo de regalo para sus progenitores, pero caemos fácilmente en los estereotipos típicos que atribuimos a ambos roles - el de padre y el de madre - y terminamos haciendo cosas como el famoso colgador del retrovisor con el lema "no corras, papá" como si aún viviéramos en el siglo pasado y fuera "el hombre de la casa" el único que puede sentarse ante un volante.
Es más, si ahondamos todavía más en el meollo del asunto, vemos que los modelos de familia que hoy en día existen en nuestra sociedad cada vez son más diversos y variados. Así pues, podemos encontrarnos, además de con la familia considerada "tradicional", con familias monoparentales, familias con progenitores del mismo sexo, familias que hayan sufrido algún proceso de separación y/o divorcio, etc.
Mantener el esquema de padre y madre como la única opción posible, tanto a nivel de escuela como a nivel de sociedad, es negar la realidad de los tiempos en que vivimos y cerrarnos a reconocer que estamos inmersos en una sociedad diversa y plural, en la que todas las personas tienen cabida y merecen ser reconocidas como tal.
Es por ello que creo que una propuesta viable sería sustituir los días del padre, de la madre, etc. por un día único llamado "Día de la Familia". De esa manera no estaríamos discriminando a nadie por situarse en el seno de una familia que no responda a los prototipos de lo que venimos defendiendo - de manera consciente o inconsciente - como único modelo de familia posible.
Así pues, la inclusión no debe darse sólo a nivel de escuela, sino a nivel de sociedad, y cualquier alumno puede no sentirse totalmente partícipe de su grupo clase si ya se siente discriminado por no poseer las condiciones familiares de lo que se viene considerando "normal".
Después de todo, la mayor educación en igualdad es aquella que se desarrolla enseñando a respetar las diferencias. Al fin y al cabo, ¿alguno de nosotros es capaz de definir o tiene derecho a definir lo que es o no es "normal"?
Después de todo, la mayor educación en igualdad es aquella que se desarrolla enseñando a respetar las diferencias. Al fin y al cabo, ¿alguno de nosotros es capaz de definir o tiene derecho a definir lo que es o no es "normal"?
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