Si en la anterior entrada me permití usar una canción de Nach como punto de arranque de la misma, en esta ocasión lo haré haciendo referencia a una canción del grupo Second cuyo título es el que da nombre también a este post.
Cierto es que llevo ya un tiempo considerable sin publicar nada por aquí. Supongo que a veces ocurre que sentimos flaquear nuestras fuerzas para proseguir el camino que hemos iniciado y que acabamos por plantearnos una gran infinidad de cuestiones al respecto. Imagino que no habré sido el primero, ni que tampoco seré el último, por atravesar esa amarga sensación de desajuste entre sus ideales y la realidad. En este caso sólo diré que caer está permitido - después de todo somos humanos - pero que levantarse y reiniciar la marcha es absolutamente obligatorio.
El caso es que la coherencia en este aspecto me parece un factor fundamental, y me era necesario aclarar previamente mis ideas antes de volcar mis reflexiones en esta publicación. Supongo que para ello a veces sólo es necesario salir de nuestro propio punto de vista y analizar toda la situación desde un prisma más global. Después de todo, era mi propia idoneidad para la profesión que consideraba mi vocación lo que estaba en juego.
Es por ello que he concluido que es obligación de los soñadores utópicos como yo seguir aspirando a alcanzar el infinito. Porque cierto es que, tal y como sigue planteado el Sistema Educativo que tenemos, no podemos permitirnos el dejar de soñar ni el dejar de aportar nuestro granito de arena a la causa de hacer nuestro sueño realidad.
Como bien dice la gran María Acaso, "un sólo copo de nieve no hace nada, pero una gran nevada puede cambiar el paisaje". Éste es el concepto de micro-revoluciones que defiende dicha profesora. Por lo tanto, debemos ser en la Comunidad Educativa como esas pequeñas gotas que poco a poco llenan un río y lo desborda, y para ello la constancia y el contagio son nuestras mejores armas. Porque la revolución educativa no va a transcurrir de la noche a la mañana, pero las micro-revoluciones deben ser una constante en nuestro día a día.
¿Por dónde empezar con esas micro-revoluciones? Es muy sencillo. En primer lugar, basta con sacar a relucir y dignificar el valor humano de nuestra profesión, y esto se traduce en contribuir a un buen clima de aula y de centro mediante un trato respetuoso y afectivo con las diferentes personas que componen estos espacios. Al fin y al cabo, trabajamos en Educación, y la Educación comienza por ser educados.
De esta manera, actuamos como modelos. Y ojo, no digo que nadie deba ser modelo de nadie. Antes de nada es necesario entender que constantemente todos aprendemos de todos, y que en la vida uno nunca deja de aprender ni puede permitirse el lujo de pensar que ya no le queda nada más por saber. Necesitamos ser humildes, y al mismo tiempo darle valor a todo aquello que podemos aportar y realzar su importancia. No son posturas contrapuestas, sino más bien complementarias.
Y no hablo ya sólo entre compañeros de profesión, sino también en relación a toda la Comunidad Educativa. Ya va siendo hora de romper ese falso concepto de monopolio del saber que hemos heredado y entender que tanto alumnado como familias tienen mucho que aportarnos también. Es por ello que encontrar espacios para el dialogo entre compañeros, con el alumnado y con las familias se hace vital para seguir creciendo tanto profesional como personalmente.
Porque no todo aprendizaje se basa en abordar una tarea concreta. A veces toca alejarse un poco y observar a nuestro alumnado para ver que temas le interesan o como responden a determinadas situaciones. Y si un determinado alumno o alumna siente necesidad de expresar algo o de compartir una idea, poder encontrar el tiempo y el espacio para darle salida a dicha demanda. Porque hay aprendizaje mucho más allá de aquello que ha sido concebido como exclusivo para enseñar.
Sin embargo, sabemos que ni la legislación vigente ni el Sistema Educativo tal y como está configurado dan cabida a estos planteamientos y que constantemente ejerce una presión sobre quienes creemos que otra manera de enfocar la Educación es posible, llegando incluso a desgastar y a mermar hasta al más utópico soñador.
Es por ello que siempre procuro participar en todos los encuentros y jornadas educativas que me sean posible, porque es ahí donde te haces fuerte, es ahí donde ves que hay más gente dispuesta a soñar y a llevar estos sueños a la realidad, o donde te topas con gente que ha sido capaz de romper con esa lacra de la que veníamos hablando. Compartir experiencias y empaparte de las mismas es vital para mejorar. Conocer nuevos enfoques pedagógicos y nuevas metodologías es esencial para analizarlo todo desde ese prisma más global del que hablábamos al principio. Porque los paradigmas educativos están cambiando, y porque cada vez hay más estudios y teorías que así lo avalan.
Es este el motivo de que siempre os anime a sacar tiempo para compartir estos espacios, porque no se trata de hacer cursos para poder baremar, sino de formarse todo lo posible para poder mejorar, y como decía anteriormente, abogando por una concepción horizontal del aprendizaje. En este sentido, no hay más que ver el gran potencial que esconden las redes sociales para poder generar nuestro propio entorno personal de intercambio de experiencias y todo el aprendizaje que ello conlleva (esto que estoy haciendo yo ahora mismo y que tú estás leyendo en estos momentos es un buen ejemplo de ello).
Así pues, sabemos que aún nos queda un largo camino para alcanzar nuestra meta. Un camino que ya hemos empezado a recorrer, y una meta que nos hemos atrevido nada más y nada menos que ubicar en el infinito. Porque, cuando tendemos a infinito, no hay límites que valgan. Es por ello que nunca dejaremos de ser "demasiado soñadores".
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