Se acerca el 8 de marzo, una fecha que, lejos de lo que sería lo deseable, sigue siendo especialmente necesaria reivindicar, y más aún tras el alarmante auge de algunas ideologías basadas en la descalificación e incluso en la persecución de toda persona u movimiento que apoye y trabaje por la lucha feminista.
Esto ha generado que hayan sido muchas las personas que, de manera abierta y voluntaria, se hayan identificado como defensoras de la causa feminista, algo que, como ya he manifestado en anteriores ocasiones, no sólo atañe a nuestras compañeras, sino que nos compete y compromete a toda la sociedad.
Así pues, tras esta previa aclaración, quiero dejar constancia de que, como persona que se dedica a la enseñanza, entre mis múltiples funciones debe estar la de educar en valores y la de educar en la diversidad, siempre entendida ésta en su sentido más amplio, y no sólo a nivel de discapacidad como a menudo se suele pensar.
Sin embargo, también a título individual siento que tengo el deber moral de ser consecuente con dichos principios, lo que implica procurar que, en mi día a día, quede de manifiesto dicha coherencia.
Es por ello que me defino como feminista, porque trabajo y abogo por los valores que este movimiento representa, tanto en lo que a igualdad de oportunidades y de consideración social que la mujer se merece, como en el rol que nosotros, como hombres, debemos adoptar al respecto y sobre el que tenemos mucho que reflexionar.
Por lo tanto, siempre que pueda seguiré aportando mi granito de arena a favor de los principios de igualdad y de equidad, con la diversidad por bandera y con mucho camino aún por caminar.
Así que ya lo saben:
Apunten mi nombre también.
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