jueves, 19 de junio de 2014

El Mundo Digital

Tal y como acostumbra el gran maestro Pepe Arjona con sus "reflexiones en series", yo hoy voy a recurrir a aquella mítica serie que, a finales de los años noventa, irrumpió en nuestro país para gozo y disfrute de los que por entonces eramos niños y no tan niños.

Dicha serie hablaba sobre un Mundo Digital creado a partir de los datos que circulaban por la red, el cual era un reflejo de nuestro mundo real, y al que un grupo de niños podían acceder mediante un determinado dispositivo.

Todo ello puede sonar a Fantasía o a Ciencia Ficción, pero, al igual que ha pasado con las novelas de Julio Verne, la realidad acaba muchas veces por superar a la imaginación.

Cierto es que no existe ningún mundo alternativo poblado por criaturas capaces de digievolucionar, pero si es cierto que existe todo un Mundo Digital al que podemos acceder mediante nuestros dispositivos y que es fiel reflejo del mundo en el que vivimos, además de que ambos se encuentran en estrecha relación e interconexión.

Así pues, como explicaba Fernando Trujillo en un reciente artículo, lo digital se ha convertido en un elemento básico de nuestro día a día: nos relacionamos a través de redes sociales y aplicaciones de mensajería, nos informamos de lo que ocurre en el mundo a través de Internet, compartimos aquellos contenidos que creemos necesarios o interesantes, solucionamos nuestras dudas consultado Google o Wikipedia, etc.

Si tan presente está entonces todo este Mundo Digital en nuestras vidas, ¿por qué nos seguimos empeñando en darle totalmente la espalda en nuestros centros educativos?

Son muchas las ocasiones en las que nos encontramos, por ejemplo, con la total prohibición del uso del móvil en clase, cuando es nuestra propia sociedad la que ha acabado convirtiendo este elemento en una extensión más de nuestro propio ser y, como bien digo siempre, la escuela no puede funcionar si se halla desconectada de la realidad en la que vivimos. En palabras de Verónica Rivera, "la escuela debe ser la vida".

En determinadas artes marciales como el Aikido se busca utilizar la energía empleada por el contrincante en nuestro propio beneficio. Siguiendo este símil, el problema no es el uso de móviles en sí, sino el cómo se utilicen, además de que será más productivo procurar aprovechar este elemento como herramienta útil de trabajo en el aula que intentar imponer una postura sancionadora al respecto.

Es más, ¿cuántos de nosotros no ha estado en una reunión o conferencia y ha estado utilizando su dispositivo móvil al tiempo que prestaba más o menos atención a lo que allí se estaba comunicando? Si ni siquiera nosotros mismos somos capaces de desprendernos del móvil en este tipo de situaciones formales, ¿por qué nos empeñamos en que nuestro alumnado si se desprenda de él en el aula?

Queramos o no, el Mundo Digital ha venido para quedarse, y renegar de él sólo nos crea desconexión con los tiempos que corren y para los cuales la escuela debe preparar. Educar en el uso de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación será una pieza clave en nuestras aulas si queremos que nuestro alumnado sean ciudadanos totalmente competentes, con pensamiento crítico y bien formados, capaces de gestionar correctamente toda la información que tienen a su alcance para convertirla en conocimiento, y de esta forma ser capaces también de aprender, desaprender y volver a aprender.


Yo hace ya 10 años que realicé mis prácticas de la carrera de Magisterio de Educación Especial en un centro ordinario con integración preferente de alumnado con algún tipo de afectación mental, y me resulta curioso como, ya entonces, cuando en lugar de TICs aún hablábamos de nuevas tecnologías, aproveché el ordenador del que disponíamos en nuestra aula para instalar un par de programas con los cuales poder desarrollar mejor mi tarea docente. Uno de esos programas pertenecía a la saga Trampolín, un software diseñado para trabajar tareas escolares de forma atractiva a través del ordenador, y el otro era un programa de diseño gráfico muy sencillo con el cual poder crear calendarios, postales y otros elementos similares, todo ello basado en el popular videojuego hecho serie Pokemon.

Yo por entonces aún no era muy consciente de todo lo que he expuesto aquí ahora, pero, ya sólo por sentido común, supe que fomentar esa dinámica con mi alumnado haría que los aprendizajes fueran más gratificantes y las clases más amenas.

Con todo ello vengo a decir que innovar no es tan complicado como puede parecer. No se trata sólo de sustituir las famosas transparencias por un Power Point (un vicio cada vez más extendido), sino de tener iniciativa y motivación por probar nuevas metodologías, utilizando las herramientas de las que ya disponemos y adaptándonos a los tiempos que corren.

Cierto es que haría falta introducir en la formación del profesorado todo este tipo de dinámicas y herramientas, así como la aplicación de las mismas y los recursos de los que disponemos a través de ellas, pero el debate sobre la formación del profesorado lo dejo ya para otra futura entrada, que el tema da para eso y más.

Antes de terminar, me gustaría hacer una especial mención a Santiago Lozano, el cual acaba de graduarse ahora en Magisterio, y con el que he tenido el gusto de debatir en varias ocasiones sobre el tema que hoy os traigo. Es gracias a la última de esas charlas que hemos tenido que me he sentido inspirado para escribir esta nueva entrada, así que desde aquí mi agradecimiento y mi enhorabuena por su merecida titulación.

martes, 3 de junio de 2014

¿Enseñamos a Aprender?

A estas alturas del año vemos a menudo como muchos alumnos y muchas alumnas se juegan el curso o el pase a la universidad apelando a un sistema de estudio bulímico, es decir, embotándose de contenidos sin sentido para luego vomitarlo todo en un examen cuyo mayor referente para medir el "aprendizaje" es la memorización.

Sé que el paradigma actual nos habla del concepto de competencias básicas y de la necesidad  de fomentar entre nuestro alumnado el denominado "aprender a aprender". Sin embargo, esto queda aún muy lejos de la realidad que vivimos en nuestra aula cuando seguimos propiciando un modelo de enseñanza y evaluación en la línea de lo que veníamos diciendo en el párrafo anterior.

Es por ello que se hace altamente necesario, y más si queremos llevar a cabo esta transición de modelo de aprendizaje, que no sólo enseñemos en clase el qué aprender, sino también el cómo aprenderlo, fomentando el conocimiento de diferentes técnicas y facilitando un buen bagaje de herramientas para ello.

Como docente que a lo largo de su trayectoria profesional ha trabajado en clases de refuerzo y de preparación para superar las pruebas de acceso a la universidad y de acceso a grado medio y superior, puedo decir que la gran carencia que vi entre los estudiantes que tuve el gusto de atender era la de saber gestionar los contenidos que se debían estudiar, y lo cierto es que no me extraña en absoluto.

Recuerdo que, hasta que no llegué a mi etapa universitaria, nadie me explicó las distintas técnicas y estrategias existentes para facilitar nuestro proceso de aprendizaje, y aún a día de hoy me sigo preguntando porque nunca nadie se paró un momento a enseñarnos este tipo de cosa a lo largo de nuestra escolaridad, pues parece que después de tantos años nada ha cambiado aún.

Seguimos haciendo que nuestros alumnos estudien recitando apuntes o aplicando fórmulas que ni siquiera ellos entienden para qué sirven o el por qué se aplica un determinado algoritmo o procedimiento.

¿Por qué no enseñarles la gran utilidad que tienen el hacer un buen subrayado (en lugar de subrayar párrafos y párrafos completos), saber extraer las ideas y claves de cada texto o realizar nuestros propios esquemas o mapas conceptuales? Por experiencia propia y ajena puedo decir que las grandes mejoras que se producen cuando se dispone de este gran abanico para afrontar el aprendizaje, y fomentando la autonomía para que cada estudiante lo afronte de la manera que más productiva le resulte, ya que, como sabemos, cada alumno y cada alumna tiene un estilo propio de aprendizaje que debemos respetar y al que debemos adaptar nuestra labor docente.

Cierto es que esto no puede conseguirse de un día para otro. Se trata de fomentar progresivamente este tipo de actitudes y competencias hasta que cada alumno y cada alumna haga de su propio estilo de aprendizaje una forma innata de afrontar cada nuevo proceso de estudio, con él que llegue a sentirse cómodo y seguro.

Para ello, además de las técnicas y estrategias citadas con anterioridad, hoy contamos con el gran avance que han supuesto las Tecnologías de la Información y de la Comunicación y sus aplicaciones en el ámbito de la educación. Internet es una puerta abierta al mundo, y a través de la red podemos acceder a un sinfín de conocimientos planteados de distintas maneras y basados en diferentes fuentes.

Enseñar aprender también es, por lo tanto, enseñar a hacer un uso adecuado de toda esa información que fluye a una velocidad vertiginosa por la red, para aprender a gestionarla y saber distinguir entre aquella información que nos resulte de utilidad y aquella que podemos descartar, siempre bajo una visión crítica que nos ayude a movernos por la delgada línea entre aquello que merece o no nuestra credibilidad y/o fiabilidad.

En resumen, se trata de fomentar la construcción del propio aprendizaje y no la reproducción del ya establecido por otros. No olvidemos que, tal y como podemos ver reflejado en el siguiente gráfico, cuanto más nos involucramos más aprendemos:


Así pues, ánimo a todos los que ahora os estáis enfrentando o a los que os estáis apunto de enfrentar a vuestra etapa final del curso a que lo hagáis lo mejor posible. Sólo espero que las ideas aquí reflejadas, seáis docentes, alumnado o parte de la comunidad educativa en general, os puedan servir de ayuda ahora o en próximos cursos. Cualquier consulta no dudéis en comentarla ni tampoco en aportar lo que creáis oportuno al respecto.

¡Un saludo!