lunes, 31 de diciembre de 2018

Reflexiones antes de Navidad

He estado dándole muchas vueltas a la idea que quería compartir con vosotros y vosotras en este post durante el último mes, un mes que, por regla general, suele tener una agenda bastante apretada entre final de trimestre, preparaciones festivas y compromisos variados, lo que ha generado que la publicación de esta entrada haya ido retrasándose a lo largo del mismo hasta llegar a la presente fecha en la que nos disponemos a despedir el año 2018 y dar la bienvenida al 2019.

Sin embargo, no quería yo terminar el mes de diciembre sin reflejar tales reflexiones, pues creo que van muy asociadas a este mes y a todo lo que implica.

Y es que diciembre es, queramos o no, el mes de la Navidad, una festividad que, en mi opinión, ha traspasado desde hace mucho tiempo su frontera de fecha elegida para rememorar un hecho religioso - y digo elegida porque ya sabemos que fue una forma de amoldar las nuevas celebraciones cristianas a las que ya existían anteriormente con carácter pagano -, y se ha implantado como una tradición que compartimos todos y todas a nivel familiar y/o social.

Casualmente, al volver a casa para pasar las fiestas en mi ciudad natal, Ceuta, me he encontrado con que se ha colocado este cartel en un espacio significativo de la localidad, y digo casualmente porque creo que encaja muy bien con la idea que vengo a defender:


Yo, por un lado, he crecido en el seno de una familia cristiana que me ha educado en una serie de enseñanzas, creencias y valores acordes a ello. Sin embargo, con el paso del tiempo, he ido alejándome de la parte de las creencias, pero no así de las enseñanzas y los valores que se me inculcaron, tales como el compartir, el acoger, el respeto mutuo o el amor al prójimo, sin condiciones (cuestiones morales básicas, a mi entender).

Por otro lado, he nacido en un punto geográfico, situado entre dos mares y dos continentes, donde confluyen en un pequeño espacio de tierra diferentes culturas, hecho que muchas personas abordan desde la simple coexistencia, pero que, para muchas otras, ha supuesto una oportunidad para la convivencia, para el encuentro y para el aprendizaje mutuo.

Después de todo, siempre he defendido el papel enriquecedor de la diversidad.

La suma de estos hechos ha generado que, cuando se ha celebrado la Navidad en mi casa, haya habido ocasiones donde hemos compartido dicha celebración con personas allegadas de otras creencias, al igual que yo he tenido la suerte de poder participar en otro tipo de celebraciones religiosas propias de otras culturas con las que he convivido en esta ciudad.

No seré yo quien compare o exponga como deben trabajarse de cara al resto de la sociedad otras festividades ajenas a las que, por cultura, se me han inculcado, pero sí que puedo decir que, la Navidad, como festividad destacada tanto en el mundo occidental como en la hegemonía de los contenidos de carácter audiovisual que consumimos, está presente en nuestras ciudades, en nuestros barrios y también en nuestros centros educativos, pues estos no dejan de ser un reflejo de la sociedad que les rodea, por lo que no pueden permanecer aislados de la misma.

Nuestros y nuestras discentes, sean de la cultura que sea, vivencian la Navidad en el día a día fuera del entorno escolar. La Navidad inunda las calles, las televisiones y los comercios, se convierte en algo socialmente significativo, y nosotros y nosotras, como profesionales del mundo de la educación, tenemos que atender a las inquietudes de nuestro alumnado y dar respuesta a todo aquello que les pueda ser significativo.

La Navidad, a nivel pedagógico, nos ofrece un espacio para trabajar valores como los ya nombrados con anterioridad en este post, además de la convivencia, la coeducación o la educación en la diversidad, y también para potenciar los aspectos que nos unen y desmentir esos tópicos que nos enfrentan y nos dividen.

Como país y como cultura de acogida, creo que tenemos el deber de generar espacios de encuentro y de inclusión, y propiciar que cualquier persona pueda - no que deba -  participar de las tradiciones y las costumbres que estamos celebrando.

No me valen argumentos como "es que eso en otros países no lo harían" o eso de diferenciar entre "lo nuestro" y "lo ajeno" como si nos separase un muro infranqueable, porque, si no recuerdo mal, en los valores en los que se me educó se hablaba de todo ello, del acoger, del no juzgar, del no diferenciar, del compartir de manera desinteresada, y con este tipo de acciones, en un mundo cada vez más plural y globalizado, tenemos la oportunidad de preparar a nuestros descendientes para que éste sea cada día mejor.


¡Felices fiestas!


De todas y todos.


Para todas y todos.


¡Y próspero año 2019!

jueves, 29 de noviembre de 2018

"Fake to Face"

Hay últimamente un tema que cada vez empieza a preocuparme más por la notable influencia que ejerce sobre nosotros y por la rapidez con la que se puede llegar a extender. 

Cierto es que, como hemos señalado ya anteriormente en este blog, actualmente nos encontramos inmersos en un Mundo Digital que, si bien nos abre las puertas a multitud de conocimientos y de posibilidades, no deja de tener también un lado oscuro, el de la desinformación, que se presenta ante nosotros a menudo bajo el nombre de las bautizadas fake news.


Durante el pasado verano, se habló mucho de la propuesta de crear una asignatura en los centros de enseñanza secundaria de nuestro país para prevenir al alumnado ante la proliferación de este tipo de falsedades, cuyo mayor eco y repercusión se produce gracias a lo fácil que nos resulta compartirlas en redes sociales o en aplicaciones de mensajería, sin que a menudo nos paremos a cuestionar o a valorar lo verídico de dicha información. 

Sin embargo, no creo que sólo nuestros y nuestras jóvenes sean quienes deban estar prevenidos ante este tipo de prácticas, pues es algo que me encuentro a menudo día tras día tanto en mis redes como en conversaciones de personas adultas.

Quizás el gran poder que tienen la fake news es el de calar lo más hondo posible a través de nuestros prejuicios, nuestras ideas y nuestras emociones. Las fake news se cuelan en nuestra mente abriéndose paso a través de lo visceral, de removernos por dentro ofreciéndonos aquello que queremos leer u oír para confirmar así nuestras creencias o reafirmarnos en nuestros argumentos, en unos tiempos donde, lejos de haber avanzado, muchos y muchas siguen creyendo que todo lo que salga en las redes o los medios es, por ende, la verdad.

Tampoco se les puede culpar de ello deliberadamente, porque la mayoría no fueron educados para eso (o quizás, simplemente, no pudieron acceder a una educación), y también tienen que familiarizarse con todos estos nuevos avances tecnológicos para los que tal vez no estaban preparados, pero sí que se hace fundamental tomar medidas al respecto.


Es, por tanto, que no sólo creo necesario el que se trabaje en nuestros centros educativos la prevención ante la posverdad, sino que, además, hay que seguir insistiendo en que tenemos la gran responsabilidad de fomentar en nuestro alumnado el pensamiento crítico, el uso de un debate asertivo, o la construcción de la propia identidad y del propio ideario en torno a argumentos sólidos y veraces, y de valores como el respeto y la tolerancia.

En los tiempos que corren, se hace realmente necesario enseñar a nuestros alumnos a alumnas a contrastar toda la información que llegue a sus manos o a sus oídos, a no dejarse llevar por la inercia colectiva de alimentar o de extender el bulo, y a dudar de todo, incluso de lo que nosotras y nosotros mismos les podamos hacer llegar, cuestión por la cual como asignaturas como ética o filosofía cobran una importancia fundamental.


Además, hay que concienciar también sobre las dimensiones que tiene toda nuestra actividad en internet, sus consecuencias directas o indirectas y sobre un uso adecuado de las tecnologías de la información y de la comunicación, las TIC.

Es por ello que nosotros y nosotras, como personas adultas que somos, tenemos que empezar a educar no sólo con nuestra palabra, sino también con nuestro ejemplo, actuando de forma sensata y coherente en nuestras redes sociales y en nuestra vida diaria, siendo conscientes y responsables de los consecuentes que genera el que demos por hecho ciertos datos o hechos y participemos en su proliferación, pues no debemos olvidar que, con estas malas prácticas, estamos contribuyendo a distorsionar el verdadero conocimiento, ese que, en teoría, queremos que nuestros aprendices y/o descendientes alcancen. Además, y quizás aún más preocupante, alimentamos emociones tan negativas como el odio, el rechazo, el miedo, la frustración, la intolerancia o, incluso, la violencia.

Por lo tanto, cada nueva noticia falsa que compartamos, cada nueva información dudosa a la que demos divulgación, será otro ladrillo que, al igual que en la canción de Pink Floyd, añadiremos al muro, ese muro que, poco a poco, cada vez nos separa más y más.

Os dejo, para finalizar, un fragmento de la novela 1984, de George Orwell sobre el que gustaría que reflexionaseis. Quizás os parezca una exageración, pero es un poco hacía lo que camina, si no lo remediamos, nuestra vigente sociedad, hacia un malestar colectivo y manipulado que se provoca y se contagia de manera irremediable. En nuestra mano está el evitar esta distópica realidad:

"Lo horrible de los Dos Minutos de Odio no era el que cada uno tuviera que desempeñar allí un papel sino, al contrario, que era absolutamente imposible evitar la participación porque era uno arrastrado irremisiblemente. A los treinta segundo no hacía falta fingir. Un éxtasis de miedo y venganza, un deseo de matar, de torturar, de aplastar rostros con un martillo, parecían recorrer a todos los presentes como una corriente eléctrica convirtiéndole a uno, incluso contra su voluntad, en un loco gesticulador y vociferante. Y, sin embargo, la rabia que se sentía era una emoción abstracta e indirecta que podía aplicarse a uno u otro objeto como la llama de una lámpara de soldadura autógena".

lunes, 5 de noviembre de 2018

Primera Persona del Plural

Dice la filosofía Ubuntu que "yo soy porque nosotros somos, y dado que somos, entonces yo soy". 

Sin embargo, a menudo pasa que, en esta sociedad tan frenética e individualista, se genera una tendencia implícita a que nos olvidemos de casi toda esta frase y a que solamente nos quedemos en el "yo".


Es por ello que hoy vengo a poner de manifiesto la importancia de reinvidicar la primera persona del plural, tanto en la sociedad en general como, de manera más especifica, en nuestros entornos educativos en particular.

Es más que sabido que, desde los centros escolares, tenemos el deber de formar al alumnado no sólo para ser parte de esta sociedad, sino también para transformarla y mejorarla, y para ello tienen que comprender la importancia de sus actos y sus acciones, y la dimensión y consecuencias que éstas puedan llegar a alcanzar.

Sin embargo, eso no es algo que se aprenda mediante un algoritmo o método concreto, sino que va a depender de múltiples factores y de su propia experiencia vital, una experiencia sobre la que la escuela y las personas que la conformamos jugamos un papel esencial.

Si en la anterior entrada ya os hablaba de lo fundamental que resulta el sumar para restar y restar para sumar, en la presente quiero hacer especial hincapié en la imperiosa necesidad de escapar del clásico individualismo que durante tantos años ha marcado la función docente (mi aula, mi asignatura, mi tutoría, mi alumnado, mi clase...) para posicionarse en una perspectiva mucho más diversa y plural, una perspectiva donde ya no sólo hagamos equipo con los compañeros y las compañeras de ciclo, de departamento o de nivel, o donde no sólo seamos responsables de los chicos y chicas que asisten a nuestra clase, sino donde entendamos que un centro educativo funciona de verdad cuando las personas que lo conformamos, con nuestras semejanzas y nuestras diferencias, con nuestros roles y nuestras funciones, trabajamos al unísono colaborando en un clima de cordialidad, compañerismo y respeto mutuo. 

Cómo dice un proverbio africano, "para educar a un niño hace falta la tribu entera", pero ese educar no sólo se limita, como alguna vez hemos referido ya en este blog, al acto consciente de enseñar, sino que también lleva implícito todo el proceso de aprendizaje que se produce de manera inevitable en la convivencia diaria (aquello que se conoce como currículo oculto), y es por ello que nuestra actitud y nuestro buen ejemplo resultan esenciales en dicha tarea.

Además, el trabajar todos y todas a una no sólo va a influir en la buena atmósfera del centro, sino que además nos puede ayudar a unificar criterios, líneas de trabajo o cuestiones metodológicas que van a acompañar a los y las discentes a lo largo de toda su vida escolar, como, por ejemplo, el proceso de aprendizaje de la lectoescritura, o la forma de ejecutar las restas con llevadas, los análisis sintácticos, etc.

Y no sólo eso, sino que ante determinados casos más concretos, como puede ser ante la presencia de alumnado con necesidades educativas específicas, buscaremos unificar criterios y formas de proceder para que todos y todas ofrezcamos una respuesta común acorde a su necesidad y así evitar situaciones donde cada persona actúe según su propio parecer.

Y es que, queramos o no, como bien dice la filosofía Ubuntu que dio comienzo a este post, no existe un yo si no hay una primera persona del plural que lo haga posible.

Porque el ser humano es un ser social, porque vivimos y crecemos en comunidad, y porque, ni nuestras aulas pueden seguir estando cerradas y ajenas a lo que pasa en el resto del centro,  ni el centro puede permanecer aislado de su entorno y del contexto social donde puede incidir y sobre el que debe trabajar.


Sal de ti mismo.

Colabora.

Coopera.

Conecta.

Construye.

¡Seamos!



sábado, 20 de octubre de 2018

"Sumar para restar. Restar para sumar"

A menudo pasa que, en el imaginario común, se concibe el trabajo que se desarrolla en los centros escolares como una tarea sencilla que no requiere de mucha preparación personal. 

Sin embargo, esta concepción peca de no tener en cuenta que, al igual que pasa en nuestra sociedad, la escuela es un entorno complejo donde entran en juego múltiples factores y variables que no siempre sabemos ver, entender o gestionar.

Es por ello que me parece importante pararse a reflexionar sobre como, desde nuestro peculiar punto de vista, seamos alumnado, profesorado, equipo directivo, familia o personal laboral, podemos contribuir a mejorar el clima y el buen ambiente de trabajo en nuestros centros. 

Para eso, hay que tener en cuenta la paradójica frase que da título a esta entrada, pues de eso se trata, de sumar para restar, y de restar para sumar, de manera que ambos procesos reviertan en una mejora de nuestros contextos educativos y, por ende, de la calidad de nuestro trabajo y de la respuesta educativa que, mediante este, ofrecemos.

De este modo, si sumamos esfuerzos, si cooperamos desde la empatía y el respeto mutuo, si compartimos recursos o si prestamos nuestra ayuda desinteresada, por pequeña o grande que pueda ser, estaremos restando momentos de descoordinación, de frustración o de sentirse solo, perdido e incomprendido en el entorno escolar.

Por otro lado, si restamos problemas y rencillas personales, si restamos carga burocrática o nuestra propia rigidez, si desterramos erróneos y malos pensamientos o rumores sensacionalistas, si evitamos que nuestros prejuicios y nuestras "mochilas" puedan lastrar nuestro buen hacer o enturbiar el ambiente de trabajo, sumaríamos actitudes positivas y buena predisposición para ejercer de la manera más óptima posible nuestra labor y generaríamos espacios acogedores donde a todos y a todas nos guste asistir, compartir y participar. 

Después de todo, no deja de ser un proceso cíclico donde lo positivo que sumamos nos ayuda a restar, y esta misma resta es la que nos ayuda a seguir sumando, a seguir mejorando.

Al fin y al cabo, en eso debería consistir el proceso educativo, ¿no? En crear un ambiente de aprendizaje propicio para nuestro alumnado y, ¿por qué no? También para nosotros y nosotras como personas adultas que participamos en él y que tenemos la responsabilidad de hacerlo posible, así que no lo olvides, valora desde tu posición que puedes hacer para sumar, valorar que es lo que necesitas restar, y ponte manos a la obra.

Restemos inconvencientes.

Sumemos posibilidades.

Trabajemos todos y todas de manera conjunta por una Educación de calidad. 



miércoles, 26 de septiembre de 2018

"Abre tus aulas y echa a volar"

Este pasado fin de semana tuvo lugar la Escuela de Verano que organiza el colectivo Escuela Abierta, en Getafe; un evento que ya marca una fecha señalada al comienzo de cada nuevo curso escolar.

En esta ocasión, la temática que se abordó durante este encuentro educativo fue la de los cuidados en la escuela, un tema sobre el cual ya había escrito yo una vez en este blog a raíz de un evento similar celebrado en 2017 en Segovia de la mano de Conspiración Educativa, y me honra mucho saber que dicho texto al que di forma por aquel entonces ha tenido una gran acogida y repercusión durante el desarrollo de esta última jornada.


Quizás esto mismo haga pensar que, como es un tema sobre el cuál ya he reflexionado con anterioridad a través de esta plataforma, no tenga mucho más que aportar, y en parte no faltaría razón, pero me sigue pareciendo una cuestión de vital importancia a tener en cuenta en nuestra realidad escolar cuando los tiempos que corren nos imponen cada vez con más presión unos modelos frenéticos y totalmente deshumanizados.

Este hecho hace que, por poner el foco sobre, en mi opinión, un concepto erróneo de excelencia y sobre la competitividad y la productividad ante todo, se pierda de vista la importancia del bienestar social y personal. Tal y como se nos comunicaba durante el desarrollo del encuentro, "hay cuidados que descuidan", y creo que eso es lo que ocurre cuando, por querer cuidar ciertos aspectos a los que damos importancia en la sociedad actual, olvidamos atender aquello que realmente resulta importante y esencial.


En este sentido, parafrasenando también lo hablado durante el fin de semana, "hay que saber diferenciar entre los cuidados por compasión y los cuidados por equidad", es decir, salir de aquel concepto unidireccional y vertical por el que entendemos el hecho de cuidar y centrarnos en un plano más holístico e inclusivo, un plano donde todas y todos tengamos cabida, y que realmente atienda a la diversidad que nos es inherente en nuestra condición de seres humanos.

Y es que debemos dejar de entender la diversidad únicamente como sinónimo de necesidades educativas especiales, y comprender que abarca mucho más, que abarca múltiples maneras de ser, de sentir, de proceder, de aprender, de amar, etc. 

Es un hecho sobre el que se quiso poner especial hincapié durante el transcurso del fin de semana, pues aceptar que la diversidad es una característica básica y enriquecedora de nuestra sociedad es el primer paso para que todas y todos nos cuidemos en un marco de convivencia y de respeto mutuo.


Así pues, fue un placer poder compartir este espacio junto a mis compañeras del grupo de Atención a la Diversidad de Acción Educativa, junto a las cuales tomamos un papel activo formando equipo y destacando la importancia de los cuidados en el campo educativo que nos une bajo el paraguas de este paradigma que venimos defendiendo.

Se trata de un grupo de personas maravillosas con el que me siento ampliamente cuidado en la inmensidad de esta gran ciudad que tan bien te acoge pero que, a la vez, tan perdido te puede hacer sentir estar.

Después de todo, se trata de romper ese concepto de la persona docente (y no docente también) como una isla perdida y remota, que debe enfrentarse en solitario a los designios de un extenso, caprichoso y a veces peligroso mar.


Únete.

Cuídate.

Cuídales.

Forma archipiélagos.

Toma la llave.

Abre las cerraduras.

Rompe las barreras.

"Abre tus aulas y echa a volar"



viernes, 7 de septiembre de 2018

Mismo destino, nuevas sensaciones

Septiembre ya ha llegado y, tras un necesario periodo de descanso y desconexión en mi tierra natal, toca afrontar con ilusión y entusiasmo un nuevo curso escolar; un nuevo curso donde, tras algunos años de intentos fallidos de continuar en el colegio donde hubiera ejercido el curso anterior, repito en el mismo centro educativo de manera consecutiva, pues es el centro que ya me ha sido asignado como destino definitivo ahora que, después de haber afrontado el proceso opositor en varias ocasiones, por fin tengo mi plaza.

Eso hace que por fin pueda dar continuidad al trabajo comenzado el año anterior, algo que siempre he echado en falta desde que empecé a desarrollar mi labor docente como maestro interino en la Comunidad de Madrid, teniendo la sensación de que siempre dejaba a medias todo lo iniciado año tras año en cada nuevo destino en el que me tocaba estar.

Lo peor de todo esto, como ya he defendido en otras ocasiones, es que ello repercute, en muchos de los casos (salvo en algunas ocasiones en las que, por desgracia, se trata más de un alivio que de una perdida), en la calidad de la atención educativa que se les presta a los chicos y chicas que conforman nuestros centros, pues que tengan continuidad con sus personas de referencia significa que ya se parte de un entorno de confianza y de un conocimiento mutuo que ayuda mucho a que, tanto el trabajo a desarrollar como las relaciones personales que de esta interacción se generan, fluyan de una manera mucho más cercana y natural, partiendo todas las partes de una base previa. 

Es por ello que estoy realmente contento con poder seguir este año trabajando con parte del que fue mi grupo durante el curso anterior, y de disponer ya de un espacio propio acondicionado para ellos y para dar la bienvenida a los nuevos miembros que lo van a conformar.

Además, me parece una gran suerte poder seguir contando en mi equipo de trabajo profesional con algunas personas con las que ya he tenido el gusto de trabajar y colaborar de una manera muy eficaz, implicada y positiva, además de compartir centro con muchas otras personas con las que, aunque no trabaje directamente, me alegra mucho poder contar. 

En definitiva, espero que este nuevo año sea otra oportunidad para seguir creciendo, aprendiendo y mejorando, para seguir cumpliendo metas, alcanzando objetivos y para ofrecer a mi alumnado lo mejor de mi persona en todo momento en estrecha colaboración y cooperación con el resto de personas que conforman nuestro colegio y nuestra comunidad, contribuyendo con ello al buen clima de centro y poner así mi granito de arena para hacer que éste sea un lugar donde a todos y a todas nos guste estar. 

¡Feliz comienzo de curso a todas y a todos!

¡Y todo mi apoyo para quienes este año tenéis que volver a opositar!


jueves, 28 de junio de 2018

Junio agridulce

Si, según la película, noviembre es un mes dulce, yo digo que junio es un mes con sabor agridulce, pues es un mes donde se mezcla el agradable olor de las vacaciones de verano que ya se aproximan con amargas despedidas y con una necesaria dosis de autoevaluación.

Lo cierto es que, como decía un buen amigo y compañero de profesión con el que dialogaba sobre este tema, los que trabajamos en Educación tenemos muy marcados estos períodos lectivos con principio, desarrollo y final, los cuales se repiten cada nuevo año escolar, y que, en mi caso, siempre invitan a la reflexión.

Y es que, queramos o no, todo fluye constantemente, y todo se halla en continuo movimiento, y así, aquellos compañeros y compañeras que aún son interinos deben seguir despidiéndose de ti y del alumnado que habéis compartido, al igual que, aunque no seas tú quien se marche, habrá alumnos y alumnas que sí lo harán, dejando tanto compañeros y compañeras como alumnado su correspondiente huella de cariño y de nostalgia, pues todo lo vivido supone una experiencia vital más que debemos valorar. 

Durante todos estos años atrás, esas despedidas, por mi condición de maestro interino, solían ser cíclicas: año tras año se producía el mismo proceso de llegar, conocer, conectar y despedir. Sin embargo, ahora es distinto, o debería ser distinto, porque mi nueva condición de funcionario con destino definitivo en mi colegio actual me brinda la oportunidad de continuar ejerciendo la profesión que tanto aprecio en el mismo centro escolar, algo que hasta ahora no había ocurrido nunca y que me aporta cierta tranquilidad.

No obstante, este hecho no me exime ni de ese proceso de despedidas que os comentaba con anterioridad ni tampoco de hacer un necesario balance de como se ha desarrollado el presente curso y de como lo he sabido (o no) afrontar.

Ya el año pasado, sobre esta misma fecha, os hablaba de que "una gran responsabilidad conlleva un gran poder", y lo sigo manteniendo. Trabajar en Educación Especial es toda una gran responsabilidad, no tanto ya por la parte del tipo de alumnado al que buscaremos la mejor manera de dar una respuesta educativa (que también), sino además por el enfoque personal y humano que trabajar en estos contextos conlleva, como ya os conté en su día cuando os presentaba el desconocido mundo de la Educación Especial.

Y es que, cuando te implicas de lleno en cuerpo y alma en este trabajo, todo se vive con muchísima intensidad, y se alternan los momentos angustiosos con los momentos dignos de rememorar.

Saber valorar lo positivo y saber sobreponerse y aprender de la adversidad se convierte, en estos casos, en una destacada prioridad.

Lo que sí puedo afirmar con orgullo y convicción es que siempre he procurado aportar de mí todo lo mejor, lo cual no quita que aún así haya cosas que se puedan mejorar, pues nadie es perfecto, pero nos mueven las ganas y la vocación por hacer de cada día un día mejor, y agradezco enormemente el poder contar en este recorrido con personas maravillosas e implicadas en esta profesión. 

Lo importante ahora es desconectar y descansar a la espera de que llegue septiembre y veamos lo que el nuevo curso nos puede deparar. 

Otro año más para seguir aprendiendo.

Otro año más para seguir creciendo.

Otro año más para recordar.

¡Hasta septiembre!


sábado, 26 de mayo de 2018

"Fluir Fácil por la Forma, Fondear Fuerte en el Fondo"

El pasado sábado día 19 de mayo tuvo lugar el IV encuentro de Conspiración Educativa, un joven colectivo de personas altamente implicadas y comprometidas que se engloba dentro de los llamados Movimientos de Renovación Pedagógica (MRP) y en el que tengo la gran suerte de poder participar. 

En esta ocasión, nuestras compañeras Patri y Malú nos presentaron, tras amenizar el arranque del evento con una serie de divertidos pero críticos sketchs de corte educativo, su "Máquina de Desaprender", como forma de eliminar de nuestras cabezas y de nuestros contextos educativos aquellas creencias irracionales y aquellos pensamientos tóxicos que a menudo tenemos tan normalizados e interiorizados, para desterrar así posibles prejuicios y/o malas praxis a la hora de trabajar con la materia prima tan valiosa que cae en nuestras manos.

Lo cierto es que esto sólo fue el preámbulo del encuentro, pues si el año pasado el tema principal sobre el que giraba toda la jornada eran los cuidados en Educación, en este caso lo hacia en torno al Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), una metodología que, pese a que actualmente se nos presente como innovadora, ya estaba a la vanguardia hace un siglo.


Sin embargo, yo he preferido centrarme en esta presente entrada en el tema del desaprender, ya que considero que es pieza clave y fundamental en cualquier tipo de cambio educativo que nos queramos plantear, pues mucho se dice sobre los discentes y sobre las posibles formas de mejorar su proceso de aprender, pero poco se dice sobre las personas adultas que estamos con ellas y ellos y, que, en muchos de los casos, ya sea de manera consciente o inconsciente, viciamos este proceso y el desarrollo ya no sólo académico, sino también personal, del alumnado con el que debemos trabajar.

Es por ello que cualquier mejora educativa que se precie debe empezar por una profunda reflexión y un significativo cambio de actitud por parte de quienes debemos hacerlo artífice. En primer lugar, por motivos de efectividad metodológica, o lo que es lo mismo, porque ninguna nueva propuesta metodológica que se nos haga tiene sentido si no salimos de aquella idea tan nuestra de aplicar todo lo que cae en nuestras manos de manera dogmática en busca de la panacea educativa, sin realmente romper con todas aquellas creencias previas que comentábamos con anterioridad. Lo importante en este caso parte de un trabajo tanto personal como colectivo, el cual consiste en analizar, interiorizar y adaptar cualquier nueva propuesta a nuestra realidad, para poder transformarla desde dentro. Al fin y al cabo, no tiene sentido querer aplicar un método educativo que no nos creemos y sobre el que poco podemos esperar.

En segundo lugar, pero no por ello menos importante, por puro bienestar, tanto nuestro como de las personas que nos rodean, sean alumnado, compañeros y compañeras o parte de la comunidad. Porque no debemos olvidar que nuestro trabajo tiene un factor humano que lo hace, al mismo tiempo, tan natural como excepcional. Es por eso que, entre tanta carga curricular, tanta norma y tanto afán de autoridad, no debemos olvidar que, ante todo, somos personas, y como tal nos autodebemos y se nos debe respetar nuestra dignidad.  

Ya he hecho referencia a ello en alguna ocasión cuando he hablado del Maestro Espejo o de la diferencia entre Tiempo y Clima, y es que hay una parte de currículo oculto muy potente en todo contexto educativo de la que a menudo no somos conscientes, pero que tiene muchísimo mayor impacto en nuestros alumnos y alumnas que cualquier lección formal. Es por ello que abogo por una Educación centrada en las personas que de ella participan, pues no podemos educar para hacer mejor la sociedad si antes no hacemos de nuestros centros y entornos educativo unos contextos sanos y libres de actitudes tóxicas o negativas.


Ello implica, por un lado, romper con algunas viejas ideas y formas de proceder que venimos arrastrando generación tras generación basadas en el autoritarismo y en un formato magistral, para avanzar de forma paulatina hacia unos modelos más democráticos y pro-activos, y, por otro lado, entender que, aunque como personas que somos con diferentes ideas y criterios, podemos discrepar entre nosotras, pero no podemos llevar dichas discrepancias al terreno personal o permitir que nuestras diferencias interfieran en la calidad del servicio que debemos prestar y vayan en detrimento de nuestro alumnado o del ambiente del propio entorno escolar. 

Creo firmemente que, hasta que no comprendamos realmente cuán importante es la labor que tenemos entre manos en nuestros centros educativos, seguiremos cargando con esa mochila que tanto nos pesa y que a veces puede incluso hasta intoxicar. En este sentido, me parece fundamental garantizar que en nuestros centros educativos hayan profesionales que estén realmente comprometidos con la tarea de educar con la responsabilidad y el valor que esta tan importante misión conlleva, y no hablo sólo del colectivo docente, sino de cualquier otra persona que desarrolle su función laboral dentro de lo escolar. 

Después de todo, como nos recuerda el vídeo que os comparto a continuación, no debemos olvidar que cualquier cosa que queremos que nuestro alumnado aprenda, debemos aprenderla nosotros y nosotras primero, y no hablo tanto de contenidos curriculares como de actitudes y formas de actuar, que somos en todo caso ejemplo y modelo, que les impregnamos con nuestros actos más que con nuestra lección, que no podemos pedir silencio a gritos ni decirles de malas maneras que deben tratar bien a los demás. 


Estoy seguro de que me dejo muchos otros ejemplos en el tintero, pero espero que se entiendan con estos la idea que quiero reflejar.

Sé que a menudo es difícil mantenerse fuerte cuando los vientos adversos soplan con intensidad. En este caso, el gran Mario San Miguel, que suele amenizarnos el encuentro con su buena música y su infinita sabiduría y cordialidad, lo resume con la premisa que da nombre a este post: "Fluir Fácil por la Forma, Fondear Fuerte en el Fondo", o lo que es lo mismo, no olvidar que, pese a que tenemos que tener bien claras cuales son las ideas que sustentan nuestra forma de proceder y actuar al mismo tiempo que seguimos abiertos a nuevos aprendizajes y experiencias que nos ayuden a conocernos mejor y, por en consecuencia, mejorar, no debemos olvidar que tenemos que hacer todo lo posible por facilitar el buen desarrollo del trabajo que nos toque afrontar, propiciando un ambiente lo más constructivo y acogedor posible.

Después de todo, es bien sabido que cualquier persona va a rendir mucho mejor y va a contribuir a crear un mejor ambiente de trabajo cuando se siente a gusto consigo mismo y se siente a gusto en donde está.

Desaprendamos aquellos elementos que nos frenan y que no nos dejan avanzar. Reaprendamos a fluir de forma fácil. Reaprendamos a ser flexibles mientras reafirmamos nuestro sólido compromiso con la mejora de nuestra escuela y, por ente, de nuestra sociedad.  

lunes, 23 de abril de 2018

"Érase una vez... un acertijo"

Recuerdo que, hace un par de años, cuando trabajaba como especialista de Pedagogía Terapéutica en un centro ordinario situado en el barrio madrileño de Vallecas, fui uno de los encargados de preparar actividades para conmemorar el Día del Libro, entre las que destacamos cuenta-cuentos, lectura de poesía y representaciones teatrales. 

La cuestión es que algo bueno nació de aquellas jornadas de preparación, pues, lo que durante aquellos días de ensayos era un mero entretenimiento, se convirtió, a partir de entonces, en una costumbre cuyo éxito fue tan inesperado como arrollador. 

Y es que, dentro del buen clima y la buena relación que suelo promover con mi alumnado, empecé a retarles a resolver cada día un acertijo. Primero empezó como algo que se hacía vía oral y donde sólo participaban los alumnos y las alumnas que estaban implicados en las actividades anteriormente mencionadas, pero, una vez que el Día del Libro había terminado, estos alumnos y alumnas seguían demandando más acertijos. Fue entonces cuando pasamos a la vía escrita, imprimiendo cada mañana varías copias de un nuevo acertijo y dejándolas colgadas en el pasillo junto a mi aula para que, quien quisiera, pudiera coger uno e intentar resolverlo a lo largo de esa mañana.

En pocos días, la demanda se había disparado y cada vez eran más y más quienes venían en busca de su acertijo, por lo que tuve que regular la actividad diseñando un panel donde estarían colgados junto a unas pautas a tener en cuenta para un uso óptimo y el máximo aprovechamiento.


El tema en cuestión es que, aunque la idea propuesta para el Día del Libro fuera la que habíamos mencionado, creo que, con esta iniciativa improvisada a raíz de aquello, se consiguió acercar muchísimo más la lectura a nuestros chicos y chicas.

Y es que, aunque sólo fuera leer un pequeño acertijo cada mañana, aquello se convirtió en un hábito, un hábito además que les haría divagar, razonar, cuestionarse obviedades, realizar cálculos, pensar de manera divergente en busca de soluciones paralelas y creativas, cambiar de perspectiva, agudirzar el intelecto, reflexionar sobre creencias arraigadas o aprender a no dejarse llevar siempre por la primera impresión.

Lo mejor es que todo ello lo llevaban a cabo con ilusión y entusiasmo, participando de una manera tan activa que, a menudo, llegaba la hora del recreo o de irse a casa y muchos y muchas de estos chicos y chicas preferían quedarse en mi aula a debatir las posibles soluciones. Después de todo, creo que para eso debe servir la lectura, para hacernos participes activos, para implicarnos a recapacitar, a construir, a compartir, a crear, más allá que el papel de consumidores pasivos que, en demasiadas ocasiones, parecemos quererle atribuir. 

Después de todo, como ya dejé escrito en mi entrada anterior, quiero trabajar por un modelo educativo que nos enseñe a pensar, a cuestionarnos y a cuestionar, a debatir, a encontrarnos cómodos en la discrepancia asertiva de ideas, a querer mejorar la realidad, y eso sólo se consigue cuando tienes ciudadanos y ciudadanas con implicación activa y sentido crítico que disfrutan del proceso y del resultado.

Es por ello que a veces debemos bajarnos al punto de vista de nuestro alumnado, a entender que a menudo, como ya he señalado en más de una ocasión, les aniquilamos su motivación hacia la lectura endosándoles obras que quizás, por sus intereses o por proceso de madurez, les quede aún demasiado lejos de su momento vital. 


Igual nos ocurre a menudo con las mal llamadas "lecturas comprensivas", donde, a partir de un texto dado, al final se trata de localizar las respuestas en dicho texto, sin más.

Creo que este tipo de dinámicas son necesarias, y está bien que algunas de las preguntas formuladas sirvan para que niños y niñas adquieran el hábito de saber buscar de manera activa algo concreto en un texto, pero también debería dejar espacio a otro tipo de preguntas que no necesariamente tengan que tener "una respuesta correcta", sino que de vía libre a su capacidad creativa a poder poner en tela de juicio lo leído, pues, a través de este tipo de tareas escolares, podemos sacar al diálogo común determinados temas delicados y trabajar en torno a ellos, como puede ser el caso del acoso escolar, de la adicción a las TIC en la sociedad actual o de las actitudes discriminatorias por causas de género.

Es por todo ello que, en mi tradición de escribir una nueva entrada con motivo del Día del Libro, yo, como asiduo lector y aficionado escritor, hago uso de mi experiencia personal, con la grata satisfacción de aquella dinámica de acertijos que conseguimos mantener hasta final de curso (y porque, como interino que era, el siguiente año escolar no tuve ocasión de repetir y de darle continuidad), para realizar un nuevo llamamiento a reflexionar sobre como trabajamos la lectoescritura en nuestras aulas, pues, al fin y al cabo, son meras herramientas cuya vital importancia recae en el hecho de ser capaces de abrirnos las puertas a un sinfín de nuevas posibilidades.

Es por ello que desde aquí os animo a no quedaros solamente en la puerta, sino que nos atrevamos a abrirla, que nos atrevamos a entrar, a descubrir, a crecer, a explorar, a cuestionar, a vivir, a crear. 

¡Feliz Día del Libro! 


sábado, 31 de marzo de 2018

"El Rincón de Pensar"

La tradición pedagógica de nuestro sistema escolar, nacido de la mano de una revolución industrial más preocupada de disponer de mano de obra efectiva que de estar conformada por ciudadanos y ciudadanas con sentido crítico, hace que a menudo, de manera consciente o por la inercia de perpetuar sin quererlo lo que hemos recibido, sigamos en esa dinámica de prestar más atención en el aula a aquellos aspectos más destinados a una ejecución mecánica, rápida y eficaz, donde no haya tiempo que perder ni tiempo para pensar.

Toda esta vorágine, acompañada de la densidad de nuestros currículos y de la aún férrea creencia de que una clase que funciona es una clase donde niñas y niños están quietos y callados mientras obedecen a nuestra incuestionable autoridad, nos lleva a penalizar aquello que parezca querer cuestionar este status quo.

Sin embargo, yo no me cansaré de repetir que pensar nunca puede ser un castigo, aunque la dinámica de castigar por pensar o para pensar sea, aún hoy día, demasiado habitual.

Creo que no me equivoco si me atrevo a afirmar que todas y todos conocemos el famoso "rincón de pensar" que suele usarte en las aulas de Educación Infantil y en algunas aulas de Educación Primaria como forma de apartar al discente que haya cometido una falta o conducta no deseada para "que piense" sobre lo que ha hecho, pero no nos damos cuenta de que el pensar en sí se lo estamos asociando a algo negativo, cuando lo que deberíamos hacer es fomentar la capacidad de pensar de forma crítica y razonada de nuestros niños y niñas dotándoles desde edades bien tempranas de las herramientas y habilidades necesarias para ello.


Con esto lo que quiero decir es que, en lugar de enviar al niño o a la niña a un "rincón a pensar" así sin más, deberíamos dialogar con ella o con él sobre que aspecto de su conducta no nos ha gustado o consideramos que puede mejorar, para que así el proceso de pensar tenga una base constructiva, donde tengamos bien claro que una cosa es la conducta manifestada por una persona y otra cosa es atribuir dicha conducta como un aspecto asociado a su personalidad, pues aquí corremos mucho el riesgo de caer en la llamada "profecía autocumplida".

Por otro lado, también, en nuestro ego adulto y docente, solemos interpretar como una falta de respeto o un cuestionamiento hacia nuestra autoridad el hecho de que determinados alumnos o alumnas, ya sea por fruto de su inmensa curiosidad (esa que luego nuestros sistema educativo y nosotros mismos, como su brazo ejecutor, nos encargamos de aplastar) o fruto de un proceso de pensamiento divergente que le permita ver cosas que a nosotras y nosotros mismos se nos puedan escapar, realicen preguntas o propongan procedimientos o soluciones alternativas con las que no contásemos.

Es triste ver como, en la mayoría de estos casos, se penaliza al alumno o la alumna que preguntar por considerarlo una impertinencia o tiramos por tierra sus métodos paralelos por no ser los que la propia persona docente ha establecido como válido, dando con la puerta en las narices a todas aquellas ideas que giran en torno de las competencias clave y del desarrollo creativo e integral de nuestro alumnado.


Creo firmemente que hay que dejar espacios de participación del alumnado en el centro y en el aula, para que luego esos espacios de participación pueda extenderse a la sociedad. No podemos educar personas comprometidas con la mejora social si constantemente vetamos sus aportaciones o les sancionamos por pensar.

En este sentido, los programas de filosofía para niños me parecen algo fundamental, aparcando un poco el atropellado currículo y enseñando a mirar donde otros sólo ven o a ver dónde otros sólo miran, a saber escucharse y entenderse a sí mismo para poder escuchar y entender también a los demás, a saber relacionarse haciendo buen uso de las diferentes habilidades sociales y de la inteligencia emocional desde la empatía y la asertividad, a comprender que dos personas pueden tener ideas diferentes sobre un tema y que eso no implica que deba nacer una enemistad, que la verdad a menudo es relativa y que todos y todas tienen derecho a argumentar su particular visión y no a imponer sus ideas a los demás.

Recomiendo, a raíz de estas ideas, ver el documental francés "Sólo es el principio", que nos demuestra que todos estos planteamientos que venimos defendiendo pueden abordarse en la escuela desde edades bien tempranas.

Porque debemos romper con la idea bidireccional en Educación de que es la persona adulta quien debe preguntar y que son los niños y niñas quienes deben responder. Porque fomentar el arte de hacer buenas preguntas, como se nos explicó en la última edición de Grandes Profes, es una parte fundamental para que exista aprendizaje, ya que el hecho de realizar preguntas nos predispone a la curiosidad por conocer la respuesta y a la motivación por indagar sobre determinado tema. Es por eso que en nuestras aulas, además de grandes emisores, también debemos ser buenos receptores y estar atentos a todos aquellos aspectos que puedan despertar el interés de nuestro alumnado para usarlo a favor del proceso de enseñar y aprender.

Al fin y al cabo, no debemos olvidar que vivimos en un mundo líquido que se haya en constante cambio y evolución, por lo que saber analizar la situación y saber adecuar nuestra respuesta a cada caso va a resultar de una importancia vital, y para ello es necesario que fomentemos en las aulas la capacidad de pensamiento crítico y el ser capaz de buscar diferentes soluciones a un mismo problema o el de afrontar cada reto usando su capacidad de razonamiento y su creatividad, para ser sujetos plenamente activos y preparados para el mundo que les ha tocado vivir.

Quizás el primer paso para todo ello es pararnos, romper el tabú, y preguntarles que quieren para su vida y para su sociedad, para posteriormente escuchar sus ideas y propuestas al respecto. Quién sabe lo mucho que nos podrían sorprender...


jueves, 8 de marzo de 2018

Inclusión y Feminismo

Mucho se ha hablado estos últimos días con respecto a los llamamientos a secundar la exitosa huelga feminista de carácter internacional, así como las posteriores manifestaciones llevadas a cabo en este 8 de marzo,  tanto por los grandes motivos que existen aún en nuestros tiempos para tener que reivindicar la figura de la mujer en nuestra sociedad como por la falta de información (o campaña de desinformación) sobre el tema en cuestión.

El caso es que, a veces, da la impresión de que nos quedamos en la punta del iceberg y nos atrincheramos en una serie de ideas o creencias que no nos permiten ver más allá.

En primer lugar, porque aún el concepto feminismo parece seguir entendiéndose como algo negativo, como si se quisiera dar la vuelta por completo al sistema patriarcal que históricamente venimos arrastrando en nuestra sociedad. Sin embargo, este concepto lo que defiende es la lucha por equilibrar la balanza y que ambos géneros gocen de las mismas oportunidades, los mismos derechos y también los mismos deberes.

En su sentido más pleno, el feminismo no debe entenderse sólo como algo que concierne a la mujer y que nos es ajeno a nosotros, los varones, sino que es una cuestión que nos incumbe a todo el conjunto de la ciudadanía.

Después de todo, se trata de romper esos estereotipos, esos prejuicios y toda esa lacra que generan y que se traduce en desigualdades salariales, en la falta de reconocimiento laboral o en la aparente impunidad de algunos actos totalmente deleznables.

No obstante, imagino que aún algunos o algunas os estaréis preguntando qué pinta tratar este tema en un blog cuya temática es la educación.Si quienes leéis esto me conocéis y/o sois lectores asiduos, sabréis que, por ende, mi defensa de la educación se basa en la idea de la atención a la diversidad en el sentido más completo de la palabra bajo un enfoque lo más inclusivo posible. Es por ello que, por definición, una escuela inclusiva es también una escuela feminista, y espero que estas ideas no rechinen demasiado en vuestras cabezas, al menos no antes de que me de tiempo a explicar tal afirmación.


Como siempre digo, creo que desde Educación tenemos una grandísima responsabilidad en lo que a transformación e influencia social se refiere. Por nuestras manos pasan todas las personas que conforman o van a conformar la misma, y no sólo se trata de dar una lección, sino de ser modelo y fuente de inspiración.

Es por todo ello que, debido a la gran cantidad de estímulos adversos tristemente aún existentes - y, a menudo, sobreexplotados - en nuestra sociedad, debemos esforzarnos por inculcar en nuestro alumnado el respeto en general, y, en nuestro caso concreto, hacia nuestras compañeras en particular, desarmando todos aquellos patrones mentales que nos limitan y nos encasillan aún en ciertos roles preestablecidos o expectativas que tiene sobre nosotros y nosotras el mundo exterior.

En este sentido, tal y como os venía diciendo con anterioridad, el feminismo no es algo que a los chicos nos sea indiferente, sino que también lucha por nuestra libertad de no tener que estar a la altura de tales roles o expectativas, como es el hecho de que debemos ser duros, rudos y fuertes, que no podemos llorar o expresar emociones porque eso implica debilidad (asociado normalmente de otro tipo de calificativos que nos llevaría de lleno a abordar el tema de la homofobia) o que debemos ser quienes sostengan el peso económico de una familia o tomar la iniciativa siempre en una relación.

Es por esto que, aunque el mayor peso de esta lucha recaiga sobre nuestras compañeras, nosotros también debemos sentirnos totalmente amparados bajo el paraguas del feminismo, porque el feminismo lucha por una sociedad que nos incluya a hombres y mujeres por igual como individuos libres y únicos que somos, con nuestras semejanzas y nuestras diferencias, y formemos por igual parte activa, crítica y trasnformadora de la sociedad.

Es por ello que desde las aulas tenemos la obligación de defender una escuela inclusiva y feminista que nos de cabida a todas y a todos, no sólo con nuestras palabras, sino con nuestro ejemplo, nuestros hechos, nuestra conciencia y nuestra dedicación.


lunes, 19 de febrero de 2018

El desconocido mundo de la Educación Especial

Recientemente somos muchas las personas que nos hemos hecho eco de la noticia vista en diferentes medios que narra el bochornoso suceso que tiene como protagonista a una mujer con Síndrome de Down a la que han expulsado de un evento de la empresa Medisalud para no "incomodar" a los asistentes. 

Este hecho, que nos puede y nos debe escandalizar, no se trata, ni mucho menos, de un caso aislado. Por desgracia, existe aún muchísimos muros y mitos que derribar en lo que a una inclusión plena y real de las personas con diversidad funcional se refiere, que van desde las múltiples barreras arquitectónicas que seguimos encontrando en nuestras ciudades y en muchos de los espacios que las conforman hasta aquellas que se implantan en nuestra mente y que se traducen en nuestra actitud, fruto de una ignorancia consciente o inconsciente.

Como siempre digo, desde Educación tememos un gran reto en este sentido, ya que en nuestra mano está el poder acabar con dicho desconocimiento y favorecer espacios inclusivos abiertos a toda la diversidad existente en nuestra sociedad.


No obstante, si ya en la entrada anterior hablamos de dicha diversidad en su sentido más amplio, en esta ocasión vamos a centrarnos en el considerado como alumnado con necesidades educativas especiales, alumnado que, ya desde finales del pasado siglo, pasó a formar legalmente parte del paraguas educativo común del conjunto del país y no a funcionar como un sistema paralelo, como venía ocurriendo hasta dicho momento.

Desde entonces hasta ahora, gran parte de este alumnado viene compartiendo aula y espacios comunes con el resto de niños y niñas de su comunidad escolar, y me consta que existe un amplio abanico de metodologías y estrategias aplicadas, profesionales - docentes y no docentes - implicados y buena predisposición a lo largo y ancho de nuestra tierra para dar una respuesta real y ajustada a las necesidades presentadas por dicho alumnado bajo un paradigma integrador o, incluso, inclusivo, valga la redundancia. 

Sin embargo, existen otros casos en los que todo este sistema flaquea por diferentes frentes, que va desde la escasa y pobre formación universitaria que se ofrece a los futuros y futuras docentes, tanto a nivel general como a nivel de atención a la diversidad (un tema que trae cola y que da para otra reflexión aparte, pasando además por el desprestigio social que tiene esta carrera y el poco criterio que existe para acceder a la misma), hasta la falta de recursos y la densidad de las ratios, cuestiones que dependen de las administraciones públicas, la cuales también tienen gran parte de responsabilidad (no va a ser todo culpa de los y las docentes, ¿no?)

El sistema educativo, como sector que va a influir de forma directa en el conjunto de la sociedad, debe romper una lanza a favor de estas personas y darles visibilidad ante el conjunto de la población de la que forman parte.


Aún así, hoy día nos seguimos encontrando con realidades paralelas desconocidas para una parte importante de la sociedad, ya que estas tienen lugar en determinados centros educativos y en los hogares y entornos de los alumnos y alumnas que se acaban escolarizando en dichos centros.

No es mi intención entrar en debate sobre los pros y los contras de este tipo de centros en los cuales desarrollo mi labor profesional, sino más bien recordar que, aunque oficialmente forman parte del mismo sistema común, a veces da la sensación de seguir manteniendo cierto distanciamiento respecto a la realidad que se desarrolla fuera de los mismos.

Volviendo a la noticia que nos permitía arrancar esta entrada, no sé si el hecho de que esto sea así se debe a ese miedo a "incomodar" o a esa dificultad tan humana de aceptar lo que nos cuesta comprender.

Yo, de primera mano, he sido testigo de las miradas y las reacciones que algunos de mis alumnos o alumnas han podido provocar en terceras personas (insisto en lo de consciente o inconscientemente),  o de hablar con personas de mi entorno (formen o no parte de nuestro gremio) y comprobar la gran falta de información y de perspectiva que existe sobre esta dura realidad.

Es por ello que  el evitar esa brecha pasa por acciones paralelas pero complementarias: formar a todo el conjunto del alumnado - e incluso del profesorado y, por qué no, de la comunidad educativa - en la existencia de esta realidad, al tiempo que vamos rompiendo de manera constante y progresiva las invisibles barreras que parece perdurar en nuestras mentes desde tiempos remotos.


En primer lugar, hay que entender que el funcionamiento de este tipo de centro  difiere de lo que hasta ahora hemos conocido, y, por lo tanto, requiere personal especializado de diferentes perfiles profesionales que no sólo tengan buenas aptitudes, sino también buenas actitudes, ya que este último aspecto va a resultar crucial para sacar el máximo provecho a sus potencialidades y sobrellevar lo mejor posible las posibles situaciones adversas derivadas de sus necesidades.

En segundo lugar, son centros que albergan bajo este paraguas a una gran diversidad de población, que va desde aquellos alumnos y alumnas que, con los correspondientes recursos, tiempos y métodos, pueden seguir una trayectoria curricular que se amolde a sus circunstancias, hasta aquellos otros casos donde el peso recaerá sobre aspectos conductuales o, incluso, puramente asistenciales. Es por ello que las ratios deben ser más proporcionales, para una atención mucho más plena y adaptada a nuestra realidad, una realidad que a veces nos sobrecoge y nos sobrepasa.

Por último, no debemos olvidar que, ante todo, se trata de personas, con su derecho al respeto y a la dignidad, y la educación de todo el alumnado y de toda la sociedad debe estar enfocada a evitar situaciones de burla, insulto, rechazo, discriminación, agresividad, acoso, abuso o sometimiento hacia dichas personas en particular, al igual que deberíamos hacer respecto al conjunto de la población en general, con especial mención de aquellos colectivos más vulnerables. Al fin y al cabo, todos y todas deberíamos tener los mismos derechos y las mismas oportunidades, siguiendo aquellos grandes principios que muchos de nosotros y nosotras hemos estudiado en materia educativa como son el de normalización, el de equidad o el de calidad.

Tampoco le hacemos ningún favor a estas personas si la forma en la que nos dirigimos a ellas es a partir de la sobreprotección, limitando de esta forma sus posibilidades de desarrollo integral y una participación activa en su vida diaria que le permita disfrutarla y, al mismo tiempo, adquirir una mayor estimulación y autonomía, o tratándoles, en muchos de los casos, como si fueran niños o niñas pequeños. Después de todo, ellos y ellas también tienen sus responsabilidades y deberes respecto a su entorno y contexto social, y el trabajo que realicemos en este sentido desde nuestro ámbito, en constante coordinación con las familias y el resto de profesionales implicados, va a ser de una importancia vital.

Por lo tanto, la labor educativa que se desarrolle de cara a este alumnado en general y en este tipo de centros en particular requiere paciencia, constancia, flexibilidad, creatividad y mucho trabajo en equipo, además de contar con el respaldo y la colaboración de las administraciones públicas.

Quienes nos dedicamos a la Educación sabemos que lo vivencial tiene un gran peso sobre el conjunto de los aprendizajes, por lo que creo que es importante encontrar puntos de unión y encuentro de las diferentes realidades aquí expuestas donde lo importante sea el compartir los aspectos que nos asemejan y no resaltar aquellos que nos dividen, hasta que llegue por fin el día en el paradigma inclusivo sea algo implícito al conjunto de toda nuestra sociedad. 



lunes, 22 de enero de 2018

Educar en la Paz es Educar en la Diversidad

Se aproxima la celebración del Día Escolar de la No Violencia y la Paz, una de esas efemérides que solemos conmemorar en nuestros centros educativos, pero que, desde luego, no puede quedarse sólo en una serie de deseos o de buenas intenciones, sino que, de manera diaria y constante, tenemos que trabajar por llevar a la acción.

Y es que, en los tiempos que corren, parece de vital importancia seguir insistiendo en la necesaria responsabilidad que todos y todas nosotras debemos asumir para abordar de manera activa un demandado cambio en nuestra sociedad.

En primer lugar, porque todavía existen muchas barreras que derribar y muchos prejuicios y actitudes que superar, y, en segundo lugar, porque en nuestra mano está formar a las personas que conformarán la sociedad del mañana, y el mañana empieza hoy.


Es por ello que no se trata de ser sujetos pasivos a la espera de que la paz llegue algún día a nuestro mundo así sin más, sino de construirla día tras día y en los ámbitos en los que tengamos la posibilidad de aportar. Como ya decían Falsalarma y Frank-T en su canción, "pon tu granito de arena en tu tierra por la paz". 

Todo esto se concreta en tomar conciencia de los males cotidianos que, a diario, observamos en nuestro entorno más cercano, y darnos cuenta de cómo podemos influir para promover un cambio que nos ayude a todos a alcanzar un mayor estado de paz.

Un buen ejemplo de ello viene de la mano de un tema por desgracia demasiado candente últimamente, y es esa actitud machista que permite barbaridades intolerables contra la mujer. Educar en la paz, por tanto, es también educar al género masculino en el respeto y en la igualdad respecto a nuestras compañeras, al igual que educar a la mujer en el empoderamiento de su persona y de su colectivo, todo ello bajo un enfoque feminista que condene cualquier tipo de acoso, abuso u otro tipo de violencia por razón de sexo y que sirva de modelo para alcanzar una nueva sociedad más justa y segura.

Otro ejemplo podría ser - siguiendo con el tema del respeto, la aceptación, la justicia y la seguridad - el que no se ejerza la violencia de ningún tipo contra aquellas personas cuya preferencia o identidad sexual sea distinta a lo que cotidianamente se nos ha establecido, educando en la diversidad de formas de amar y de formas de ser, rompiendo prejuicios y evitando situaciones de acoso o rechazo.

Lo mismo pasa también cuando el motivo de rechazo es una cuestión racial o religiosa, o cuando se menosprecia a otra persona simplemente, por considerar que es diferente y, por lo tanto, menos que nosotros.

Y es que, por desgracia, vivimos hoy día en un entorno donde la violencia se ha vuelto algo demasiado cotidiano. Nos hemos acostumbrado a no escandalizarnos ante las barbaridades que salen en televisión (ya sea en los noticiarios o en los programas basura), y vemos normal el odio que se genera ante un encuentro deportivo, llegando incluso a desembocar en asesinatos o actos violentos. Lo peor es que, no contentos con eso, trasladamos ese comportamiento a los partidos de fútbol de nuestros hijos e hijas, propiciando insultos indiscriminados contra entrenadores, árbitros o incluso contra los propios jugadores, sin importar que se encuentren en plena niñez. ¿En serio es este el mundo que queremos?

Por lo tanto, aprender a no callar ante las injusticias y a tomar conciencia de qué puedo hacer yo ante esta realidad es ya gran un gran paso alcanzado hacia el camino de la paz.


En este sentido, nosotros y nosotras, como docentes, tenemos una gran responsabilidad, puesto que no sólo enseñamos contenidos a nuestro alumnado, sino que también nos convertimos en un modelo de persona a seguir, y nuestra actitud en este caso será fundamental, ya no sólo hacia situaciones violentas o injustas donde debamos tomar partido e intervenir, sino también en el día a día a la hora de enfocar la realidad.

Y es que, educar en la paz es en realidad mucho más sencillo de lo que pensamos. Se trata de establecer un ambiente sano y de cordialidad, de tratar con respeto y educación a las personas que nos rodean, sean alumnos o no - ¿por qué ellos y ellas tendrían que ser menos? -, enseñando y ejerciendo el uso del "buenos días", así como también la utilización de las palabras mágicas: "gracias", "lo siento" y "por favor", y extendiendo la utilización de la sonrisa en aulas, recreos y pasillos con una actitud positiva y asertiva, como ya reflejábamos hace un año aproximadamente cuando hablábamos de "tiempo y clima".

Otra cuestión a destacar, si queremos educar en la paz, es enseñar a nuestro alumnado a resolver conflictos. De nada sirve el obligar a que un determinado alumno o alumna pida perdón de manera forzada por el adulto sin realmente sentirlo. Enseñar a resolver conflictos es enseñar a entender y gestionar las propias emociones, a ponerse en el lugar del otro, a exponer argumentos y buscar soluciones que sean justas y no vaya en detrimento de ninguna de las partes implicadas si ambas partes están colaborando por solucionarlo, aprendiendo el valor del diálogo, la empatía y la cooperación.



Es más, incluso si queremos que nuestros actos cotidianos tengan un repercusión que vaya más allá de nuestro entorno inmediato, basta con educar para un mundo sostenible, tomando conciencia sobre la necesidad del reciclaje o de llevar un estilo de vida que maltrate lo menos posible al planeta que nos alberga, además de buscar conformar una sociedad que garantice una vida de calidad para sus habitantes, ya que la paz no sólo es la ausencia de guerra, también es garantizar un estado del bienestar accesible para todas y todos.

Por último, no podemos hablar de paz mientras sigamos usando nuestras pantallas móviles como escudo para acosar o atormentar a quién nos apetezca o nos caiga mal. Educar en la paz también es educar en la responsabilidad del uso de las TIC, buscando comprender que lo que se haga en la red tiene repercusiones y consecuencias en la vida real, y que nadie, por ningún motivo, se merece estar bajo el yugo del acoso escolar y/o virtual.

Y es que, como bien dicta el título del presente post, educar en la paz es educar en la diversidad, y debemos remarcar que diversidad no es sinónimo único y exclusivo de persona con discapacidad, de las cuales no hemos hablado de forma directa y concreta en este post, pero para las que también debemos garantizar una sociedad del bienestar desde el respeto y la accesibilidad.

Porque cuando aceptamos que somos diferentes, y que es eso mismo lo que nos hace iguales, es cuando podemos construir entre todos y todas, aportando nuestros granos de arena, un mundo de paz.