jueves, 29 de noviembre de 2018

"Fake to Face"

Hay últimamente un tema que cada vez empieza a preocuparme más por la notable influencia que ejerce sobre nosotros y por la rapidez con la que se puede llegar a extender. 

Cierto es que, como hemos señalado ya anteriormente en este blog, actualmente nos encontramos inmersos en un Mundo Digital que, si bien nos abre las puertas a multitud de conocimientos y de posibilidades, no deja de tener también un lado oscuro, el de la desinformación, que se presenta ante nosotros a menudo bajo el nombre de las bautizadas fake news.


Durante el pasado verano, se habló mucho de la propuesta de crear una asignatura en los centros de enseñanza secundaria de nuestro país para prevenir al alumnado ante la proliferación de este tipo de falsedades, cuyo mayor eco y repercusión se produce gracias a lo fácil que nos resulta compartirlas en redes sociales o en aplicaciones de mensajería, sin que a menudo nos paremos a cuestionar o a valorar lo verídico de dicha información. 

Sin embargo, no creo que sólo nuestros y nuestras jóvenes sean quienes deban estar prevenidos ante este tipo de prácticas, pues es algo que me encuentro a menudo día tras día tanto en mis redes como en conversaciones de personas adultas.

Quizás el gran poder que tienen la fake news es el de calar lo más hondo posible a través de nuestros prejuicios, nuestras ideas y nuestras emociones. Las fake news se cuelan en nuestra mente abriéndose paso a través de lo visceral, de removernos por dentro ofreciéndonos aquello que queremos leer u oír para confirmar así nuestras creencias o reafirmarnos en nuestros argumentos, en unos tiempos donde, lejos de haber avanzado, muchos y muchas siguen creyendo que todo lo que salga en las redes o los medios es, por ende, la verdad.

Tampoco se les puede culpar de ello deliberadamente, porque la mayoría no fueron educados para eso (o quizás, simplemente, no pudieron acceder a una educación), y también tienen que familiarizarse con todos estos nuevos avances tecnológicos para los que tal vez no estaban preparados, pero sí que se hace fundamental tomar medidas al respecto.


Es, por tanto, que no sólo creo necesario el que se trabaje en nuestros centros educativos la prevención ante la posverdad, sino que, además, hay que seguir insistiendo en que tenemos la gran responsabilidad de fomentar en nuestro alumnado el pensamiento crítico, el uso de un debate asertivo, o la construcción de la propia identidad y del propio ideario en torno a argumentos sólidos y veraces, y de valores como el respeto y la tolerancia.

En los tiempos que corren, se hace realmente necesario enseñar a nuestros alumnos a alumnas a contrastar toda la información que llegue a sus manos o a sus oídos, a no dejarse llevar por la inercia colectiva de alimentar o de extender el bulo, y a dudar de todo, incluso de lo que nosotras y nosotros mismos les podamos hacer llegar, cuestión por la cual como asignaturas como ética o filosofía cobran una importancia fundamental.


Además, hay que concienciar también sobre las dimensiones que tiene toda nuestra actividad en internet, sus consecuencias directas o indirectas y sobre un uso adecuado de las tecnologías de la información y de la comunicación, las TIC.

Es por ello que nosotros y nosotras, como personas adultas que somos, tenemos que empezar a educar no sólo con nuestra palabra, sino también con nuestro ejemplo, actuando de forma sensata y coherente en nuestras redes sociales y en nuestra vida diaria, siendo conscientes y responsables de los consecuentes que genera el que demos por hecho ciertos datos o hechos y participemos en su proliferación, pues no debemos olvidar que, con estas malas prácticas, estamos contribuyendo a distorsionar el verdadero conocimiento, ese que, en teoría, queremos que nuestros aprendices y/o descendientes alcancen. Además, y quizás aún más preocupante, alimentamos emociones tan negativas como el odio, el rechazo, el miedo, la frustración, la intolerancia o, incluso, la violencia.

Por lo tanto, cada nueva noticia falsa que compartamos, cada nueva información dudosa a la que demos divulgación, será otro ladrillo que, al igual que en la canción de Pink Floyd, añadiremos al muro, ese muro que, poco a poco, cada vez nos separa más y más.

Os dejo, para finalizar, un fragmento de la novela 1984, de George Orwell sobre el que gustaría que reflexionaseis. Quizás os parezca una exageración, pero es un poco hacía lo que camina, si no lo remediamos, nuestra vigente sociedad, hacia un malestar colectivo y manipulado que se provoca y se contagia de manera irremediable. En nuestra mano está el evitar esta distópica realidad:

"Lo horrible de los Dos Minutos de Odio no era el que cada uno tuviera que desempeñar allí un papel sino, al contrario, que era absolutamente imposible evitar la participación porque era uno arrastrado irremisiblemente. A los treinta segundo no hacía falta fingir. Un éxtasis de miedo y venganza, un deseo de matar, de torturar, de aplastar rostros con un martillo, parecían recorrer a todos los presentes como una corriente eléctrica convirtiéndole a uno, incluso contra su voluntad, en un loco gesticulador y vociferante. Y, sin embargo, la rabia que se sentía era una emoción abstracta e indirecta que podía aplicarse a uno u otro objeto como la llama de una lámpara de soldadura autógena".

lunes, 5 de noviembre de 2018

Primera Persona del Plural

Dice la filosofía Ubuntu que "yo soy porque nosotros somos, y dado que somos, entonces yo soy". 

Sin embargo, a menudo pasa que, en esta sociedad tan frenética e individualista, se genera una tendencia implícita a que nos olvidemos de casi toda esta frase y a que solamente nos quedemos en el "yo".


Es por ello que hoy vengo a poner de manifiesto la importancia de reinvidicar la primera persona del plural, tanto en la sociedad en general como, de manera más especifica, en nuestros entornos educativos en particular.

Es más que sabido que, desde los centros escolares, tenemos el deber de formar al alumnado no sólo para ser parte de esta sociedad, sino también para transformarla y mejorarla, y para ello tienen que comprender la importancia de sus actos y sus acciones, y la dimensión y consecuencias que éstas puedan llegar a alcanzar.

Sin embargo, eso no es algo que se aprenda mediante un algoritmo o método concreto, sino que va a depender de múltiples factores y de su propia experiencia vital, una experiencia sobre la que la escuela y las personas que la conformamos jugamos un papel esencial.

Si en la anterior entrada ya os hablaba de lo fundamental que resulta el sumar para restar y restar para sumar, en la presente quiero hacer especial hincapié en la imperiosa necesidad de escapar del clásico individualismo que durante tantos años ha marcado la función docente (mi aula, mi asignatura, mi tutoría, mi alumnado, mi clase...) para posicionarse en una perspectiva mucho más diversa y plural, una perspectiva donde ya no sólo hagamos equipo con los compañeros y las compañeras de ciclo, de departamento o de nivel, o donde no sólo seamos responsables de los chicos y chicas que asisten a nuestra clase, sino donde entendamos que un centro educativo funciona de verdad cuando las personas que lo conformamos, con nuestras semejanzas y nuestras diferencias, con nuestros roles y nuestras funciones, trabajamos al unísono colaborando en un clima de cordialidad, compañerismo y respeto mutuo. 

Cómo dice un proverbio africano, "para educar a un niño hace falta la tribu entera", pero ese educar no sólo se limita, como alguna vez hemos referido ya en este blog, al acto consciente de enseñar, sino que también lleva implícito todo el proceso de aprendizaje que se produce de manera inevitable en la convivencia diaria (aquello que se conoce como currículo oculto), y es por ello que nuestra actitud y nuestro buen ejemplo resultan esenciales en dicha tarea.

Además, el trabajar todos y todas a una no sólo va a influir en la buena atmósfera del centro, sino que además nos puede ayudar a unificar criterios, líneas de trabajo o cuestiones metodológicas que van a acompañar a los y las discentes a lo largo de toda su vida escolar, como, por ejemplo, el proceso de aprendizaje de la lectoescritura, o la forma de ejecutar las restas con llevadas, los análisis sintácticos, etc.

Y no sólo eso, sino que ante determinados casos más concretos, como puede ser ante la presencia de alumnado con necesidades educativas específicas, buscaremos unificar criterios y formas de proceder para que todos y todas ofrezcamos una respuesta común acorde a su necesidad y así evitar situaciones donde cada persona actúe según su propio parecer.

Y es que, queramos o no, como bien dice la filosofía Ubuntu que dio comienzo a este post, no existe un yo si no hay una primera persona del plural que lo haga posible.

Porque el ser humano es un ser social, porque vivimos y crecemos en comunidad, y porque, ni nuestras aulas pueden seguir estando cerradas y ajenas a lo que pasa en el resto del centro,  ni el centro puede permanecer aislado de su entorno y del contexto social donde puede incidir y sobre el que debe trabajar.


Sal de ti mismo.

Colabora.

Coopera.

Conecta.

Construye.

¡Seamos!