lunes, 5 de noviembre de 2018

Primera Persona del Plural

Dice la filosofía Ubuntu que "yo soy porque nosotros somos, y dado que somos, entonces yo soy". 

Sin embargo, a menudo pasa que, en esta sociedad tan frenética e individualista, se genera una tendencia implícita a que nos olvidemos de casi toda esta frase y a que solamente nos quedemos en el "yo".


Es por ello que hoy vengo a poner de manifiesto la importancia de reinvidicar la primera persona del plural, tanto en la sociedad en general como, de manera más especifica, en nuestros entornos educativos en particular.

Es más que sabido que, desde los centros escolares, tenemos el deber de formar al alumnado no sólo para ser parte de esta sociedad, sino también para transformarla y mejorarla, y para ello tienen que comprender la importancia de sus actos y sus acciones, y la dimensión y consecuencias que éstas puedan llegar a alcanzar.

Sin embargo, eso no es algo que se aprenda mediante un algoritmo o método concreto, sino que va a depender de múltiples factores y de su propia experiencia vital, una experiencia sobre la que la escuela y las personas que la conformamos jugamos un papel esencial.

Si en la anterior entrada ya os hablaba de lo fundamental que resulta el sumar para restar y restar para sumar, en la presente quiero hacer especial hincapié en la imperiosa necesidad de escapar del clásico individualismo que durante tantos años ha marcado la función docente (mi aula, mi asignatura, mi tutoría, mi alumnado, mi clase...) para posicionarse en una perspectiva mucho más diversa y plural, una perspectiva donde ya no sólo hagamos equipo con los compañeros y las compañeras de ciclo, de departamento o de nivel, o donde no sólo seamos responsables de los chicos y chicas que asisten a nuestra clase, sino donde entendamos que un centro educativo funciona de verdad cuando las personas que lo conformamos, con nuestras semejanzas y nuestras diferencias, con nuestros roles y nuestras funciones, trabajamos al unísono colaborando en un clima de cordialidad, compañerismo y respeto mutuo. 

Cómo dice un proverbio africano, "para educar a un niño hace falta la tribu entera", pero ese educar no sólo se limita, como alguna vez hemos referido ya en este blog, al acto consciente de enseñar, sino que también lleva implícito todo el proceso de aprendizaje que se produce de manera inevitable en la convivencia diaria (aquello que se conoce como currículo oculto), y es por ello que nuestra actitud y nuestro buen ejemplo resultan esenciales en dicha tarea.

Además, el trabajar todos y todas a una no sólo va a influir en la buena atmósfera del centro, sino que además nos puede ayudar a unificar criterios, líneas de trabajo o cuestiones metodológicas que van a acompañar a los y las discentes a lo largo de toda su vida escolar, como, por ejemplo, el proceso de aprendizaje de la lectoescritura, o la forma de ejecutar las restas con llevadas, los análisis sintácticos, etc.

Y no sólo eso, sino que ante determinados casos más concretos, como puede ser ante la presencia de alumnado con necesidades educativas específicas, buscaremos unificar criterios y formas de proceder para que todos y todas ofrezcamos una respuesta común acorde a su necesidad y así evitar situaciones donde cada persona actúe según su propio parecer.

Y es que, queramos o no, como bien dice la filosofía Ubuntu que dio comienzo a este post, no existe un yo si no hay una primera persona del plural que lo haga posible.

Porque el ser humano es un ser social, porque vivimos y crecemos en comunidad, y porque, ni nuestras aulas pueden seguir estando cerradas y ajenas a lo que pasa en el resto del centro,  ni el centro puede permanecer aislado de su entorno y del contexto social donde puede incidir y sobre el que debe trabajar.


Sal de ti mismo.

Colabora.

Coopera.

Conecta.

Construye.

¡Seamos!



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