Justo el día después de publicar mi anterior entrada en este blog, saltó a los medios la noticia de los tratos vejatorios grabados en una escuela infantil de Torrejón de Ardoz durante el momento de la comida.
Este hecho tan desagradable, aparte de dejarnos muy mal cuerpo, se ha acabado convirtiendo en otro ladrillo que añadir a ese muro de injusticias que veníamos denunciando en ese mismo post.
Es por ello que, a raíz de lo ocurrido, resulta cada vez más necesario abordar el debate sobre cómo contemplamos el momento de la alimentación en los entornos educativos.
A pesar de ser una cuestión que ha tenido ya algún planteamiento a nivel político, creo no basta sólo con decir que se van a limitar los alimentos insanos en los menús escolares, sino que habría que afrontar el problema desde un enfoque mucho más profundo.
Para ello, sería necesario partir sobre todo de cómo el tema de los comedores escolares se ha convertido en un lucrativo negocios para grandes empresas externas cuya principal motivación va a ser, ante todo, la de obtener beneficios, aunque ello implique reducir la calidad de los alimentos que se ofrecen o que su forma de prepararlos no se corresponda para nada con esos "maravillosos menús" que se venden a las familias, ofreciendo en demasiadas ocasiones platos que nadie querríamos.
También ocurre que, al tratarse de empresas privadas, no ofrecen buenas condiciones laborales a las personas que van a estar en los comedores escolares con nuestro alumnado, lo que conlleva que, a menudo, haya mucha precariedad con unas ratios muy elevadas que atender y a veces con pocos recursos para ello.
Por último, pero no por ello menos importante, también decir que los tiempos y los espacios son otro aspecto importante que resaltar.
Por lo general, el momento del comedor se lleva a cabo en grandes espacios con una acústica que no hace más que potenciar el altísimo nivel de ruido que se genera, haciendo a menudo del momento de comer un momento bastante desagradable, y eso se suma a los tiempos tan medidos que tenemos para comer, sobre todo cuando se establecen diferentes turnos para todo el centro.
Todo estos aspectos forman un coctel explosivo donde se juntan prisas y estrés con emociones incómodas y complicadas de gestionar, convirtiendo para muchos niños y niñas el momento del comedor en un auténtico infierno.
Recuperar la dignidad del momento del comedor y convertirlo en un entorno seguro y con una alimentación realmente de calidad, que no se quede sólo en un menú cuya redacción resulte muy vistosa en el panfleto, es una tarea pendiente de las administraciones publicas que han hecho una gran dejación de funciones en esta materia al delegarlo en empresas externas.
Al fin y al cabo, el momento de la alimentación no deja de ser también un momento educativo donde aprendemos sobre hábitos y alimentación, un espacio donde se condiciona mucho la relación que chicos y chicas van a tener con la comida, y velar tanto por su calidad real como por el bienestar de las personitas que están bajo nuestra tutela debe ser fundamental.