jueves, 1 de octubre de 2015

"Repaso de mis pasos"

Ha vuelto a comenzar el curso escolar, aunque este año no haya comenzado como ninguno de los anteriores… o al menos para mí.

Ha sido un duro y costoso recorrido, han sido muchos años de esfuerzos, ilusiones, sacrificios y fracasos, y han sido muchas las experiencias profesionales que he vivido antes de llegar a donde ahora me hallo.

Hace apenas un año, cuando escribí aquello de “A mí no me digas que no se puede”, todo esto era aún impensable. Yo jugué todas mis cartas, y Madrid me dio la oportunidad. Este año será por fin mi primer curso escolar completo como maestro en un centro ejerciendo mi especialidad; este año, tras unas duras oposiciones, por fin tengo mi vacante.

Es por ello que considero de justicia volver la vista atrás en el tiempo y agradecer a todas aquellas personas que me han apoyado y que han creído en mí sus aportaciones a nivel tanto personal como profesional, utilizando para ello nuevamente el nombre de una canción del gran Nach para dar título a esta entrada.

Nunca debemos olvidar de dónde venimos. En mi caso, parto del seno de una familia humilde que no dudó ni un momento en hacer todo lo posible por proporcionaros no sólo un buen futuro, sino también una buena educación y un férreo sistema de valores.

El capricho del destino quiso que, entre las opciones que podría estudiar en mi pequeña ciudad, se presentara la de magisterio como la más viable, cuando aún por entonces mi concepción de la enseñanza arrastraba demasiado lastre de lo que había sido mi vida de estudiante.

Tras dos años y medio de asignaturas en su mayoría descontextualizadas y temarios en gran parte desfasados, llegó el momento de la carrera donde más aprendí: mis prácticas como maestro de Pedagogía Terapéutica en el C.E.I.P. Ramón y Cajal de Ceuta. Fue ahí donde empecé a descubrir la pasión por esta vocación de la mano de varios profesionales que se volcaron con mi estancia en su centro y de un alumnado muy agradecido con mi función.

Tras esto, pasé también una temporada trabajando como personal externo en otro C.E.I.P. de la ciudad: el Federico García Lorca, donde también tuve una gran acogida. Tanto es así, que cuando cursé mi segunda especialidad en Educación Infantil escogí su centro para realizar mi nuevo periodo de prácticas.

Pasó el tiempo, y en ese periodo se combinaron mis fracasos en las oposiciones con otras experiencias laborales fuera del contexto escolar, hasta que, cuando parecía que ya trabajar de lo mío no iba a ser posible, llegó la que podría denominar como la mayor experiencia educativa vivida en mi estancia en Ceuta, la cual me permitió expandir ampliamente mis puntos de mira y me aportó grandes conocimientos sobre docencia a la vez que grandes emociones.

Me refiero a los varios años que estuve trabajando en el Polifuncional de la barriada Príncipe Alfonso, interviniendo de manera global y multidisciplinar con colectivos en riesgo de exclusión, siendo para mí una de las experiencias laborales más gratificantes y a la vez de las más intensas, a través de la cual tuve el gusto de conocer a grandes profesionales y a personas maravillosas.

Sin embargo, pese a lo contento que me sentía con el trabajo allí realizado, veía que no me ofrecía una opción estable de futuro ni tampoco una continuidad, al estar combinando contratos temporales (en su mayoría precarios) con periodos de inactividad o con otros trabajos, como otros cursos que he podido ir impartiendo o clases particulares. Al fin y al cabo siempre me he estado moviendo para evitar estar parado, al tiempo que he estado en continua formación. 

No obstante, nunca cesé en mi empeño de aprobar la oposición, y, si las opciones en Ceuta para ello eran escasas, tenía que poner mi punto de mira más allá del Estrecho de Gibraltar. Así pues, empecé a opositar en Andalucía y en Madrid, y comencé a movilizarme también para encontrar empleo fuera de mi ciudad e incluso fuera de mi país. Mi predisposición a irme a trabajar a donde fuese necesario era plena, e incluso cerré mi puerta a seguir impartiendo cursos de formación en Ceuta para marcharme fuera de la ciudad a preparar aún con más intensidad mis oposiciones.

Fue justo entonces cuando recibí una llamada imprevista desde Madrid: había llegado mi momento. De la noche a la mañana me vi sorprendido por un cambio tan deseado como inesperado. Partía hacia la capital, mi carrera profesional como Maestro de Pedagogía Terapéutica por fin daba comienzo, y Móstoles sería mi primer destino.

El resto de la historia creo que ya la sabéis: tuve la suerte en trabajar en dos centros escolares muy distintos entre sí, pero en ambos tuve una magnífica acogida, de ambos me llevo muy gratos recuerdos y buenas amistades, y en ambos siento que he dejado una importante y profunda huella. Os hablo del C.E.E.Miguel de Unamuno y del C.E.I.P. Las Cumbres, sobre los cuales ya he escrito en alguna ocasión, y siempre formarán parte de mí.

Sin embargo, como bien decía Queen, "el espectáculo debe continuar", y seguiré en la rueda del interino cambiando de destino hasta que alcance mi próximo objetivo: obtener mi propia plaza.

Así pues, vuelvo a agradecer a familia, amistades y compañeros de profesión su apoyo incondicional, así como su ayuda y sus aportaciones para afrontar todo este duro recorrido del que os hablaba al inicio, un recorrido que no ha finalizado aún, pues esto no ha hecho más que comenzar.