sábado, 28 de diciembre de 2019

Nuevo año, nueva década

Durante estas fechas suele ser normal que, ya sea sólo por pura cortesía protocolaria o bien por una sincera expresión de nuestras buenas intenciones, nos deseemos un feliz año nuevo (yo el primero), y que reflexionemos sobre el año que termina o nos propongamos nuevos objetivos para el año que está a punto de empezar.




Es más, en esta ocasión, debido a que estamos a punto de cambiar de década, esas premisas están tomando un carácter más amplio, y pensamos tanto en los 10 años que se cierran como en los 10 años que vendrán.

A menos que echemos la vista atrás, vemos que la tecnología ha marcado el ritmo de avance de nuestra sociedad, una sociedad que vive profundos y continuos cambios a una velocidad de vértigo, y que de seguro va a mantener esa dinámica en los próximos años.

Sin embargo, la escuela se sigue resistiendo a los cambios de años, década o siglo. En Educación seguimos viendo todavía muchas tendencias propias de otras épocas que persisten y perduran pese a todo. 

Cierto es que se han abierto debates y se han replanteado temas como el de las "nuevas" metodologías o el de la atención a la diversidad, pero, a mi parecer, son debates que ya deberían estar superados.

También es cierto que, sin que esto nos sirva de excusa, la escuela pública de este país se ha visto gravemente perjudicada por los continuos recortes y ataques que se han realizado contra la misma, como también por el reciente crecimiento de algunas ideologías reaccionarias que arremeten contra el legítimo papel de esta institución de educar no sólo en contenidos, sino también en valores, en derechos humanos, en igualdad de oportunidades, en habilidades sociales y en inteligencia emocional.

Por lo tanto, ya no sólo se trata, como decíamos al inicio de este post, de desear un feliz año (o década), sino que deberemos tomar conciencia de la importancia que nuestras acciones tienen en la consecución de ese deseo.

En este sentido, se nos plantean grandes retos para los años venideros, como el ser capaces de consolidar una escuela lo más inclusiva posible, el concienciar y el promover actos para contrarrestar el inminente cambio climático o el seguir dotando a nuestro alumnado tanto de espíritu y de sentido crítico como de las herramientas y estrategias necesarias para saber manejar la gran cantidad ingente de información que se mueve en la actualidad y estar prevenido ante las noticias falsas o los intentos de manipulación con los que se puedan encontrar, más todos los nuevos retos que los nuevos tiempos nos puedan deparar.

Así pues, no nos conformemos con desear que el nuevo año sea bueno: cojamos con ganas este año nuevo y hagámoslo mejor.


¡Feliz 2020!


martes, 3 de diciembre de 2019

Reflexiones sobre el concepto de Discapacidad

Hoy me gustaría aprovechar que es el Día Internacional de las Personas con Discapacidad para escribir una entrada en este blog acerca de una idea sobre la que casualmente ayer estuvimos dialogando en una reunión de la Federación de Movimientos de Renovación Pedagógica de la Comunidad de Madrid.

El tema en cuestión es que, aunque el paradigma educativo vigente destaque la importancia de compensar las condiciones de discapacidad mediante la disposición de todos los recursos personales, materiales y organizativos que se consideren necesarios bajo el principio de equidad, creo que seguimos pecando al poner el foco sobre la condición de la persona y no sobre el contexto.

Al fin y al cabo, son los entornos quienes a menudo tienen el poder de potenciar o de reducir dicha condición de discapacidad, o dicho de otra forma, la discapacidad puede ser una condición relativa, pues la capacidad o no capacidad de realizar una determinada acción va en función del contexto donde se quiere realizar dicha acción, el cómo se espera que se realice esa acción o con que herramientas se cuentan para ello. 

Es decir, no se trata sólo de una cuestión meramente escolar, sino que implica un cambio de concepción social y cultural, entendiendo que estas cuestiones van más allá de colocar una rampa de acceso u alguna otra medida similar, pues, pese a ser un grandísimo avance y cumplir con un noble propósito, a estas alturas de la partida no son suficientes para abarcar la visión holística y profunda que queremos resaltar. 

Porque, tal y como se decía ayer, los entornos deben ser amables en el sentido más amplio de la palabra: deben ser acogedores y respetuosos tanto con las personas que puedan presentar por algún motivo esta condición de discapacidad como con las personas que trabajan con estos colectivos y hacen posible que las primeras desarrollen al máximo sus propias capacidades para ser una persona lo más plena y autónoma posible.

Sabemos de sobra que hay algunos casos de pronunciada discapacidad donde encontraremos mucha más dificultades para abordar este tipo de planteamientos - quienes trabajamos en la Educación Especial lo tenemos muy presente -, pero espero que se entienda el mensaje que mediante esta entrada pretendo transmitir.

Mientras tanto, el hecho de que sigan existiendo entornos o situaciones discapacitantes que con buena voluntad, actitud, esfuerzo y, por supuesto, con los recursos y respaldos necesarios podamos solventar, seguiremos trabajando y poniendo nuestro granito de arena hasta que no haga falta hablar de discapacidad, sino de diversidad, pues en la diversidad cabemos todos.