jueves, 28 de junio de 2018

Junio agridulce

Si, según la película, noviembre es un mes dulce, yo digo que junio es un mes con sabor agridulce, pues es un mes donde se mezcla el agradable olor de las vacaciones de verano que ya se aproximan con amargas despedidas y con una necesaria dosis de autoevaluación.

Lo cierto es que, como decía un buen amigo y compañero de profesión con el que dialogaba sobre este tema, los que trabajamos en Educación tenemos muy marcados estos períodos lectivos con principio, desarrollo y final, los cuales se repiten cada nuevo año escolar, y que, en mi caso, siempre invitan a la reflexión.

Y es que, queramos o no, todo fluye constantemente, y todo se halla en continuo movimiento, y así, aquellos compañeros y compañeras que aún son interinos deben seguir despidiéndose de ti y del alumnado que habéis compartido, al igual que, aunque no seas tú quien se marche, habrá alumnos y alumnas que sí lo harán, dejando tanto compañeros y compañeras como alumnado su correspondiente huella de cariño y de nostalgia, pues todo lo vivido supone una experiencia vital más que debemos valorar. 

Durante todos estos años atrás, esas despedidas, por mi condición de maestro interino, solían ser cíclicas: año tras año se producía el mismo proceso de llegar, conocer, conectar y despedir. Sin embargo, ahora es distinto, o debería ser distinto, porque mi nueva condición de funcionario con destino definitivo en mi colegio actual me brinda la oportunidad de continuar ejerciendo la profesión que tanto aprecio en el mismo centro escolar, algo que hasta ahora no había ocurrido nunca y que me aporta cierta tranquilidad.

No obstante, este hecho no me exime ni de ese proceso de despedidas que os comentaba con anterioridad ni tampoco de hacer un necesario balance de como se ha desarrollado el presente curso y de como lo he sabido (o no) afrontar.

Ya el año pasado, sobre esta misma fecha, os hablaba de que "una gran responsabilidad conlleva un gran poder", y lo sigo manteniendo. Trabajar en Educación Especial es toda una gran responsabilidad, no tanto ya por la parte del tipo de alumnado al que buscaremos la mejor manera de dar una respuesta educativa (que también), sino además por el enfoque personal y humano que trabajar en estos contextos conlleva, como ya os conté en su día cuando os presentaba el desconocido mundo de la Educación Especial.

Y es que, cuando te implicas de lleno en cuerpo y alma en este trabajo, todo se vive con muchísima intensidad, y se alternan los momentos angustiosos con los momentos dignos de rememorar.

Saber valorar lo positivo y saber sobreponerse y aprender de la adversidad se convierte, en estos casos, en una destacada prioridad.

Lo que sí puedo afirmar con orgullo y convicción es que siempre he procurado aportar de mí todo lo mejor, lo cual no quita que aún así haya cosas que se puedan mejorar, pues nadie es perfecto, pero nos mueven las ganas y la vocación por hacer de cada día un día mejor, y agradezco enormemente el poder contar en este recorrido con personas maravillosas e implicadas en esta profesión. 

Lo importante ahora es desconectar y descansar a la espera de que llegue septiembre y veamos lo que el nuevo curso nos puede deparar. 

Otro año más para seguir aprendiendo.

Otro año más para seguir creciendo.

Otro año más para recordar.

¡Hasta septiembre!