lunes, 31 de marzo de 2014

Inclusión exclusiva

Hace escasos días me topé con la siguiente imagen en las redes sociales:


Como podemos observar a priori, se trata de una representación gráfica que refleja la evolución social y educativa que han tenido a lo largo de la historia los colectivos actualmente denominados como "personas con necesidades específicas de apoyo educativo".

Sin embargo, esta forma de presentar el concepto de "inclusión" encierra cierta exclusividad que es de lo que hoy vengo a hablar.

Quienes nos movemos o nos hemos movido en el campo de la denominada Educación Especial sabemos que ha sido largo y duro el recorrido para los colectivos de personas que atendemos, el cual va desde la segregación hasta la inclusión, pasando por los principios de integración y normalización que son los que dieron pie al cambio, dejando de hablar en términos de discapacidades y empezando a hablar de necesidades.

Sabemos que todo estos cambios, esta evolución, ha sido realmente positiva. Sin embargo, reservar el término "inclusión" solamente para este tipo de personas no es más que volver a acotar la amplitud de tan bondadosa idea.

Procedo a explicarme antes de que se me empiece a malinterpretar: 

Tal y como yo concibo el concepto de "inclusión", y tal y como pienso que debería ser concebido, es el de una escuela y una sociedad donde todos tienen cabida sin ningún tipo de distinción que los desmarque del resto. Todos tenemos nuestras similitudes y también nuestras diferencias, lo que nos convierte a todos iguales y diferentes a la vez, y es ahí donde radica el punto de inflexión.

Con esto vengo a decir que si reservamos la idea de inclusión como algo solamente aplicable a los colectivos de persona que antes se venían amparando bajo las etiquetas de discapacidad o alumnado de integración estaremos tratando de exclusividad la inclusividad.

Es más, el término inclusión debería abarcar entonces muchos más colectivos de personas que se han visto normalmente en una situación desfavorable por alguna temática específica que no haya sido la anterior, pero, como os vengo a referir, eso sería volver a etiquetar y catalogar dentro de una filosofía educativa cuya máxima es la de no establecer diferencias.

Supongo que algunos ahora podrán argumentar que si no catalogamos ni etiquetamos no podremos atender de forma adecuada a cierto número de alumnado con alguna necesidad específica. Opino que para ello somos profesionales y que disponemos de equipos multidisciplinares y especialistas preparados para identificar las necesidades de un determinado alumno o alumna, las cuales pueden estar englobadas dentro de afectaciones ya conocidas o tratarse de aspectos más puntuales y concretos. No obstante, que los profesionales que vayamos a tratar al alumnado en general conozcamos dichas referencias respecto a quien sea necesario no significa que se le esté etiquetando siempre y cuando ello no repercuta en el trato educativo y personal que se le vaya a dar posteriormente en el aula y en el centro en general. 

También conviene recordar que, bajo un paradigma inclusivo, la educación es algo que nos compete a todos por igual, y que todos somos responsables de todo el alumnado. Si no establecemos diferencias entre el alumnado, no la vamos a hacer entre a quien le corresponder atender cada tipo de alumnado. 

Así pues, para finalizar, debemos dejar de tratar la educación inclusiva como algo exclusivo y proceder a actuar de tal forma que ni siquiera sea necesario hablar de inclusión.