lunes, 28 de diciembre de 2020

Lecciones de pandemia

Estamos estos días viviendo unas navidades atípicas y el final de un año aún más atípico que quedará marcado en nuestra historia.

Creo que si hace un año por estas fechas nos preguntaran que esperábamos para el 2020, nadie nos hubiéramos imaginado, ni de lejos, lo que estaba a punto de ocurrir. 

Sin embargo, ocurrió, y lo más que podemos hacer ahora es reflexionar y aprender de ello.

Porque, admitámoslo, la pandemia ha puesto en jaque y en tela de juicio muchos aspectos de nuestra vida en sociedad y de nuestra forma de relacionarnos con el medio que nos rodea.

Y es que, como si de un iceberg se tratase, nuestro barco ha chocado de lleno contra la punta del mismo, pero obviamos que la verdadera pandemia que nos acecha se esconde bajo la superficie, y por mucho que nos empeñemos en asociar lo ocurrido a un mal año, no debemos olvidar que en 2021 la amenaza fantasma seguirá estando ahí.

Es por ello que además reflexionar sobre lo que ha supuesto 2020, como seguramente hagamos la inmensa mayoría ahora que se acaba el año, también nos va a tocar mirar más allá para pasar de la reflexión a la acción.

Dicha acción se debería materializar, en primer lugar, en revertir todo lo que podamos el inminente cambio climático que altera las temperaturas, las estaciones y el equilibrio entre especies, haciéndonos más vulnerables y abocando a nuestro planeta a una grave crisis.

A todo ello se sumaría el revisar un sistema económico basado en un ritmo de consumo que se ha demostrado insostenible y que también ha quedado en evidencia durante este año.

Por otro lado, se ha potenciado durante tanto y tanto tiempo el individualismo, que en situaciones como ésta hemos visto las enormes dificultades que tenemos para pensar y actuar como sociedad - y no digamos ya como especie -, por lo que debemos poner de nuevo en valor la importancia de lo colectivo.

Además, durante este tiempo también hemos visto como se agrandaba la brecha de la desigualdad al tiempo que hemos pagado las consecuencias de tantos años de políticas de recortes, privatizaciones y austeridad, sobre todo en lo que a sistema sanitario e inversión en ciencia e investigación se refiere. Es por esta razón que se hace necesario defender lo público como garante de equidad y bienestar, y potenciar el pensamiento científico como vía de desarrollo para la humanidad. 

No obstante, sé que la inercia general será la de volver a la vorágine anterior a todo esto, y más ahora que ha comenzado el proceso de vacunación, pero confío en que sepamos apreciar la lección que la pandemia nos deja y valorar más nuestra calidad de vida y todas aquellas otras cuestiones en las que antes no solíamos reparar.

Por lo tanto, el reto que se nos plantea para este nuevo año será poner en marcha esta acción de cambio, y nuestro papel desde la escuela será empezar desde ya a educar a las generaciones que van a hacer posible dicho proceso y que van a recoger los frutos de los esfuerzos que hagamos ahora en el presente. 

Para finalizar, os dejo con una ilustración de @graphicroozane que me ha resultado muy llamativa.


¡Feliz 2021! 

jueves, 3 de diciembre de 2020

Desmintiendo bulos, allanando caminos

Llevamos ya un par de años presos de toda una campaña de desinformación que tiene en su punto de mira a los colegios específicos de Educación Especial, una campaña que durante este último mes se ha intensificado aún más con la aprobación de la nueva ley educativa.

Pese a que este bulo ya haya sido desmentido por activa y por pasiva, se sigue recurriendo al mismo como una forma de mantener en vilo a toda la sociedad en general, y en concreto a aquellas personas a las que esta cuestión les toca aún más de cerca.

¿El motivo? Todo forma parte de una estrategia con intereses en juego que utiliza a nuestro alumnado como arma arrojadiza, lo cual me parece cuanto menos mezquino y despreciable, y no hablo de aquellas familias que se han podido movilizar de buena fe ante lo que percibían como una amenaza, sino de quienes han promovido con total premeditación el que se sintieran amenazadas.

Así pues, me gustaría aprovechar que hoy es el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, para poder contrarrestar este discurso del miedo con un enfoque más crítico a la par que más constructivo.

El caso es que nuestra forma de dar respuesta a las necesidades de las personas con discapacidad a nivel social y educativo debe ser cuanto menos revisado, no para buscar errores, sino para ver como la podemos mejorar, y en este sentido sabemos que en España estamos aún muy lejos de una verdadera inclusión.

Entiendo que nos echemos las manos a la cabeza cuando hablamos de que los chicos y chicas de Educación Especial puedan estar escolarizados en una escuela ordinaria, y ello es debido a que no somos capaces de concebir la escuela ordinaria de una forma distinta a la que hasta ahora hemos conocido.

Por lo tanto, el primer paso a dar en este recorrido es transformar la escuela del modelo tradicional que aún impera a un modelo mucho más flexible y donde sea ésta la que se adapte a las necesidades de su alumnado y no al revés, una escuela donde las ratios sean más reducidas, tengamos más profesionales trabajando y estemos mejor formados y mejor preparados para atender la diversidad. 

Cierto es que, para que las escuelas ordinarias puedan albergar a este alumnado con total garantía de prestarles una respuesta educativa de calidad y adaptada a sus necesidades, se hace indispensable, por un lado, una inversión económica en forma de adaptación de espacios y de disposición de recursos personales y materiales de sobra, y por otro lado, que dicha disposición de recursos sea una cuestión de estado y que no quede sujeto a los devenires de los distintos gobiernos autonómicos o nacionales. 

También debemos romper con esa visión caritativa que nuestra tradición nacional a menudo arrastra y entender que no se trata de ver a las personas con discapacidad como "pobrecitos" a los que cuidar y atender, sino como personas de pleno derecho que merecen ser tratadas con dignidad y solidaridad.

Sabemos, por tanto, que la meta de una verdadera escuela inclusiva no podrá alcanzarse a corto plazo, puesto que todavía tenemos que cambiar el paradigma de como la sociedad concibe la escuela, pero sí que tenemos la responsabilidad de ir allanando ese camino, y por eso, desde nuestro grupo de Atención a la Diversidad perteneciente a Acción Educativa, hemos estado durante esa semana promoviendo una campaña en redes desmintiendo mitos en relación a la discapacidad.

Os invitamos, por tanto, a reflexionar sobre ello y a cierro la presente entrada con la esperanza de que algún día podamos entre todas y todos construir una escuela y una sociedad en la que toda persona tenga cabida. 


sábado, 7 de noviembre de 2020

¿Es que acaso no hemos aprendido nada?

Vivimos tiempos inciertos y en una cada vez más candente crispación global que nos lleva a la pregunta que de manera indiscutible ha terminado por darle título al presente post. 

Como bien sabéis, nos encontramos inmersos en la segunda ola de una pandemia mundial, una segunda ola que nos ha sobrepasado de lleno ante la total indiferencia de los poderes públicos cuya responsabilidad en el tiempo entre olas era la de reforzar lo máximo posible nuestro sistema sanitario, el cual estaba ya de antemano bastante desmantelado debido a las políticas de recortes, privatizaciones y austeridad aplicadas durante toda una década.

Hay un proverbio árabe que dice "La primera vez que me engañes será culpa tuya. La segunda será culpa mía", y creo que nos viene como anillo al dedo ante esta situación que ha desembocado en un estado de hastío generalizado, ya que ahora no estamos como en marzo, donde dicha situación nos pilló de imprevisto, y sí que sabíamos a lo que nos enfrentábamos, pero aún así ni hemos contratado suficiente personal ni hemos tomado medidas preventivas con las que estar preparados para ello, por lo que otra vez nos tocará pagar las consecuencias.

De igual manera, vemos cómo en nuestra sociedad crecen de forma alarmante dos fenómenos, no necesariamente independientes, que en la actual situación de crisis encuentran el caldo de cultivo perfecto.

Por un lado, la actual corriente negacionista cada vez gana más adeptos y se hace más presente en la sociedad, poniendo en jaque aquel mundo sólido que tanto habíamos dado por sentado, pero que de un tiempo para acá cada vez hace más aguas. 

¿En qué hemos fallado en este sentido?

No creo que exista una única causa al respecto, pero como profesional de la Educación que soy, sí que creo que es hora de que hagamos algo de autocrítica sobre cómo se ha venido hasta ahora impartiendo el conocimiento de las materias relacionadas con la ciencia y con el estudio del mundo que nos rodea. 

En mi opinión, creo que durante muchos años hemos pecado de no enseñar del todo a pensar, a investigar o a contrastar información. Recuerdo mi época en el colegio o en el instituto como un tiempo donde se nos daban datos y fórmulas que simplemente debíamos memorizar para aprobar, sin entender realmente de donde salían, qué representaban o el por qué de que eso fuera así.

Y es que, si tienes una inmensa carga curricular por impartir, la administración escatima a la hora de proporcionar recursos y si encima no has tenido en tu carrera universitaria o en tu máster habilitante para la enseñanza una buena base de formación sobre metodologías didácticas, el resultado es que al final la inercia hace que perpetuemos una forma de enseñar en la que el docente imparte su lección y la función del alumnado sigue siendo la de callar, atender, memorizar, reproducir y olvidar, pero no la de cuestionar.

No quiero decir con ello que por este motivo todas las personas seamos potenciales negacionistas ni que todo sea culpa del profesorado, ni mucho menos, pero sí que creo que quizás es hora de darle una vuelta de tuerca a la formación científica que ofrecemos en nuestros centros escolares, al igual que tocaría, de una vez por toda, dar ese impulso tan necesario en nuestro país a la innovación, a la investigación y al desarrollo. 

Tampoco parece que entendamos que el método científico requiere de unos tiempos y unos procesos determinados, ya que en la actual era de la inmediatez en la que nos ubicamos estamos acostumbrados a querer resultados y a tenerlos aquí y ahora.

Quizás ya vaya siendo hora de romper con esa forma que tenemos de mirar el mundo tan cortoplacista y tan centrada en nuestro interés inmediato.  

Por otro lado, está también el aumento de corrientes totalitarias que nos recuerdan a una época pasada y oscura que, de igual manera, parece que habíamos dado por superada. 

En este sentido, siempre se ha dicho que quien no conoce su historia está condenado a repetirla. Sin embargo, en este caso, la conocemos más que de sobra, y no sólo por las clases y los libros de texto, sino por toda la ficción que se ha generado también en torno a ello, y aún así parece que volvemos a caer en el mismo patrón.

¿A qué creéis entonces que puede deberse esto?

Quizás la respuesta es que sí que la conocemos, pero que eso no es suficiente. 

Sabemos de sobra lo que pasó, pero apenas conocemos cómo se fueron produciendo de manera progresiva todos los sucesos previos que terminaron preparando el camino para que los totalitarismos se impusieran en Europa.

Creo que esa debe ser la clave a tener en cuenta cuando estudiamos Historia, pues no sólo se trata de conocer los hechos, sino también comprender cómo se van generando los antecedentes de los mismos desde una perspectiva social y reflexionar sobre las consecuencias que se van produciendo a raíz de ello. 

Por ejemplo, últimamente estamos presenciando cómo hay una fina línea que se entremezcla entre tendencias negacionistas y determinadas posturas políticas o personajes públicos que lo perpetúan y le dan voz. Tener sentido crítico y estar prevenidos ante este tipo de mensajes, que encuentran en los medios o en las redes su altavoz, nos ayudará a no dejarnos arrastrar por un mar de desinformaciones y de fake news. 

Además, hay otra cuestión importante a tener en cuenta cuando hablamos de la asignatura de Historia, y es que esta suele verse como algo muy alejado de nuestro presente, como algo inconexo, como si fuera algo ajeno a nuestra realidad. En dicho sentido, resulta fundamental tomar conciencia de la responsabilidad que nosotras y nosotros, como ciudadanos activos y presentes en esta sociedad, tenemos sobre el desarrollo de la misma y sobre los hechos históricos que se estudiarán en un futuro no tan lejano.

Ejemplo de esta toma de conciencia es Pablo, el muchacho que tan viral se ha hecho en las redes sociales cuando, en estos días de locos donde los disturbios se han adueñado de nuestras calles, tuvo el sencillo gesto de asumir un papel constructivo e inspirador. 

Quizás son este tipo de actos, sencillos y humanos, los que nos hacen ver que quizás no está todo perdido.

Por último, no quisiera despedirme sin dedicar unas palabras a aquel profesor que fue brutalmente asesinado mientras ejercía su profesión e invitaba a su alumnado a participar en un debate sobre la libertad de expresión.

Necesitamos seguir formando mentes críticas, que se atrevan a discrepar y a cuestionar, pero que al mismo tiempo sepan respetar la diversidad y entender que la violencia nunca puede ser la solución.

Nos toca construir el futuro, y sólo hay una forma sensata de hacerlo: en común y con rigor.  

sábado, 10 de octubre de 2020

No hay salud sin salud mental

Hoy, día 10 de octubre, es el Día Mundial de la Salud Mental, y desde este blog me parecía importante reivindicar la relevancia de la misma en un momento histórico y social donde más que nunca se puede estar viendo afectada. 

Y es que, cuando de normal hablamos de salud, solemos pensar en los diferentes aspectos que tienen que ver con nuestro bienestar físico - al fin y al cabo, así se nos ha enseñado, ¿no? -. Sin embargo, ya sea por desconocimiento, por subestimación o por estigmatización, olvidamos o relegamos a un segundo plano todo aquello que tiene que ver con nuestro bienestar psíquico y emocional. 

Es cierto que, de manera reciente, parece que por fin se le está dando algo más de visibilidad a la importancia de cuidar nuestra salud mental, aunque el prisma por el que estamos mirando todavía es demasiado estrecho y no deja ver aún con claridad todo el espectro que existe, corriendo el riesgo de romantizar el trastorno y caer en clichés (a menudo potenciados y extendidos por la ficción) a raíz de los cuales solemos hacernos una idea equivocada de lo que de verdad supone. 

Creo que es necesario cambiar el paradigma, y no ver solo la salud como la ausencia de enfermedad, sino como un estado de bienestar deseable que debemos trabajar por alcanzar, ya sea de manera física o mental. 

En este sentido, se hace prioritario potenciar programas de prevención, de información y concienciación, los cuales nos ayuden a derribar tabús o creencias erróneas a la vez que normalizamos el poder pedir ayuda cuando percibimos que la cosa no va bien u observamos algún aspecto, tanto de nosotros mismos como de nuestro momento vital, que necesitamos mejorar. 

Porque no siempre podremos controlar la situación, porque a veces nos rompemos o nos vemos superados, porque conocerse mejor a uno mismo es tener mejores herramientas para enfrentarse a cada situación. Hay mil razones para otorgarle a la salud mental el lugar que se merece en nuestra escala de valores, y desde el ámbito de la Educación creo que tenemos un papel importante que desempeñar en dicho aspecto.  

Sin embargo, para ello también se hace necesario que los responsables de nuestro sistema sanitario le den a la salud mental el peso que requiere, invirtiendo en profesionales, recursos e infraestructuras destinadas a tal fin.

No obstante, recuerda que no estás solo, y que no eres más débil y vulnerable por solicitar ayuda. Todas las personas tenemos aspectos en los que podemos trabajar y mejorar. Tomemos conciencia de ello y recurramos a un especialista cuando lo veamos preciso.

Mientras tanto, si en algo puedo ayudarte, cuenta conmigo, pues, como bien os decía en un antiguo post, la clave siempre está en cuidarse, cuidar y dejarse cuidar, y esto se aplica a la salud física, sí, pero también a la salud mental y emocional. 


miércoles, 19 de agosto de 2020

Indiferencia, Ignorancia e Incertidumbre

Se van a cumplir 2 meses desde que finalizó el Estado de Alarma en España, y algo más de 5 meses desde que fue decretado ante la situación de emergencia sanitaria que estábamos viviendo en el país, tiempo suficiente, en mi humilde opinión, para que los diferentes responsables políticos - estatales y autonómicos - se hubieran parado a diseñar de manera conjunta y coordinada una serie de protocolos a seguir para garantizar una vuelta segura a las clases.

Sin embargo, a menos de 2 semanas para que llegue septiembre, seguimos sin saber cómo se va a garantizar dicha seguridad cuando nos toque volver a las aulas (si es que finalmente podemos volver).


Este hecho no hace más que evidenciar una cuestión que nunca estuvo realmente oculta, pero a la que quizás no nos habíamos parado realmente a mirar: en este país la Educación no importa o, al menos, no lo suficiente.

Sólo hay que mirar como se han buscado establecer toda clase de protocolos para que el sector turístico pudiera ponerse en marcha durante este verano, mientras que los centros sanitarios de atención primaria siguen cerrados a cal y canto sin los refuerzos necesarios y en las escuelas desconocemos por completo cómo vamos a poder gestionar la situación que se avecina. 

Con ello no quiero decir que no fuera necesario buscar fórmulas para que los distintos establecimientos pudieran abrir sus puertas, pero sí realizar una comparación a cómo se está - o no se está, mejor dicho - actuando en lo que al ámbito educativo se refiere.

Se habla de posibles escenarios, de "grupos estables" o de modalidades mixtas, lo cual no termina siendo más que falacias y palabras vacías que pueden sonar bien al oyente, pero a las que le falta contenido, un contenido que se traduce en proporcionar los recursos necesarios e imprescindibles para que la respuesta educativa que demos sea segura y de calidad, y ello pasa por garantizar la presencia de personal sanitario en las escuelas, bajar las ratios por aula, facilitar nuevos espacios, reforzar plantillas docentes y no docentes con más contrataciones, dotar de equipamiento adecuado, etc.


De lo contrario, sabemos que la probabilidad de que empiecen a producirse rebrotes en nuestros centros educativos es muy elevada y que podría conllevar al cierre de muchos colegios e institutos dados el caso y el aislamiento de su alumnado, de su plantilla y de las familias y los allegados de todos los afectados, siendo esta una cuestión que no puede recaer sobre la responsabilidad de los equipos directivos o del profesorado.

Mientras tanto, hemos visto como aumenta la ignorancia de quienes creen que todo esto no es más que una conspiración y una gran farsa, un negacionismo que crece últimamente a un ritmo bastante preocupante y que se manifiesta contra determinados aspectos que ya creíamos consolidados, siendo este un tema que requiere una profunda y pausada reflexión y también un poco de autocrítica en Educación. 


Es por ello que, ahora más que nunca, debemos seguir reclamando que se le conceda a la escuela la vital importancia que debe tener en el desarrollo y la prosperidad de una sociedad realmente científica, solidaria y democrática.

El primer paso de momento es poder volver a las clases con todas las garantizas sanitarias, pero también con todas las garantías de que esto no va a mermar ni la calidad de la atención educativa que demos a nuestro alumnado ni tampoco sus aprendizajes en los diferentes ámbitos del desarrollo, al contrario de lo que ocurre en la siguiente imagen que se viralizó durante estos días en la red:


Mientras tanto seguimos a expensas de la indiferencia de nuestra clase política, de la ignorancia de quienes creen que todo es mentira o que nuestra protesta es porque no queremos trabajar, y de la incertidumbre que se plantea ante un escenario tan preocupante como incierto.

Aún estamos a tiempo de cambiar el guión.

Poder, se puede.

La pregunta ahora es:

¿Quieren? 

sábado, 13 de junio de 2020

Utopías, Distopías y Nueva Normalidad

Nos acercamos al final del curso, un curso cuanto menos extraño y atípico, y me temo que lo que se vislumbra en el horizonte para la vuelta es un escenario borroso, incierto y desolador. 

Al principio pensamos que esta situación nos podía servir para recapacitar, para ser mejores como individuos y como sociedad, que nos uniría, que nos haría aparcar nuestras diferencias y que pensaríamos como especie en busca de otra forma de relacionarnos entre nosotros y con el planeta. Sin embargo, sospecho que, al igual que yo, el mundo está lleno de utópicos anónimos.


El sueño duró poco, pues enseguida la utopía derivó en un escenario mucho más distópico, un escenario donde en lugar de unirnos nos enfrentábamos, donde no cesaron las injusticias, donde el individualismo y la voraz competitividad en la que tanto tiempo se nos estuvo instruyendo salió a flote, y donde nuestros guantes y nuestras mascarillas ensuciaban de nuevo nuestras calles, nuestras tierra y nuestros mares, mostrando nuestra total falta de conciencia cívica y medioambiental.

La dictadura del plástico y de los desechables de un sólo uso se hacía de nuevo más fuerte en un escenario donde protegerse era lo fundamental, olvidando que proteger el planeta en el que vivimos es también proteger al prójimo y protegerse a uno mismo. 


En todo este escenario, ahí estuvimos los profesionales de la Educación, un día tras otro, haciendo malabares para llegar a todo, ideando mil historias para poder trabajar con nuestro alumnado, preparando materiales o asistiendo a formación online para mejorar nuestra forma de trabajar desde casa, y, sin embargo, creo que nadie de la administración o de la sociedad en general se paró a pensar en que tipo de situación tendríamos dentro de nuestros hogares. Eficiencia por encima de humanidad. 

En este sentido, creo que hablo en nombre de muchos compañeros y compañeras cuando hago referencia a esa sensación de presión, de tener que cumplir tanto con nuestro trabajo educativo como con todas las demandas burocráticas que conlleva esta profesión (más incluso en tiempos de pandemia), o de soportar esa lacra social que aún cree que hemos sido unos privilegiados durante estos meses por seguir trabajando desde nuestras casas.

Sinceramente creo que, ante esta situación vivida donde el mundo sólido sobre el que nos creíamos asentados hacía cada vez más agua, nos hemos sentido en parte poco cuidados y algo abandonados, pero aún así, como profesionales que somos, y como personas que viven con dedicación su vocación, hemos hecho lo mejor que hemos sabido y de la mejor forma que hemos podido con lo que teníamos, que no es poco.

Quizás por eso, ahora con el curso a punto de finalizar, es cuando más empezamos a notar ese desgaste humano, mental y emocional que nos ha supuesto este sobreesfuerzo y el estar tantas y tantas horas delante y detrás de la pantalla de un ordenador. 


No quiero, ni mucho menos, colgarme medallas o que parezca que es nuestro colectivo el más afectado, nada más lejos de la realidad. Como bien he reflejado en entradas anteriores de este blog, reconozco que esta situación ha supuesto un desgaste también para las familias y para el alumnado. Al fin y al cabo, estamos todos dentro de ese mismo barco que es la Comunidad Educativa. No obstante, si que quisiera en este post hacer un poco más de hincapié de mi (o nuestra) vivencia subjetiva, sin que ello sirva de pretexto para desmerecer a nadie, aún más sabiendo que ha habido tantas y tantas personas trabajando en condiciones muy difíciles al pie del cañón.

Así pues, llegados a este punto, se nos plantea el escenario de nueva normalidad, un escenario donde me temo que los cambios que se van a producir van a repercutir mucho en aquellos aspectos a los que normalmente restamos importancia cuando hablamos de educar: la socialización, la convivencia, la interacción y el aprendizaje entre iguales, las metodologías activas, los agrupamientos flexibles, las aulas abiertas, las actividades complementarias, el aprendizaje vivencial, las actividades deportivas o culturales, la atención a la diversidad... 

Al final, tanto a través de la pantalla o en modo presencial, parece que sigue habiendo una creencia bien asentada en el imaginario común según la cual nuestra única función es la de ser meros transmisores de contenidos, con un sujeto activo docente y unos sujetos pasivos que simplemente deben permanecer sentados, aislados y mirando al frente.

Sin embargo, no está de más recordar que no sólo educamos con la palabra, educamos desde el alma, educamos con el corazón, educamos a través de un clima de confianza, proximidad y seguridad que se forja en nuestras aulas día tras día.

No somos elementos pasivos dentro de un mismo espacio, somos organismos activos que nos desarrollamos como personas de manera global, somos seres sociales que nos necesitamos cerca, somos seres humanos que establecen en la convivencia de la escuela un vínculo afectivo que termina siendo la base de muchos de los aprendizajes que están por llegar.

En definitiva, la escuela es un lugar vivo, un lugar que nos enriquece y donde el trabajo que realizamos toca todos los ámbitos del desarrollo humano, y me temo que mucho de eso podría llegar a perderse en esta nueva "anormalidad".


Entendemos la complejidad de la situación y lo difícil que es dar una respuesta ante tanta incertidumbre, pero nos cansa que las decisiones (o las no decisiones) que se toman en Educación suelan realizarse sin tener en cuenta a la gente que realmente trabaja en Educación. 

Sabemos que, si realmente se quiere que la vuelta al colegio en septiembre se haga garantizando todas las medidas oportunas, va a implicar una inversión en la Escuela Pública, en acondicionar mejor o ampliar los edificios que la conforman, en dotarla de recursos tanto ordinarios como extraordinarios por el COVID-19, en ampliar sus plantillas y en reducir sus ratios, sin recurrir a invenciones como la de contar con personas voluntarias para suplir con dudosas artimañas contrataciones que son de imperiosa necesidad. 

¿Estaremos dispuestos a asumir ese compromiso? 

Mientras tanto, pese a todo, aquí seguiremos, como hasta ahora, velando por el bienestar de nuestro alumnado, un alumnado con el que nos hubiera gustado poder despedir el curso como se merece, juntos, en nuestro centro, en nuestra clase.

Después de todo, son ellas y ellos quienes llenan de sentido a esta profesión, y les echamos mucho de menos.





domingo, 17 de mayo de 2020

"No siempre lo urgente es lo importante"

Estamos actualmente ante una situación cuanto menos incierta. Han pasado más de dos meses desde que nos vimos forzados a detener nuestra actividad y cambiar la forma de afrontar nuestro día a día, un cambio que, en el caso del ámbito educativo, ha supuesto que alumnado, familias y profesionales nos viéramos inmersos en la necesidad de gestionar con celeridad, brío y dedicación el nuevo contexto donde nuestra labor debía ahora desarrollarse. 

Sin embargo, ahora el debate gira en torno a la urgencia de volver cuanto antes a desarrollar nuestro trabajo en las aulas, una urgencia que nace de un paradigma social nocivo y erróneo donde las escuelas vienen cumpliendo un papel conciliador para las familias a la hora de poder ejercer sus diferentes empleos.

Hemos visto recientemente unas imágenes de una escuela francesa que nos han parecido desoladoras, con rectángulos de tiza pintados en el patio para que el alumnado mantenga una distancia de seguridad. 

¿En qué momento hemos olvidado lo que realmente significa ir a la escuela?


Yo soy el primero que echa de menos poder ejercer su trabajo fuera de la pantalla de un ordenador, y como yo la mayoría de compañeros y compañeras de profesión que saben el valor humano fundamental que conlleva la Educación: Nos gusta el aula, nos gusta estar con nuestro alumnado, nos gusta darnos los buenos días y vernos por los pasillos, nos gusta poder compartir nuestro tiempo y, aunque a menudo nos quejemos (¿quién no se queja de su trabajo?) no lo cambiaríamos por nada. 

Sin embargo, lo que vemos en esas imágenes no es volver a la escuela: sólo es, como leí hace poco en un tweet, volver al edificio donde se ubica la escuela.


La escuela no es un lugar donde aparcar niñas y niños, es un lugar lleno de vida, de experiencias, de socialización, de crecimiento y de aprendizaje, un aprendizaje holístico, global, que va mucho más allá de creer que lo único que tenemos que hacer es llenar cabecitas vacías con contenidos.

Trabajamos con personas, personas que sienten y padecen, personas que en muchos de los casos no comprenden lo que está ocurriendo, personas que aún están en fase de desarrollo, y para el desarrollo la interacción social es una faceta crucial. 

Además, hay determinados colectivos, como el alumnado de Escuelas Infantiles (que no guarderías) o el alumnado de Educación Especial, cuya específica vulnerabilidad hace que el trabajo que tenemos que desarrollar con ellos requiera de una cercanía considerable, siendo inviable en estos casos poder mantener una distancia prudencial, un alumnado que en su mayoría puede que no sean capaces de evitar el contacto y la interacción, que no aguanten con sus mascarillas puestas o que sientan miedo al vernos con todo el equipamiento que llevemos.

Sabemos que la situación nos va a obligar a repensar a fondo la manera de enfocar la vuelta a las aulas, pero lo que sí está claro es que ésta debe darse en unas condiciones de seguridad lo suficientemente estables como para garantizar, como mínimo, el bienestar del público al que atendemos, no sólo a nivel de evitar la enfermedad, sino también a nivel psicológico y emocional, y que quienes trabajamos con ellos lo podamos hacer también con las medidas oportunas y pertinentes.

Estamos asistiendo a un intenso debate entre los conceptos de Salud y Economía, pero lo que realmente me preocupa es ver como la Educación en todo este debate queda en un segundo plano, como a remolque, cuando invertir en Educación realmente es invertir en prosperidad.

Necesitamos más que nunca un firme compromiso con la institución que la escuela representa, y no volver a cometer los errores que se han cometido hasta ahora en las residencias de mayores o en los centros sanitarios.

Como bien dice una canción de Fito y Fitipaldis, no siempre lo urgente es lo importante.

Es hora de abogar de una vez por todas por unos servicios públicos de calidad. 

Yo sólo espero que las repentinas prisas no nos hagan tropezar...

jueves, 23 de abril de 2020

"Los 40 Culturales"

Hoy, 23 de Abril, Día del Libro, cumplimos exactamente 40 días desde que se decretó el Estado de Alarma en nuestro país, una situación que nos ha llevado a gran parte de la población a tener que permanecer confinados en nuestras casas.

Durante esta cuarentena - nunca mejor dicho - en la que muchas personas hemos tenido que reinventar nuestra manera de vivir, hemos encontrado un importante refugio en todos aquellas expresiones humanísticas y culturales que, a menudo, solemos relegar a un segundo plano en materia escolar: literatura, música, arte, deporte... 


Y es que, durante todo este tiempo que hemos estado en nuestras casas, hemos visto como diferentes artistas nos han brindado su música y su talento a través de directos en streaming, como ha habido museos que han diseñado visitas online o reconocidos espectáculos que se han abierto al público en general a través de internet, por no hablar ya de todas aquellas personas que, ante este panorama, han decidido poner su saber hacer, su dedicación y su trabajo a disposición de toda la red, sólo por poder aportar su granito de arena y así lograr hacernos más llevadera esta situación.

Todo ello sin olvidar el nuevo y enorme significado que han tomado las ventanas y los balcones de nuestro hogar, donde se han puesto diferentes manifestaciones artísticas que van desde los ya famosos arco iris hasta la música, el teatro o el humor. 

Y es que, a pesar de todo, esta situación esta siendo capaz de sacar lo mejor de muchos de nosotros y volver a conectarnos con esa parte creativa y con esa mirada empática de querer arrancar en nuestros semejantes una sonrisa, ya sea en nuestro vecindario o a través de una red social.  

Al mismo tiempo, es un periodo que invita a la reflexión, a otro tipo de creatividad, esa que sólo surge cuando, en la vorágine de vida que solemos llevar, encontramos la paz suficiente para sentarnos y dejarla volar. 


Es por eso que, en un día como hoy, me parece justo y necesario hacer una defensa de todas estas áreas y de la importancia que tienen tanto para nuestro desarrollo como seres humanos, como para nuestro propio equilibrio mental y emocional. 

Además, la cultura ejerce un importante motor de cohesión social: nos hermana, nos conecta, nos ayuda a encontrarnos, a expresarnos, a compartir experiencia, a sentirnos parte de algo...

Así pues, espero que me perdonéis si este Día del Libro no lo dedico única y exclusivamente a la lectura en sí, y me permita la licencia de enfocarlo desde este punto más general donde ésta también queda incluida. 


No quisiera despedirme sin antes poner de manifiesto mi más profunda admiración y reconocimiento a todo ese equipo de profesionales de la educación que no han parado de generar contenidos para su alumnado, y no hablo ya de contenidos puramente académicos, sino de habernos implicado en elaborar todo tipo de material pensando en su bienestar y grabarnos mientras contamos un cuento, interpretamos una canción o desarrollamos cualquier otra actividad. 

Porque la Educación es, ante todo, presencia, una presencia de calidad, y no me cansaré de repetirlo.

Por lo tanto, mientras estemos confinados y no podamos estar, tendremos que seguir encontrando la manera de estar sin estar, ya no sólo porque sea nuestro trabajo, sino porque es nuestra vocación. 

Sólo espero que, cuando todo esto acabe, en el necesario debate educativo que se debe generar, se ponga de manifiesto la importancia que merece tanto nuestra labor profesional (tan desprestigiada a menudo), con el añadido del sobre esfuerzo realizado, como el volver a darle la importancia que se merecen a todas aquellas materias que, durante esta crisis, nos han acompañado y nos han sabido amenizar, considerando la cultura como bien de primera necesidad.

¡Feliz Día del Libro!


jueves, 2 de abril de 2020

Teletrabajo, Educación, Autismo y Diversidad

Durante estos días de confinamiento todo el conjunto de la sociedad ha tenido que adaptarse ante una situación inesperada, excepcional y nunca anteriormente experimentada.

Ello ha implicado un repentino cambio en la forma de gestionar muchos de nuestros trabajos, ahora de manera telemática desde nuestros hogares, siendo ésta, como sabéis, la vía que también se ha elegido desde Educación.


Sin embargo, la realidad nos está demostrando que nuestro sistema educativo, tal y como está concebido, no estaba preparado para operar desde la distancia, y que, aunque lo estuviera, le faltaría un factor esencial, algo que en estos días de aislamiento hemos aprendido a revalorar, y es la presencia humana.

La cuestión es que, de un día para otro, hemos tenido que reinventar la forma de afrontar nuestra profesión. En algunos de los casos, se ha intentado calcar y plasmar la forma de proceder de una clase al mundo digital, mientras que en otros se ha procurado tener en cuenta que, ante una situación tan particular, se debe cambiar el enfoque sobre como vamos a llevar a cabo nuestras diferentes propuestas de actividades, ya que, si de por sí un sistema educativo de calidad exige flexibilidad, en estos momentos dicha premisa es aún más importante de destacar.

Ahora vemos con más claridad la gran desigualdad social que existe en muchas de nuestras aulas, que la era digital sigue sin estar al alcance de todos y que tener un móvil en el bolsillo no significa saber escribir un documento de texto, enviar un e-mail o navegar.

También vemos como hay hogares donde las familias tienen que enfrentarse a una situación nueva con la que no contaban, y debemos entender que en muchos casos el atender a las tareas que se puedan enviar desde la escuela dejen de ser una prioridad, por no hablar ya de la carencia en casa de impresoras o de material escolar y la no posibilidad de poder salir a comprarlo.

Aparte de todo esto, se suma una brecha social y cultural, sobre todo cuando en tu aula existen familias que por su situación socioeconómica se encuentra en riesgo de exclusión o familias cuya lengua materna dificulta mucho las posibilidades de entendimiento mutuo en este tipo de situación, así como cualquier otro tipo de circunstancias que supongan un handicap en estos momentos.

Igualmente hay que tener en cuenta la situación familiar de cada profesional de la Educación y en qué circunstancias tiene que afrontar este confinamiento en sus hogares, ya que hay muchas personas que tienen hijos o familiares a cargo a los que atender también y deben hacer auténticos malabares para ser capaces de llegar a todo, existiendo seguramente, al igual que decíamos con anterioridad, otra serie de circunstancias que quizás desconozcamos o sobre las que no nos hayamos parado a pensar.

Mención aparte merece la Educación Especial en este sentido, pues una vez más es la gran desconocida, ya que en muchos de nuestros casos el trabajo que realizamos requiere unos recursos personales y materiales muy específicos, y trabajamos desde la regulación de conductas hasta la adquisición de un sistema alternativo de comunicación o la estimulación multisensorial, lo que se traduce en grandes dificultades para mantener un sistema de trabajo telemático al uso como se está planteando a nivel de los centros ordinarios (y aún así me temo que ese planteamiento también se nos queda corto para poder ofrecer la respuesta que desearíamos dar a toda la diversidad de estilos de aprendizajes y de necesidades educativas que se podamos encontrarnos).

No obstante, debo decir que, por lo que respecta a mis compañeros y compañeras de profesión, lo que constato cuando hablamos es su gran preocupación por cómo estará pasando estos días su alumnado y por estar en contacto tanto con éste como con sus familias para saber que tipo de necesidades se pueden plantear y cómo, desde nuestro papel profesional, pero también desde la cercanía emocional que esta vocación conlleva, podemos acompañarles y atenderles mejor.


Y es que somos muchos los profesionales educativos que durante todo este tiempo hemos estado coordinándonos, implicándonos, intercambiando ideas, recursos y materiales, aprendiendo a manejarnos en las tecnología de la información y de la comunicación, y pensando en posibles propuestas, actividades y formas de conectar con nuestro alumnado, por lo que desde aquí quiero enviar un mensaje de reconocimiento y de gratitud hacia la increíble labor que están realizando, así como también un mensaje de ánimo, de aliento y de admiración hacia nuestro alumnado y hacia sus familias en estos tiempos tan inciertos. 

Después de todo, esto no hace más que poner aún más de manifiesto que educar es, ante todo, cuidar, en el sentido más amplio de la palabra. Somos profesionales, pero ante todo, somos humanos. 

Por último, pero no por ello menos importante, hoy es día 2 de abril, Día Mundial de Concienciación del Trastorno del Espectro Autista (TEA), y desde aquí me gustaría ayudar a visibilizar aún más a este colectivo que ha tenido que enfrentarse a críticas, insultos y situaciones violentas durante este tiempo de confinamiento debido a la nefasta actitud de una serie de personas que han decidido convertirse en justicieros del balcón, así que pido respeto y ante todo empatía y un poquito más de comprensión hacia esta realidad, lleven o no lleven un distintivo azul, ya que creo que nadie tendría que ser etiquetado para ser respetado.




Recordad que las personas con discapacidad tienen flexibilidad para poder salir, tomando las medidas pertinentes, a la calle, debido a que pueden generarse conductas complicadas o desarrollarse anomalías en su forma de afrontar el día a día debido al cambio tan radical de modo de vida que han experimentado.

Es, por lo tanto, fundamental seguir recalcando la importancia de una escuela y una sociedad inclusiva, diversa y plural que visualice tanto ésta como muchas otras realidades existentes y de cabida a todas las personas sin importar su condición.

En este sentido, os recomiendo este cuento que hoy ha compartido con nosotros una gran amiga y compañera de profesión. Espero que os guste.

Para finalizar, me despido con ese icónico arco iris que se ha convertido en todo un símbolo de esperanza y de aliento en estos tiempos que nos han tocado vivir.



Todo va a salir bien.

Cuídate.

sábado, 14 de marzo de 2020

"El frío modifica la trayectoria de los peces"

"El frío modifica la trayectoria de los peces" es la primera novela que escribió el autor canadienese Pierre Szalowski y que fue publicada en nuestro país en el año 2010.


Hay una característica en mí que hace que los libros con nombres así de curiosos y originales me llamen sobremanera la atención y tienda a leerlos. De esta manera he descubierto grandes tesoros de la literatura contemporánea como es la novela que da nombre a este post.

¿El por qué utilizo dicho libro como hilo conductor? Bueno, digamos que las circunstancias que ahora mismo se están desarrollando en el mundo en general y en España o Italia en particular me ha hecho acordarme de cuando lo leí 10 años atrás.

Mi consejo es, que si no has leído este libro, en estos días que vamos a tener tiempo de sobra para estar en casa, te hagas con un ejemplar y le eches un vistazo. Es un libro corto y de una lectura fluida y amena, pero con mucha profundidad. 

En caso de que no te sea importante haberlo leído previamente para continuar con la lectura de esta entrada, que sea bajo tu responsabilidad, ya que hay riesgos de que la trama sea expuesta o desvelada.

Para evitarte cualquier tipo de spoiler, marco de diferente color los párrafos donde hago referencia al argumento. 

Dicho todo esto, durante la novela, hay un acontecimiento fortuito que provoca que la vida diaria de sus protagonistas sea vea truncada y modificada de manera repentina. 

Ante este hecho, aflora entre los personajes de la obra valores humanos tan olvidados a menudo como son la empatía, la solidaridad o la aceptación de nuestras diferencias, poniendo de manifiesto que, a pesar de lo adverso de la situación, en toda situación negativa se esconde algo positivo si sabemos enfocarnos en ello y damos prioridad a las cosas que de verdad importan.

Sabemos que la situación a la que actualmente nos enfrentamos nos supera, dada que es totalmente nueva e impredecible. Hay un sinfín de personas dejándose la piel por controlar dicha situación y combatir sus efectos adversos, tanto personal sanitario como autoridades, agentes y cuerpos de seguridad, personal de limpieza, trabajadores y trabajadoras de supermercados, etc. Personas que se están exponiendo a diario para contribuir dentro de sus posibilidades a mitigar cualquier adversidad y para las que jamás tendremos palabras suficientes para agradecer su sacrificio, su esfuerzo y su labor. 

Es por eso que aludo desde aquí a vuestra responsabilidad cívica personal y ciudadana, a no exponeros si no es imprescindibles, a comprender la gravedad de los hechos y actuar en consecuencia, sin salir de casa, sin desplazarnos dentro o fuera de nuestra ciudad, sin alarmismos, sin histeria, sin compras compulsivas, sin exigencias, evitando no compartir mensajes, noticias, audios, vídeos y demás que circulan por la redes y de los cuales podemos dudar de su autoría o autenticidad.

Si cada cual cumplimos con nuestra parte, si nos quedamos en casa, si no arrasamos supermercados, si mantenemos la calma y nos limitamos a estar tranquilos y esperar, haremos muchísimo por contribuir al problema, aunque no seamos sanitarios o estemos empleándonos a fondo en un hospital. 

Necesitamos más conciencia crítica y social, siendo esta una de las grandes asignaturas pendientes de nuestra sociedad, al igual que poner de manifiesto la importancia de lo público y lo nefasto de los recortes y de la privatización cuando se trata de algo tan fundamental.

Por suerte, en estos tiempos que corren, el acceso a las comunicaciones es un gran punto a favor, y este hecho está haciendo que, pesé a la cantidad de gente que, como yo, hemos elegido quedarnos en nuestros hogares por compromiso con la causa y por responsabilidad, podamos sentirnos acompañados, cuidar unos de otros desde la distancia física y la cercanía emocional, y saber qué, en caso de necesitarlo, no estamos solos.

Es por ello que aprovecho para, desde aquí, enviar un mensaje de optimismo, de cariño y de unidad. 

Gracias por estar al otro lado de mi pantalla y de mi auricular. 


Todo saldrá bien. 

miércoles, 12 de febrero de 2020

Amar en tiempos diversos

Se acerca el 14 de Febrero, una fecha cuyo simbolismo es más que de sobra conocido, pero ante el que deberemos estar prevenidos también si no queremos caer en las trampas que a menudo un erróneo concepto de lo que significa el verbo amar nos pueda deparar. 

Y es que, a poco que nos pongamos a analizar novelas, películas, canciones y demás, podremos comprobar como desde bien pequeños recibimos un sinfín de mensajes que nos hacen ver el amor como algo idealizado que se da siempre entre dos personas (por regla general heterosexuales) y que se traduce en la entrega ciega del uno al otro. 

El problema en cuestión en este aspecto es que reducir el amor como algo que sólo se puede experimentar hacia una persona deseada hace que nos olvidemos del amor más importante que debemos tener en nuestras vidas: el amor a uno mismo, el cual no debe confundirse con orgullo o con egocentrísmo. 

Al fin y al cabo, el amor es un concepto complejo, y dejar que dicho concepto se construya sobre un imaginario colectivo adulterado por el material audivisual que consumimos puede generar una serie de creencias, expectativas o ideas erróneas (especial mención deberíamos hacer aquí al fácil acceso que tienen hoy día nuestros menores a la pornografía y todo lo que ello conlleva).

El poder hablar de todo ello con naturalidad en contextos seguros hará que nuestros menores no tengan que sentir vergüenza de ello y acaben buscando respuestas en lugares incontrolados, y dotarles de herramientas, sentido crítico, empatía, habilidades sociales y estrategias al respecto hará que, por un lado, sepan como actuar ante cualquier tipo de abuso o relación insana, y, por otro lado, que no sean ellas o ellos los causantes de dicha situación indeseada. 

Y es que creo que este es un tema tan sumamente importante y candente en la actualidad que deberíamos tomar mayor conciencia y trabajarlo seriamente en las escuelas.

En primer lugar, porque dar importancia a construir un buen autoconcepto y una buena autoestima es la base para que luego las relaciones que se establezcan con otras personas sean más sanas y constructivas, lo cual podría evitar muchos casos de dependencia emocional o de subordinación. 

En segundo lugar, porque resulta fundamental entender y recalcar que amor no es ni control ni posesión, por lo que deberemos combatir aquellos comportamientos nocivos que tienen marcadas estas ideas a fuego con mirada crítica y con el empoderamiento necesario para no dejarse arrastrar por ello.

En tercer lugar, porque la amenaza de vetos en nuestra sociedad hacia las diversas maneras de amar hace que siga siendo primordial recordar e insistir en que el amor no es algo que alguien externo pueda catalogar como correcto o incorrecto, y que sexo, género, identidad de género y orientación sexual son conceptos que sería necesario dominar en la sociedad actual.

En cuarto lugar, que el amor no debe ser una meta en la vida, sino algo que nos acompaña día a día en nuestro camino y que se manifiesta de múltiples maneras: familia, amistades, pareja... 

Y por último, pero no por ello menos importante, remarcar que no puede existir amor si no existe primero respeto: respeto hacia los demás y respeto también a hacia uno mismo. 

Por lo tanto
ama.
Ama mucho.
Ama fuerte.
Ama bonito.
Ama a quien quieras.
Ama y respeta.
Pero sobre todo
ámate tú.
Porque ningún príncipe
ni ninguna princesa
te va a venir a recatar,
y si no te amas tú
¿entonces quien lo hará?
Ámate.



domingo, 19 de enero de 2020

No al Pin Parental

En estos días donde el revuelo provocado por la inminente aprobación del Pin Parental en Murcia a raíz de la propuesta de VOX ,con el beneplácito de PP y Cs, ha generado un sinfín de réplicas y manifiestos en contra de semejante medida, la cual no es más que otro inaceptable desprecio a todos los valores que defienden el respeto al prójimo como norma básica de convivencia en nuestra sociedad.

Y es que, en lo que a derechos humanos y defensa de la diversidad se refiere, no debemos permitirnos dar ni un paso atrás, y menos ante el auge de movimientos que camuflan su rechazo y su intolerancia con abrazos a la patria y falsos idearios de lo que es la libertad.

Vamos a intentar abordar todos los frentes que se abren con este arduo debate de una manera constructiva y desmontando toda la falacia que se ha construido en torno a dicha proposición.

En primer lugar, porque el traer hijas e hijos al mundo te hace responsable de los mismos, pero eso no significa que sean de tu posesión. La verdadera libertad es la que permite que las personas conozcan las diferentes realidades que existen a su alrededor y se posicionen respecto a estas según su propio criterio y su propia individualidad, garantizando por nuestra parte que esto siempre se haga desde el conocimiento y el respeto a los demás. En palabras de Clara Serra:


Por lo tanto, el Pin Parental no sólo amenaza con mantener en la ignorancia a muchos de nuestros estudiantes, sino que además puede derivar, por un lado, en que quien se sienta "distinto" por alguna o otra razón no tenga acceso a las respuestas que tanto necesita para saber que es igual de valioso y digno que sus compañeras y compañeros, y así poder conocerse y darse a conocer con mayor seguridad y naturalidad. Por otro lado, se podría fomentar las conductas de acoso escolar/social, con sus correspondientes burlas, desprecios, agresiones, etc. hacia quienes no cumplan aquellos cánones que han adquirido de lo que es "normal" y lo que no, siendo esto aún más peligroso, porque la negligencia de unas familias que quieren mantener a sus descendientes en la desinformación no sólo lo pagan estos mismos en su ignorancia, sino que además tiene consecuencias tanto directas como indirectas hacia terceras personas, lo cual ni la escuela ni la ciudadanía en generar debemos tolerar.

Y es que, como decía Karl Popper, no se puede ser tolerante con la intolerancia.


Después de todo, ¿qué ocurre con esos chicos y chicas que sí que tienen interés en aprender sobre estos temas pero no tienen autorización familiar? ¿Hasta que punto los derechos de estas familias están por encima de los derechos de sus hijas e hijos? Más que nada, hay que recordar que quien quiera aprender sobre cualquier tema que en su casa le quieran vetar se va a buscar las maneras, ya que hoy día con nuestros dispositivos tecnológicos tenemos acceso a muchísimos contenidos, pero... ¿cómo de apropiados pueden ser estos contenidos que no pasan ningún filtro ni cuentan con una persona cualificada para ayudarte a comprender y gestionar toda la información?

Al fin y al cabo, como adultos responsables del bienestar de estos niños y niñas, es conveniente que nos mostremos ante ellos como un ejemplo de actitud, justicia y moralidad, y no como represores de aquellos temas que les preocupa o les genera curiosidad.


Esto nos lleva al último punto, pero no el menos importante, ya que no hay que olvidar el ataque directo que esto supone contra nuestra Escuela Pública y contra nuestra capacidad para realizar nuestra labor educativa, ya que nos pone en entredicho y nos vincula a oscuras intenciones de querer manipular al alumnado a nuestro antojo, cuando la única manipulación posible que se nos ocurre es la de quienes quieren vetar aquellos conocimientos que amenacen su ideario de pensamiento único.

Por lo tanto, esto no es más que volver a utilizar la Educación como arma arrojadiza en política, sin detenerse realmente a solventar las verdaderas necesidades y demandas de mejora que existen desde hace tiempo en nuestro sector. Sobran bocas y faltan oídos y manos.



Por consiguiente resulta fundamental que sigamos luchando por una Escuela Pública de Calidad que de cabida a todas y a todos sin distinción, ya que todo lo que implica el Pin Parental ya se viene realizando de forma automática y consentida en muchos centros privados y privados-concertados, lo cual va en detrimento del principio de igualdad de todas y todos los ciudadanos.


En resumen: los principios y valores humanos básicos universales no son negociables, y su rechazo sólo responde a un astuto intento de censura, de esa que en una sociedad democrática, diversa y plural ni tiene cabida ni tiene lugar.

¡No al Pin Parental!