martes, 23 de abril de 2013

Menos leer el Quijote y más fomentar la pasión por la lectura.

Dejando claro mi total respeto hacia la obra de Cervantes, he elegido este título, fruto de una reflexión mía en el día de hoy, para mi nueva entrada en el blog con la intención de hacer una crítica constructiva sobre los malos hábitos de lectura de los que siempre damos queja.

"España no es que sea un país que lea poco y mal, España es un país que enseña mal a leer". Con esas palabras tan contundentes se refería Fernando Trujillo (@ftsaez) durante su intervención en las jornadas comentadas en el post anterior a una realidad cada vez más palpable en nuestra sociedad: Denunciamos la falta del hábito de lectura entre nuestro ciudadanos, pero seguimos sin modificar la forma en que acercamos a esos ciudadanos a la lectura.

He querido aprovechar que hoy es el Día del Libro para hacer una reflexión acerca de este tema. Como buen amante de la literatura que soy, me entristece ver el poco valor que reciben los libros en nuestra sociedad por regla general. Sin embargo, no podemos quedarnos ahí, sino que debemos buscar de donde parte esta carencia para poder establecer soluciones al respecto. 

Por un lado, tenemos una escuela que enseña la literatura desde la imposición de obras literarias que debemos leer para aprobar (que no para aprender) y el estudio memorístico de las mismas y de la vida de los autores que las escribieron.

Es de cajón pensar que mediante esta metodología lo único que conseguimos es despertar en el alumnado un rechazo a la lectura, ya que ésta se ve como una materia escolar impuesta en contra de su voluntad más que como una afición capaz de aportarle diversión, emociones y nuevos conocimientos a su persona.


Sin embargo, no sólo queda ahí el asunto en cuestión, ya que, por el otro lado, tenemos unos hogares donde, por regla general, no se practica la lectura como un hábito cotidiano como puede ser, por ejemplo, ver la televisión. Sabemos de sobra el patrón que tienen los niños de inspirarse en lo que se hace en su casa o en sus entornos de referencia para reproducir también esas pautas y comportamientos, haciéndolos suyos. Conseguir, pues, que adquieran el gusto por la lectura, es mucho más difícil cuando no lo percibe en su contexto como tal.

 Es por eso mismo que, por mucho que le digamos a un alumno desde la familia y desde la escuela lo importante que es leer, mientras no consigamos presentarle la lectura como una afición y no como una obligación, poco podremos hacer al respecto.

Para ello el favorecer la libre elección de la obra que queremos leer es una pieza clave. ¿Cuántos de nosotros ha descubierto su pasión por la lectura llegada ya a una edad más madura cuando ha encontrado el tipo de libro que se adaptan a su persona o quién no guarda algún tipo de sentimiento negativo hacia alguna obra literaria concreta que tuvo que leer y estudiarse por obligación o hacia el profesor o profesora que se la impuso sin conseguir despertarle la pasión por aquello que tenía delante?


No cometamos nosotros el mismo error. No permitamos que esos patrones viciosos se repitan en nuestras casas o en nuestras escuelas. Tenemos un gran abanico de herramientas favor, y unas grandes aliadas en estos casos que no debemos olvidar: las bibliotecas. 

Tener una biblioteca de centro o de aula, donde el alumnado pueda escoger libremente la obra literaria que quiere leer, el poder después hacerla suya y compartirla con sus compañeros, así como el animarles a ser capaces de componer sus propios textos una vez están motivados con la tarea, resulta mucho más productivo y enriquecedor tanto para el que enseña como para el que aprende.

Para finalizar os dejo el siguiente cortometraje, ganador al Oscar como mejor corto animado en 2012, y muy relacionado con el tema que estamos tratando: "Los fantásticos libros voladores del Sr. Morris Lessmore". Merece mucho la pena, y de él se puede sacar una importante y sabia lección. ¡Disfrútenlo!




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