lunes, 24 de febrero de 2014

Somos lo que escribimos

Hace ya algún tiempo que vengo queriendo escribir acerca de este tema, y es que la corrección en el lenguaje es una de las cosas en las que más suelo hacer hincapié, sobre todo con el auge de los sistema de mensajería instantánea que nos han propiciado el rápido avance de las nuevas tecnologías en los últimos tiempos, debido a los cuales hemos llegado a un "todo vale" a la hora de comunicarnos. 


 Sin embargo, siempre he creído que para nada está justificado el permitirse saltarse las reglas ortográficas o gramaticales a la hora de escribir cualquier tipo de mensaje, y más aún cuando se hace a un nivel formal como puede ser escribir un correo electrónico, una actualización en una red social o un post en algún blog o en algún foro.

Y digo esto porque creo que escribir bien es ante todo una muestra de respeto hacia nuestro lector. Un texto bien escrito dice mucho de nosotros y muestra nuestro compromiso con las cosas bien hechas, más aún si formamos parte del ámbito educativo, donde además indica coherencia entre nuestra función docente dentro del aula y nuestra forma de expresarnos fuera de ella; y es que, para ser ciertos, creo que no podemos exigirle a un alumno que escriba de manera correcta si nosotros antes no nos lo exigimos a nosotros mismos, algo que también podemos extrapolar a cualquier otro elemento de la educación en general.

Muchas veces se achaca esta falta de corrección a la rapidez de acabar antes el mensaje o al número de caracteres que podemos utilizar en un mensaje o en un tweet. No obstante, creo que eso es quedarse con la excusa fácil, y que tiene mucho más mérito encontrar la forma de expresar la misma idea de una forma más escueta, lo que supone un ejercicio de reorganización mental y de buscar nuevas vías para llegar a un mismo resultado. Al fin y al cabo, se trata del famoso pensamiento divergente y la de necesidad de desaprender y volver a aprender que tanto se viene defendiendo en las nuevas corrientes educativas aplicados al uso cotidiano de lenguaje.

 Después de todo, no hay que olvidar que somos modelo y ejemplo a seguir de nuestro alumnado, y no sólo estamos para trasmitir contenidos o, en el mejor de los casos, para generar situaciones de aprendizaje, sino también para que nos tomen como referencia en su día a día y en su futuro, por lo que en nuestras manos está perpetuar en ellos el gusto por un texto bien redactado, independientemente del formato en el que se escriba, el contexto dónde se produzca y el público al que vaya dirigido, cumpliendo en todo momento las diferentes reglas ortográficas y gramaticales, usando un léxico rico y adecuado y no olvidándonos del correcto uso de las tildes, la diéresis o lo signos de puntuación, interrogación y exclamación.

Recordad que respetar el lenguaje es respetar a nuestro interlocutor.


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