jueves, 10 de abril de 2025

¿Y tú?

Hace no tanto, aunque a veces pueda parecernos algo ya lejano, recuerdo que nos repetíamos mucho aquello de "saldremos mejores".

Hoy, 5 años después, me temo que no podíamos estar más equivocados.

A gran escala podríamos confirmar que el mundo parece estar sumido en un proceso de retroceso acelerado. 

Estamos viviendo un genocidio en directo que se está llevando a cabo con la pasividad y la complicidad de la comunidad internacional, la misma que se da golpes de pecho y resalta unos supuestos valores ante otros conflictos mundiales, aplicando de manera descarada una doble vara de medir que le resta toda la credibilidad. 

También vemos como cada vez buscan hacer resonar con más fuerza el miedo a una posible guerra, y líderes tiranos llegan al poder aupados por la ignorancia y la malicia, llevando a cabo actuaciones infames y poniendo en jaque el equilibrio internacional. 

En todo este caos, la escuela tiene la obligación de seguir funcionando, aunque parece que a pequeña escala los males también tienen, por desgracia, cabida.

Ejemplo de ello es el reciente y desagradable caso de acoso escolar que nos puso a todos los pelos de punta y el grito en el cielo. Me refiero a los estudiantes de un instituto de Santander que estuvieron maltratando a un compañero de clase con parálasis cerebral. 

De esto nos hicimos eco porque lo vimos en telediarios y en redes sociales, pero... ¿cuánto tiempo llevaba esto pasando sin que nadie hiciera nada al respecto? 

Una vez más, vemos como el sistema falla, y tengamos por seguro que esto no se trata de un caso aislado.

¿En cuántos centros escolares se producen diariamente situaciones similares sin que tengan mayor transcendencia? ¿Cuántas personas se sienten solas y desprotegidas en espacios educativos y/o laborales?

Este caso, además, tiene una connotación específica que lo hace aún más condenable si cabe, y es la situación de indefensión y vulnerabilidad de la que parte la víctima. 

Este es el factor que hizo que se nos saltaran todas las alarmas. Sin embargo, tras este suceso hay años y años de abandono institucional a su profesorado, de carencia de recursos para atender como se merece la diversidad, de falta de formación y de motivación, de discursos políticos y mediáticos que promueven el odio y el rechazo a lo diferente, de ausencia de políticas educativas que fomenten una inclusión real, de elevadas ratios y, en general, de desprestigio hacia la labor educativa. 

Es por ello que quedarnos sólo en el dedo que nos señala y evidencia un problema estructural es ignorar todos los factores que de manera entrelazada y compleja influyen en lo sucedido. 

Si no actuamos frente a quienes oprimen, acosan o abusan, somos cómplices de su acción.

Si los centros educativos no son espacios seguros, hemos fracasado como sociedad. 

Si de la pandemia no fuimos capaces de salir mejores de manera global, espero que al menos cada persona, en nuestra parcela de vida, algo podamos aportar.

Yo, al igual que el pequeño colibrí, voy a hacer mi parte.

¿Y tú? 



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