lunes, 24 de noviembre de 2014

¡Música, maestro!

La música forma parte de todo el mundo que nos rodea: está en el cine, en la publicidad, en la radio y en la televisión, nos acompaña de fondo mientras trabajamos, conducimos o caminamos, y es capaz de trasmitirnos - así como de ser utilizada de manera consciente para transmitirnos - gran diversidad de sentimientos y emociones, pudiendo influir de forma directa y notable en nuestro estado anímico y en nuestras percepciones.

Viendo el peso tan grande que tiene este arte concreto sobre nuestras vidas, ¿por qué esa forma de desprestigiar y quitarle valor a la música en Educación?

El problema radica en que, en un modelo educativo basado prácticamente en una concepción científica del mundo, cualquier área destinada a desarrollar las letras o las artes parece más una distracción que algo esencial en nuestra formación como seres humanos, siendo relegadas a un segundo plano.

Cierto es que la música puede ser considerada como una afición, pero dicha afición es compartida por nuestra especie en general. Queramos o no, la música forma parte de nuestro día a día y nos va conquistando a todos y a cada uno de nosotros en sus diferentes vertientes, por lo que dedicarse a la música no debería ser considerado una pérdida de tiempo, sino más bien todo lo contrario.

La música es puramente matemática, y el trabajarla en el aula ayuda a asentar las bases para el pensamiento abstracto y la mejor compresión de dicha materia y de otras muchas más, pues a través de ella se trabajan los diferentes procesos cognitivos que serán clave a la hora de desarrollar cualquier aprendizaje, como puede ser la memoria, la atención o la concentración.

Al fin y al cabo, todo el aprendizaje está interrelacionado, aunque nos empeñemos en separarlos en compartimentos estancos.

Además de su lado más matemático, la música es algo que, como decíamos en un primer momento, nos llega y nos transmite diferentes emociones, y hoy en día sabemos ya de sobra el peso que tiene la educación emocional en el buen desarrollo de nuestro alumnado, siendo la música un vehículo perfecto con el que poder compartir lo que sentimos en cada momento.

La música conforma nuestra personalidad, y todos tenemos canciones con las que nos sentimos identificados, canciones que nos motivan y predisponen ante determinadas situaciones o actividades, canciones que asociamos a determinados estados de ánimo y canciones con las que nos sentiríamos capaces de expresar determinadas emociones que de otra manera no sabríamos quizás compartir.

En este sentido, la música se convierte en un elemento clave a la hora de trabajar diferentes formas de comunicación entre personas, pues tiene su propio lenguaje, con su código y sus normas de lectura y escritura, entrando así también a estar interrelacionada con el área lingüística y literaria, pues al fin y al cabo la mayoría de las composiciones musicales que consumimos llevan incluida una letra, con sus estructuras, sus métricas, sus recursos literarios y sus correspondientes reglas del lenguaje, las cuales no sólo podemos estudiar a nivel formal, sino también desde un puto de vista crítico donde analicemos el contenido de muchas de las letras de las canciones que nuestros jóvenes consumen hoy día.

Es más, este hecho nos abre también las puertas a que pueda utilizarse la música para trabajar otros idiomas mediante la traducción de canciones que sean de nuestro agrado, sin olvidar el amplio abanico que le extiende también al ámbito de la creatividad.

Por otro lado, debemos recordar también que la música implica movimiento, y que el movimiento está muy ligado con el conocimiento de nuestro propio cuerpo y con el dominio que tengamos del mismo. Aplicar la música en el área de educación física nos ayuda a adquirir nociones de ritmo y a mejorar nuestra motricidad, tanto gruesa como fina, nos ayuda tanto al desarrollo de la coordinación dinámica general como de la coordinación de nuestros segmentos corporales y de nuestros sentidos, y nos ayuda a apreciar el valor estético del movimiento mediante la buena ejecución de terminados ejercicios, danzas o coreografías.

Además de todo eso, es una gran manera de trabajar la diversidad, ya que se puede ir desde el atender a los estilos musicales predominantes en cada cultura (tanto a nivel histórico como actual) como una forma de identificarnos ante el mundo - y la música - que compartimos, pudiendo también ubicarnos en ese sentido a nivel geográfico, y, de un modo más concreto, nos sirve para trabajar con alumnado que presenten necesidades específicas de apoyo educativo, pues es una gran recurso para la estimulación de los mismos a nivel motor y sensorial y una medio con el que poder desarrollar actividades en común con el resto de sus compañeros y compañeras desde un enfoque inclusivo que fomente su participación.

Como bien podemos apreciar, la música tiene la gran ventaja de ser una área con carácter integrador a través de la cuál se pueden trabajar multitud de áreas del conocimiento y del desarrollo personal, poniendo así de manifiesto sus grandes cualidades educativas. En palabras de Platón, "La música es el arte educativo por excelencia, que, por medio de sonido, se inserta en el alma y la forma en la virtud".


Por último, quiero añadir que, como refería al inicio de esta entrada, a todos nos gusta tener música de fondo mientras realizamos cualquier actividad, se trate de una tarea o simplemente de ocio. Nos ayuda a estar más cómodos durante el desarrollo de la misma, y en mucho de los casos nos motiva y nos sirve de aliciente para su correcto desempeño. No entiendo entonces por qué no se usa más la música como un elemento que exista de fondo en nuestras aulas cuando el alumnado esté realizando un determinado trabajo, ya sea de manera global o cada uno trabajando con sus propios auriculares. Si es algo que ocurre fuera de las aulas, ¿por qué no iba a ocurrir también dentro? Al fin y al cabo, nuestra función es educar para la vida y, como bien defiende Nietzsche, "la vida, sin música, sería un error". ¡Fomentémosla!


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