lunes, 17 de noviembre de 2014

"Porque lo digo yo"

¿Cuántas veces, a lo largo de nuestra carrera como estudiantes, hemos recibido esa respuesta cuando hemos querido conocer las razones por las que se desarrolla un determinado procedimiento o se desestiman otras posibles vías de llegar a la misma solución? ¿Cuántas veces incluso hemos recibido esa respuesta cuando queríamos saber los motivos por los que se tomaba una determinada decisión que nos afectaba de forma directa o indirecta sin que se nos explicara el porqué de la misma ni se nos consultara cual era nuestra opinión?

Se dice que la escuela debe ser un reflejo de la sociedad en la que vivimos y en la que preparamos a personas para que formen parte integra y activa de la misma, y en una sociedad supuestamente democrática (permítanme dudar de este hecho) no podemos desarrollar un modelo de escuela a la antigua usanza con figuras autoritarias que mandan y con un alumnado obligado a obedecer sin rechistar.


Si queremos que este alumnado realmente tome las riendas de su vida debemos enseñarle a ser partícipe y responsable de la misma desde un primer momento. No queremos formar personas cuya forma de entender las relaciones sociales sea la de imponer su criterio ante los demás, sino personas que tengan la capacidad de dialogar e intercambiar sus opiniones y sus ideas de la forma más asertiva posible y haciendo uso de un buen bagaje de habilidades sociales.

Estamos cansados ya de ver como desde la escuela se fomenta continuamente el individualismo y la competitividad sin medida. Me parece mucho más enriquecedor aprender a colaborar para conseguir un objetivo común, donde la posibilidad de alcanzar entre todos dicho fin sea lo que importe y no el hecho de querer destacar ante todos los demás. Una cosa es ser competentes y otra muy distinta es ser competitivos.

Esto no quiere decir que no pueda darse determinados tipos de competitividad controlada bajo un enfoque lúdico, como competiciones deportivas, certámenes o concursos de cualquier tipo, donde ante todo prime el hecho de participar y de disfrutar con la actividad.

Y entramos aquí en otra cuestión que me parece digna de destacar, pues para poder participar de forma plena debemos dotar a nuestro alumnado de voz y de voto, así como de las competencias necesarias para comprender y justificar cada una de sus decisiones, pues van a ser ellos quienes, el día de mañana, se enfrenten al mundo que hay más allá de las cuatro paredes de su casa o de la escuela, y es primordial saber valerse por uno mismo, en lugar de depender de lo que nos determinen los demás.

Por todo ello, la empatía me parece una característica fundamental a desarrollar en cualquier persona, pues esa capacidad para saber ponerte en la piel de tu interlocutor y comprender su forma de ver las cosas facilitan en gran medida que se establezcan unas relaciones interpersonales sanas y fuertes, otorgándole así al plano emocional el peso que se merece en Educación. 

Continuamente cometemos aquí el error de primar los resultados académicos (en valores numéricos, por supuesto) obviando todo lo que se esconde tras el proceso de aprendizaje. ¿Qué mérito puede tener que mi hijo o mi hija me traiga siempre buenísimas notas a casa si en realidad no está disfrutando lo que está aprendiendo? No cometamos el error de buscar hijos perfectos y preocupémonos más por tener hijos felices.

Como bien defiende el profesor Francisco Mora"sólo se puede aprender aquello que se ama", es decir, aquello que realmente nos implica y que podemos hacer nuestro. Vale que todos nosotros, a lo largo de nuestra carrera académica, hemos almacenado grandes cantidades de conocimientos que no nos producían emoción alguna sólo para después poder desarrollarlos en un determinado examen, pero siento decir que eso no es aprender, eso sólo es memorizar, es decir, lo que se viene a conocer, según la profesora María Acaso, como "educación bulímica".

Igualmente, también defiende esta misma autora, en la misma línea de lo que venimos argumentando aquí, es que "no sólo hay que parecer democrático, sino que hay que serlo". Esto quiere decir que no se pueden predicar unos valores en el aula si luego no los evidenciamos ni los llevamos a la práctica con nuestro ejemplo, porque entonces se empieza a carecer de credibilidad alguna, y no podemos esperar que adquieran algo que, aunque les enseñamos, realmente no les transmitimos.


Sin ir más lejos, últimamente en nuestro país no hacemos más que presenciar situaciones donde los discursos no se corresponden lo más mínimo con los hechos de quienes lo predican, o donde la falta de empatía y de una comunicación asertiva ha provocado el alejamiento de las partes implicadas en lugar de dialogar para encontrar soluciones conjuntas y comunes. Parece que juzgar, prohibir y castigar siempre es más sencillo que tratar de acercarse, comprender y remediar. 

Triste me parece que queramos educar para la Democracia sin practicar la Democracia. Menos mal que todavía existimos quienes nos permitimos el lujo de soñar. Trabajemos por ello.

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