jueves, 19 de junio de 2014

El Mundo Digital

Tal y como acostumbra el gran maestro Pepe Arjona con sus "reflexiones en series", yo hoy voy a recurrir a aquella mítica serie que, a finales de los años noventa, irrumpió en nuestro país para gozo y disfrute de los que por entonces eramos niños y no tan niños.

Dicha serie hablaba sobre un Mundo Digital creado a partir de los datos que circulaban por la red, el cual era un reflejo de nuestro mundo real, y al que un grupo de niños podían acceder mediante un determinado dispositivo.

Todo ello puede sonar a Fantasía o a Ciencia Ficción, pero, al igual que ha pasado con las novelas de Julio Verne, la realidad acaba muchas veces por superar a la imaginación.

Cierto es que no existe ningún mundo alternativo poblado por criaturas capaces de digievolucionar, pero si es cierto que existe todo un Mundo Digital al que podemos acceder mediante nuestros dispositivos y que es fiel reflejo del mundo en el que vivimos, además de que ambos se encuentran en estrecha relación e interconexión.

Así pues, como explicaba Fernando Trujillo en un reciente artículo, lo digital se ha convertido en un elemento básico de nuestro día a día: nos relacionamos a través de redes sociales y aplicaciones de mensajería, nos informamos de lo que ocurre en el mundo a través de Internet, compartimos aquellos contenidos que creemos necesarios o interesantes, solucionamos nuestras dudas consultado Google o Wikipedia, etc.

Si tan presente está entonces todo este Mundo Digital en nuestras vidas, ¿por qué nos seguimos empeñando en darle totalmente la espalda en nuestros centros educativos?

Son muchas las ocasiones en las que nos encontramos, por ejemplo, con la total prohibición del uso del móvil en clase, cuando es nuestra propia sociedad la que ha acabado convirtiendo este elemento en una extensión más de nuestro propio ser y, como bien digo siempre, la escuela no puede funcionar si se halla desconectada de la realidad en la que vivimos. En palabras de Verónica Rivera, "la escuela debe ser la vida".

En determinadas artes marciales como el Aikido se busca utilizar la energía empleada por el contrincante en nuestro propio beneficio. Siguiendo este símil, el problema no es el uso de móviles en sí, sino el cómo se utilicen, además de que será más productivo procurar aprovechar este elemento como herramienta útil de trabajo en el aula que intentar imponer una postura sancionadora al respecto.

Es más, ¿cuántos de nosotros no ha estado en una reunión o conferencia y ha estado utilizando su dispositivo móvil al tiempo que prestaba más o menos atención a lo que allí se estaba comunicando? Si ni siquiera nosotros mismos somos capaces de desprendernos del móvil en este tipo de situaciones formales, ¿por qué nos empeñamos en que nuestro alumnado si se desprenda de él en el aula?

Queramos o no, el Mundo Digital ha venido para quedarse, y renegar de él sólo nos crea desconexión con los tiempos que corren y para los cuales la escuela debe preparar. Educar en el uso de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación será una pieza clave en nuestras aulas si queremos que nuestro alumnado sean ciudadanos totalmente competentes, con pensamiento crítico y bien formados, capaces de gestionar correctamente toda la información que tienen a su alcance para convertirla en conocimiento, y de esta forma ser capaces también de aprender, desaprender y volver a aprender.


Yo hace ya 10 años que realicé mis prácticas de la carrera de Magisterio de Educación Especial en un centro ordinario con integración preferente de alumnado con algún tipo de afectación mental, y me resulta curioso como, ya entonces, cuando en lugar de TICs aún hablábamos de nuevas tecnologías, aproveché el ordenador del que disponíamos en nuestra aula para instalar un par de programas con los cuales poder desarrollar mejor mi tarea docente. Uno de esos programas pertenecía a la saga Trampolín, un software diseñado para trabajar tareas escolares de forma atractiva a través del ordenador, y el otro era un programa de diseño gráfico muy sencillo con el cual poder crear calendarios, postales y otros elementos similares, todo ello basado en el popular videojuego hecho serie Pokemon.

Yo por entonces aún no era muy consciente de todo lo que he expuesto aquí ahora, pero, ya sólo por sentido común, supe que fomentar esa dinámica con mi alumnado haría que los aprendizajes fueran más gratificantes y las clases más amenas.

Con todo ello vengo a decir que innovar no es tan complicado como puede parecer. No se trata sólo de sustituir las famosas transparencias por un Power Point (un vicio cada vez más extendido), sino de tener iniciativa y motivación por probar nuevas metodologías, utilizando las herramientas de las que ya disponemos y adaptándonos a los tiempos que corren.

Cierto es que haría falta introducir en la formación del profesorado todo este tipo de dinámicas y herramientas, así como la aplicación de las mismas y los recursos de los que disponemos a través de ellas, pero el debate sobre la formación del profesorado lo dejo ya para otra futura entrada, que el tema da para eso y más.

Antes de terminar, me gustaría hacer una especial mención a Santiago Lozano, el cual acaba de graduarse ahora en Magisterio, y con el que he tenido el gusto de debatir en varias ocasiones sobre el tema que hoy os traigo. Es gracias a la última de esas charlas que hemos tenido que me he sentido inspirado para escribir esta nueva entrada, así que desde aquí mi agradecimiento y mi enhorabuena por su merecida titulación.

martes, 3 de junio de 2014

¿Enseñamos a Aprender?

A estas alturas del año vemos a menudo como muchos alumnos y muchas alumnas se juegan el curso o el pase a la universidad apelando a un sistema de estudio bulímico, es decir, embotándose de contenidos sin sentido para luego vomitarlo todo en un examen cuyo mayor referente para medir el "aprendizaje" es la memorización.

Sé que el paradigma actual nos habla del concepto de competencias básicas y de la necesidad  de fomentar entre nuestro alumnado el denominado "aprender a aprender". Sin embargo, esto queda aún muy lejos de la realidad que vivimos en nuestra aula cuando seguimos propiciando un modelo de enseñanza y evaluación en la línea de lo que veníamos diciendo en el párrafo anterior.

Es por ello que se hace altamente necesario, y más si queremos llevar a cabo esta transición de modelo de aprendizaje, que no sólo enseñemos en clase el qué aprender, sino también el cómo aprenderlo, fomentando el conocimiento de diferentes técnicas y facilitando un buen bagaje de herramientas para ello.

Como docente que a lo largo de su trayectoria profesional ha trabajado en clases de refuerzo y de preparación para superar las pruebas de acceso a la universidad y de acceso a grado medio y superior, puedo decir que la gran carencia que vi entre los estudiantes que tuve el gusto de atender era la de saber gestionar los contenidos que se debían estudiar, y lo cierto es que no me extraña en absoluto.

Recuerdo que, hasta que no llegué a mi etapa universitaria, nadie me explicó las distintas técnicas y estrategias existentes para facilitar nuestro proceso de aprendizaje, y aún a día de hoy me sigo preguntando porque nunca nadie se paró un momento a enseñarnos este tipo de cosa a lo largo de nuestra escolaridad, pues parece que después de tantos años nada ha cambiado aún.

Seguimos haciendo que nuestros alumnos estudien recitando apuntes o aplicando fórmulas que ni siquiera ellos entienden para qué sirven o el por qué se aplica un determinado algoritmo o procedimiento.

¿Por qué no enseñarles la gran utilidad que tienen el hacer un buen subrayado (en lugar de subrayar párrafos y párrafos completos), saber extraer las ideas y claves de cada texto o realizar nuestros propios esquemas o mapas conceptuales? Por experiencia propia y ajena puedo decir que las grandes mejoras que se producen cuando se dispone de este gran abanico para afrontar el aprendizaje, y fomentando la autonomía para que cada estudiante lo afronte de la manera que más productiva le resulte, ya que, como sabemos, cada alumno y cada alumna tiene un estilo propio de aprendizaje que debemos respetar y al que debemos adaptar nuestra labor docente.

Cierto es que esto no puede conseguirse de un día para otro. Se trata de fomentar progresivamente este tipo de actitudes y competencias hasta que cada alumno y cada alumna haga de su propio estilo de aprendizaje una forma innata de afrontar cada nuevo proceso de estudio, con él que llegue a sentirse cómodo y seguro.

Para ello, además de las técnicas y estrategias citadas con anterioridad, hoy contamos con el gran avance que han supuesto las Tecnologías de la Información y de la Comunicación y sus aplicaciones en el ámbito de la educación. Internet es una puerta abierta al mundo, y a través de la red podemos acceder a un sinfín de conocimientos planteados de distintas maneras y basados en diferentes fuentes.

Enseñar aprender también es, por lo tanto, enseñar a hacer un uso adecuado de toda esa información que fluye a una velocidad vertiginosa por la red, para aprender a gestionarla y saber distinguir entre aquella información que nos resulte de utilidad y aquella que podemos descartar, siempre bajo una visión crítica que nos ayude a movernos por la delgada línea entre aquello que merece o no nuestra credibilidad y/o fiabilidad.

En resumen, se trata de fomentar la construcción del propio aprendizaje y no la reproducción del ya establecido por otros. No olvidemos que, tal y como podemos ver reflejado en el siguiente gráfico, cuanto más nos involucramos más aprendemos:


Así pues, ánimo a todos los que ahora os estáis enfrentando o a los que os estáis apunto de enfrentar a vuestra etapa final del curso a que lo hagáis lo mejor posible. Sólo espero que las ideas aquí reflejadas, seáis docentes, alumnado o parte de la comunidad educativa en general, os puedan servir de ayuda ahora o en próximos cursos. Cualquier consulta no dudéis en comentarla ni tampoco en aportar lo que creáis oportuno al respecto.

¡Un saludo!

martes, 13 de mayo de 2014

"Sonría, por favor. Está usted ante una clase".

Hoy quiero dedicar esta nueva entrada en el blog a un tema que considero de vital importancia en nuestras comunidades educativas y en la sociedad en general.

Antes de nada, prestemos atención a la siguiente viñeta:


En un mundo donde se prima una competitividad carente de sentido ético y donde se antepone el éxito personal al bienestar del prójimo es fundamental fomentar valores y actitudes en nuestro alumnado lo suficientemente sólidos y fuertes como para no dejarse engullir por ello.

Sin embargo, con unos currículos plagados de contenidos que hay que impartir hasta la extenuación, ¿hay lugar para desarrollar dichos valores y dichas actitudes?

Antes de nada, debemos saber que los valores y las actitudes no es algo que se enseñe como se puede enseñar cualquier concepto o procedimiento concreto. Los valores y las actitudes se viven, se ejemplifican y forman parte del día a día del aula y de la comunidad educativa, pasando a convertirse en lo que denominamos "currículum oculto".

Para ello, debemos tener, en primer lugar, dos principios básicos: coherencia y consecuencia.

Coherencia para que nuestros actos hablen a la par de nuestras palabras, para que nuestra forma de comportarnos esté en sintonía con lo que predicamos, y consecuencia para ser consecuentes (valga la redundancia) con nuestra forma de entender las cosas, defenderla (siempre de forma asertiva) y reconocer cuando nos equivocamos y enmendar el error.

Una vez asumidos estos dos primeros principios, todo lo demás viene sólo. Somos modelo de nuestro alumnado, y como tales debemos actuar, no sólo en clase, sino en nuestra vida en general, ya que, como bien dice Verónica Rivera, "la escuela no debe parecerse a la vida, la escuela es la vida", y su trabajo diario es buen ejemplo de ello.

Recuerdo que en mi formación universitaria para la docencia tenía un profesor que defendía por encima de todo que el maestro siempre debe mantener las distancias con su alumnado y situarse en una situación de superioridad en el aula. Nada más lejos de la realidad, lo pensaba entonces y lo sigo pensando ahora, después de haber experimentado ya con esta profesión: fomentar un ambiente de cercanía, comunicación y consenso con nuestro alumnado es jugar la mejor carta que tenemos en nuestra mano.

Tal y como defendía Víctor Cuevas en su artículo "Un poco de humor en el aula, por favor", el buen ambiente en el centro escolar y en el aula es un factor clave para un desarrollo de nuestra labor educativa cómodo y fructífero. Que menos que, ya que se tienen que pasar tantas horas y tantos días juntos, hacer de ello algo confortable y ameno, ¿no? 

Atrás queda la postura de aquel profesor anclado en un paradigma ya obsoleto de la educación, donde, como bien dice Oscar González en este debate sobre educación en "Para todos la 2", se confunde autoridad con autoritarismo. 


Al fin y al cabo, todos somos personas que compartimos un mismo espacio, y, aunque cada uno desempeña un rol distinto, al final el objetivo es común. Sin embargo, para entender ese objetivo como común antes debemos estar en común todas las personas implicadas, en un ambiente de armonía y respeto mutuo para que cada jornada de clase se disfrute y no se sufra, ni por un lado ni por el otro.

Hay que tener constancia de que todos remamos en un mismo barco y en una misma dirección, de que no se trata de competir sino de contribuir y de colaborar, y generar actitudes de empatía hacia el prójimo, pues el bienestar del grupo es nuestro propio bienestar.

Por lo tanto, educar para la ciudadanía no puede ser sólo una asignatura, educar para la ciudadanía es el fin de la educación, y debe estar presente en todo el proceso. No es una cuestión de materia, sino de valores.

En esta línea siempre digo que existen palabras realmente útiles, palabras que quizás no pronunciemos tanto como deberíamos, pero saber decir "por favor", "gracias" o "lo siento", por ejemplo, así como las muestras de aprecio y de reconocimiento, son piezas claves para una buena convivencia con nuestros iguales, y os aseguro que, cuando se dice de corazón, es algo que nos sale de dentro sin esfuerzo alguno, y echa abajo muchísimas barreras, más aún si acompañamos nuestras buenas palabras de una sincera sonrisa.

Como bien decía Séneca, "Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos. Concordar las palabras con la vida". 

Por todo ello, ¡sonrían! :)



miércoles, 23 de abril de 2014

"Leer para sentir, sentir para crear"

Sé que no es la primera vez que escribo acerca de la necesidad de fomentar el gusto por la lectura entre nuestro alumnado, pero me sigue pareciendo un tema de vital importancia que, una vez más, aprovecho para recordar en el Día del Libro.

Cierto es que en las escuelas se lee, y mucho además, pero... ¿qué sentido tiene esa lectura?

Al fin y al cabo, se trata de leer para memorizar un temario, es decir, leer datos que en su mayoría no resultan del interés de nuestro alumnado y que no son capaces de generar en ellos ningún tipo de atractivo.

¿Y luego nos quejamos de que no saben apreciar los libros? ¡Pero si se los presentamos como su enemigo!

Y no hablemos ya de las lecturas obligatorias, es decir, aquellos libros, por regla general grandes clásicos de nuestra Literatura, que había que leerse para luego responder a un examen o hacer un resumen sobre el mismo.

El verdadero proceso lector no entiende de leer con un objetivo que no sea el de, simplemente, disfrutar con dicha lectura. No me importa ni en que año nació ni en que año murió el autor, ni siquiera en que año se publicó su obra: Me importa saber que te ha parecido lo que has leído, que sensaciones, pensamientos y emociones te ha suscitado al leerlo, ya hayan sido positivas o no, y que reflexiones has podido extraer al respecto, puesto que, una vez has experimentado por ti mismo lo que has leído, una vez que te has adentrado en un libro por el mero placer de leerlo y no de responder a mis expectativas, es cuando de verdad estaré generando aprendizaje.

Después de eso, los datos llegarán solos. Si un autor ha sido capaz de cautivarnos con su obra, del propio lector nacerá el interés por saber más acerca del mismo y saber más acerca de otras obras de este autor o de autores similares. Y ahí ya se va tejiendo la red que nos conecte un libro con otro, a cual más emocionante, a cual más adictivo.

¿Y quién sabe? Lo mismo a raíz de todo ese proceso se desarrolla la creatividad latente en cada discente, aquella misma que nosostros nos encargamos de enterrar cuando dictamos la directrices sobre lo que deben escribir y lo que no, y sobre si un escrito está bien o mal, en lugar de fomentar situaciones de aprendizaje que inciten a la producción escrita y de dejarles desarrollar libremente esa actividad.

Podemos evaluar aspectos ortográficos o gramaticales, hacer de guía y dar consejos sobre como mejorar la expresión escrita o la riqueza del léxico, pero ante todo debemos respetar que cada alumno y alumna exprese lo que sienta en cada momento. Escribir nos hace libres.



Después de todo, como siempre decimos, no existen dos personas iguales, y en el caso de la lectura eso es un factor fundamental a tener en cuenta, ya que no a todos los alumnos les van a gustar las mismas obras.

Es por ello que me sigue pareciendo de vital importancia fomentar el uso de la bibliotecas como fuente activa de libros entre los que poder elegir, fomentando así la autonomía del alumnado y el sentido de la responsabilidad.

Y es que, para trasmitir toda la magia que implica la lectura, hace falta sentirla antes. No podemos enseñar aquello en lo que no creemos. El siguiente cortometraje es un gran ejemplo de ello:



¡Feliz Día del Libro!


jueves, 10 de abril de 2014

"¿Qué es EABE?"

Tal vez la pregunta más recurrida cada vez que mostramos abiertamente nuestra ilusión y nuestra satisfacción con cada encuentro EABE sea "¿pero qué es exactamente EABE?"

Casi una semana ha pasado ya desde que toda la familia que compone este gran colectivo (con sus nuevas incorporaciones, sus emotivos reencuentros y sus añoradas ausencias) se volviera a encontrar, esta vez bajo la atenta hospitalidad de los compañeros de Úbeda, para seguir trabajando por aquello en lo que creemos: La Educación.

"¿Se podría decir entonces que EABE son unas jornadas de formación para docentes?". Quizás, pero no creo que el término EABE pueda quedar delimitado a tan sólo eso, ya que su participación va mucho más allá del colectivo docente y engloba a toda la comunidad educativa, incluyendo personal de los centro de profesorado, familias y estudiantes, así como a cualquiera quiera participar en esta gran experiencia. El EABE es algo abierto.

"¿Pero asistir al EABE da puntos?". Tal vez ésta sea la pregunta del millón, el punto de inflexión entre estar o no estar en la onda del EABE. Y es que, cuando reduces toda la importancia de la Educación a un mero trámite burocrático estás perdiendo la esencia de lo que significa dedicarse a esta vocación.

Tal vez haga falta salir de tan cuadriculada concepción de la Educación. Tal vez sea necesario romper ya con esas invisibles cadenas que nos retienen con la intención de continuar haciendo "lo de siempre". Tal vez aún no seamos del todo consciente del potencial que tenemos, pero en #EABE14 los participantes del grupo de #Gamificación, magnificamente coordinado por Azahara y Rubén, nos propusimos como gran reto el poder disfrutar en el futuro de una "Escuela EABE".

Este enorme propósito no es más que las ganas que tenemos muchos de hacer de la escuela un entorno realmente educativo, inclusivo, creativo e innovador. Sueño de muchos, realidad aún de pocos. Quizás por eso sigamos necesitando estos encuentros EABE, para seguir demostrando que esos sueños poco a poco, con esfuerzo y paciencia, pueden convertirse en realidad, no sin antes tropezar una y otra vez con todos los baches que nos acechan en nuestro arduo caminar hasta la meta que aspiramos.

Pero también por eso está ahí EABE, para recordarnos que no es malo tropezar, que muros nos vamos a encontrar allá a donde vayamos con nuestra mentalidad de cambiar las cosas, y que no estamos solos en este objetivo. Nuestra fuerza conjunta será la que logre derribar dichos muros.

Es por eso que siempre digo que los considerados docentes-islas estamos obligados a formar archipiélagos, no sólo entre profesionales educativos, sino, como ya veníamos diciendo con anterioridad, junto con toda la comunidad educativa. Al fin y al cabo, todos formamos parte de un mismo propósito, y todos tenemos algo que aportar y algo que aprender.

La pena del EABE es que se nos hace corto, corto para poder experimentar tanto como quisiéramos, para poder participar en todas y cada una de las diferentes mesas de trabajo y para compartir inquietudes e ideas con todos y cada uno de los participantes.

El EABE es algo que se vive de forma intensa, algo que nace en nosotros y que crece a cada paso que vamos dando hacia nuestros objetivos educativos, algo que nos une, nos alimenta y nos da fuerza para continuar, y no sabéis el honor que supone para mí formar parte de todo esto, desde mis inicios hace un año en el #EABE13 de Algeciras, viendo la ilusión de quienes acuden a un EABE por primera vez y las ganas de seguir trabajando de quienes llevan ya varios años al pie del cañón.



"¿Qué es EABE? Dices mientras proyectas 
en él toda tu ilusión.

¡Qué es EABE! ¿Y tú me lo preguntas?
EABE... eres tú".



   Foto de Familia del #EABE14 realizada por Antonio Sevilla.

lunes, 31 de marzo de 2014

Inclusión exclusiva

Hace escasos días me topé con la siguiente imagen en las redes sociales:


Como podemos observar a priori, se trata de una representación gráfica que refleja la evolución social y educativa que han tenido a lo largo de la historia los colectivos actualmente denominados como "personas con necesidades específicas de apoyo educativo".

Sin embargo, esta forma de presentar el concepto de "inclusión" encierra cierta exclusividad que es de lo que hoy vengo a hablar.

Quienes nos movemos o nos hemos movido en el campo de la denominada Educación Especial sabemos que ha sido largo y duro el recorrido para los colectivos de personas que atendemos, el cual va desde la segregación hasta la inclusión, pasando por los principios de integración y normalización que son los que dieron pie al cambio, dejando de hablar en términos de discapacidades y empezando a hablar de necesidades.

Sabemos que todo estos cambios, esta evolución, ha sido realmente positiva. Sin embargo, reservar el término "inclusión" solamente para este tipo de personas no es más que volver a acotar la amplitud de tan bondadosa idea.

Procedo a explicarme antes de que se me empiece a malinterpretar: 

Tal y como yo concibo el concepto de "inclusión", y tal y como pienso que debería ser concebido, es el de una escuela y una sociedad donde todos tienen cabida sin ningún tipo de distinción que los desmarque del resto. Todos tenemos nuestras similitudes y también nuestras diferencias, lo que nos convierte a todos iguales y diferentes a la vez, y es ahí donde radica el punto de inflexión.

Con esto vengo a decir que si reservamos la idea de inclusión como algo solamente aplicable a los colectivos de persona que antes se venían amparando bajo las etiquetas de discapacidad o alumnado de integración estaremos tratando de exclusividad la inclusividad.

Es más, el término inclusión debería abarcar entonces muchos más colectivos de personas que se han visto normalmente en una situación desfavorable por alguna temática específica que no haya sido la anterior, pero, como os vengo a referir, eso sería volver a etiquetar y catalogar dentro de una filosofía educativa cuya máxima es la de no establecer diferencias.

Supongo que algunos ahora podrán argumentar que si no catalogamos ni etiquetamos no podremos atender de forma adecuada a cierto número de alumnado con alguna necesidad específica. Opino que para ello somos profesionales y que disponemos de equipos multidisciplinares y especialistas preparados para identificar las necesidades de un determinado alumno o alumna, las cuales pueden estar englobadas dentro de afectaciones ya conocidas o tratarse de aspectos más puntuales y concretos. No obstante, que los profesionales que vayamos a tratar al alumnado en general conozcamos dichas referencias respecto a quien sea necesario no significa que se le esté etiquetando siempre y cuando ello no repercuta en el trato educativo y personal que se le vaya a dar posteriormente en el aula y en el centro en general. 

También conviene recordar que, bajo un paradigma inclusivo, la educación es algo que nos compete a todos por igual, y que todos somos responsables de todo el alumnado. Si no establecemos diferencias entre el alumnado, no la vamos a hacer entre a quien le corresponder atender cada tipo de alumnado. 

Así pues, para finalizar, debemos dejar de tratar la educación inclusiva como algo exclusivo y proceder a actuar de tal forma que ni siquiera sea necesario hablar de inclusión.

lunes, 24 de febrero de 2014

Somos lo que escribimos

Hace ya algún tiempo que vengo queriendo escribir acerca de este tema, y es que la corrección en el lenguaje es una de las cosas en las que más suelo hacer hincapié, sobre todo con el auge de los sistema de mensajería instantánea que nos han propiciado el rápido avance de las nuevas tecnologías en los últimos tiempos, debido a los cuales hemos llegado a un "todo vale" a la hora de comunicarnos. 


 Sin embargo, siempre he creído que para nada está justificado el permitirse saltarse las reglas ortográficas o gramaticales a la hora de escribir cualquier tipo de mensaje, y más aún cuando se hace a un nivel formal como puede ser escribir un correo electrónico, una actualización en una red social o un post en algún blog o en algún foro.

Y digo esto porque creo que escribir bien es ante todo una muestra de respeto hacia nuestro lector. Un texto bien escrito dice mucho de nosotros y muestra nuestro compromiso con las cosas bien hechas, más aún si formamos parte del ámbito educativo, donde además indica coherencia entre nuestra función docente dentro del aula y nuestra forma de expresarnos fuera de ella; y es que, para ser ciertos, creo que no podemos exigirle a un alumno que escriba de manera correcta si nosotros antes no nos lo exigimos a nosotros mismos, algo que también podemos extrapolar a cualquier otro elemento de la educación en general.

Muchas veces se achaca esta falta de corrección a la rapidez de acabar antes el mensaje o al número de caracteres que podemos utilizar en un mensaje o en un tweet. No obstante, creo que eso es quedarse con la excusa fácil, y que tiene mucho más mérito encontrar la forma de expresar la misma idea de una forma más escueta, lo que supone un ejercicio de reorganización mental y de buscar nuevas vías para llegar a un mismo resultado. Al fin y al cabo, se trata del famoso pensamiento divergente y la de necesidad de desaprender y volver a aprender que tanto se viene defendiendo en las nuevas corrientes educativas aplicados al uso cotidiano de lenguaje.

 Después de todo, no hay que olvidar que somos modelo y ejemplo a seguir de nuestro alumnado, y no sólo estamos para trasmitir contenidos o, en el mejor de los casos, para generar situaciones de aprendizaje, sino también para que nos tomen como referencia en su día a día y en su futuro, por lo que en nuestras manos está perpetuar en ellos el gusto por un texto bien redactado, independientemente del formato en el que se escriba, el contexto dónde se produzca y el público al que vaya dirigido, cumpliendo en todo momento las diferentes reglas ortográficas y gramaticales, usando un léxico rico y adecuado y no olvidándonos del correcto uso de las tildes, la diéresis o lo signos de puntuación, interrogación y exclamación.

Recordad que respetar el lenguaje es respetar a nuestro interlocutor.